Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos que hablar de un evento televisivo que es, en sí mismo, una paradoja cósmica. Es la colisión de dos universos, la fusión de dos mundos que nunca debieron encontrarse. El Hormiguero, el programa que un día te trae a un Premio Nobel de Física para explicarte los agujeros negros y al día siguiente a Will Smith para hacer el pino puente, ha anunciado su nuevo fichaje estrella. Y no, no es un científico del MIT. No es un campeón de la NBA. Es Esperanza Gracia.
¡La astróloga más famosa de España! ¡La suma sacerdotisa del «hay algo que te perturba, te inquieta, te atormenta»! Es la jugada maestra, la contradicción hecha formato. Es como si el CERN contratara a un chamán para alinear los chakras del colisionador de hadrones.
Nosotros, gracias a una fuente anónima que trabaja en el departamento de atrezo (y que nos debe un favor), hemos conseguido en exclusiva la transcripción «filtrada» de la que será la primera y, posiblemente, última sección de Esperanza en el programa.
TRANSCRIPCIÓN CLASIFICADA – «EL ORÁCULO DE LA HORMIGA» – PRIMERA EMISIÓN
LA ESCENA: El plató de El Hormiguero. Luces, música a todo trapo. Pablo Motos, con una camisa ajustada que grita «crisis de los 50», está exultante. En el centro, sentada en un trono de terciopelo morado, rodeada de velas y con una bola de cristal que emite un brillo sospechoso, está ESPERANZA GRACIA. Trancas y Barrancas asoman por la mesa, nerviosas.
PABLO MOTOS:
¡Esperanza, qué F-I-C-H-A-J-E! ¡Qué ILUSIÓN! ¡Millones y millones de personas en sus casas! ¡Esto es la bomba! Venga, sin rodeos, vamos a lo que importa. Tírale las cartas, los astros, el tarot… ¡lo que sea! ¡Léele el futuro a El Hormiguero! ¿Qué ven los astros para nosotros en esta temporada número 20?
ESPERANZA GRACIA: (Con su tono solemne y pausado, como si estuviera dictando una sentencia)
Pablo, querido… ¿hay algo que te perturba, te inquieta, te atormenta? Los astros son claros, pero a veces… caprichosos. Veo la carta de El Sol, el éxito, las audiencias… pero está invertida. Veo… veo a Júpiter, el planeta de la expansión, entrando con fuerza en la casa de las audiencias. ¡Una gran noticia! Pero cuidado, querido… también veo a Saturno, el gran maléfico, el planeta de las restricciones y los finales, haciendo una cuadratura muy fea con vuestra sección de ciencia.
PABLO MOTOS: (Su sonrisa empieza a flaquear)
Eso… eso es bueno, ¿no? Lo de Júpiter, digo.
ESPERANZA GRACIA: (Ignora la pregunta y clava su mirada en la mesa)
Y para vosotras… criaturitas de fieltro morado… para vosotras, Trancas y Barrancas, los astros me envían un mensaje claro. Veo el final de un ciclo. Veo un cambio. Veo… veo un almacén oscuro en los sótanos de Atresmedia… y a un directivo con traje diciendo: «¿Y si en lugar de estas marionetas ponemos a un TikToker que haga challenges con influencers? Nos sale más barato y nos trae al público joven».
(Trancas y Barrancas se miran, aterrorizadas, y se esconden lentamente bajo la mesa. Solo se ven sus antenitas temblando).
ESPERANZA GRACIA: (Ahora mira hacia el rincón donde Marron prepara sus experimentos)
Para la ciencia… para ti, querido Marron… veo una explosión. Pero no de las controladas, no de las que hacen risa. Veo mucho bicarbonato, una reacción en cadena inesperada, una ceja chamuscada y un seguro de responsabilidad civil que, de repente, se declara insolvente. Los astros me aconsejan encarecidamente que actualicéis los extintores. Y que te pongas casco.
PABLO MOTOS: (Sudando visiblemente, se ajusta la camisa)
Bueno, bueno, Esperanza, qué cosas dicen los astros, ¿eh? ¡Jajaja! Pero para mí, para el programa en general… ¿larga vida, no?
ESPERANZA GRACIA: (Cierra los ojos, se concentra profundamente. Un silencio glacial inunda el plató).
Para ti, Pablo… Los astros me muestran una pantalla. La pantalla de un móvil. Veo a un joven con millones de seguidores, en su cuarto, con luces de neón. Está reaccionando a uno de tus bailes. Y lo llama… consulta unas notas invisibles… lo llama «el baile del boomer». Se hace viral. Pero no de la forma que a ti te gustaría. Los astros dicen que la renovación es inevitable, que el tiempo no perdona. Y que a veces, la renovación, Pablo… es otro presentador.
EL SILENCIO Y LA SENTENCIA
El silencio que cayó sobre el plató de El Hormiguero no fue un silencio normal. Fue un silencio denso, pesado, de esos que absorben el sonido y hasta la luz. Un silencio que se podría cortar con un cuchillo. La sonrisa de Pablo Motos, esa sonrisa patentada que ha sobrevivido a dos décadas de entrevistas, explosiones y bailes, se quedó congelada en su rostro. Era una máscara de cera, el fotograma final de un programa al que, de repente, se le hubiera ido la señal para siempre.
Trancas y Barrancas no volvieron a asomar la cabeza. Se rumorea que aprovecharon la confusión para iniciar una nueva vida como calcetines anónimos. Marron, por su parte, empezó a buscar discretamente la salida de emergencia más cercana.
En ese instante, todos los presentes en aquel plató comprendieron la verdadera naturaleza de aquel fichaje. Esperanza Gracia no había sido contratada para hablar de Acuario o de si los Tauro encontrarán el amor en otoño. No. Había sido contratada, consciente o inconscientemente, como el oráculo de Delfos, como la Parca que viene a tejer el final del hilo.
LA CONCLUSIÓN DEL ABSURDÓLOGO
Y aquí, desde mi humilde consulta, mi diagnóstico final es claro: Esperanza Gracia no ha venido a El Hormiguero a predecir el futuro; ha venido, simplemente, a recordárselo. Ha venido a ser la voz, solemne y pausada, de lo que todos en la industria de la televisión saben pero nadie se atreve a decir en voz alta.
Ha venido a recordarles que el tiempo pasa, inexorable. Que las audiencias cambian, que los jóvenes ya no ven la tele, sino que la «reaccionan». Que el trono del entretenimiento es un lugar inestable y que siempre hay un príncipe más joven y con más seguidores en TikTok esperando para darte la patada.
Esperanza Gracia, con su bola de cristal y su baraja de tarot, ha sido el espejo en el que el programa se ha visto reflejado. Y la imagen que ha devuelto no ha sido la de un líder de audiencia, sino la de un rey envejecido al que sus propios bufones (y sus propios competidores) le están empezando a perder el respeto.
Porque no hay carta astral más implacable, ni conjunción planetaria más temible, que la fría y despiadada curva del share. Y contra eso, queridos amigos, ni la ciencia de Marron, ni los chistes de Trancas, ni la agenda de invitados de Hollywood pueden hacer absolutamente nada.