Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy nos ponemos la gorra de comentarista deportivo para retransmitirles el inicio de la competición más emocionante y, a la vez, más deprimente de nuestro país: la Liga Anual del Colapso Sanitario, edición MIR 2025. ¡El ambiente en los estadios (los centros de salud) es de una tensión que se corta con un bisturí!
¡Y arranca el partido! El balón, un informe con miles de plazas de Médico Interno Residente sin cubrir, está en el centro del campo. Especialmente sangrante es el resultado en la categoría de Medicina de Familia, esa disciplina heroica que consiste en atender a 3.000 pacientes, desde un catarro a una crisis existencial, con quince minutos por cabeza. En las regiones de la España Vaciada, el marcador es desolador: gradas vacías, vestuarios sin médicos.
Y ahora, veamos la estrategia de los equipos.
En la banda local, tenemos a los entrenadores de los equipos autonómicos, los Consejeros de Sanidad F.C. Su táctica es clara: el «autobús defensivo». Se atrincheran en su área y achican balones. En la rueda de prensa post-partido, el entrenador del C.D. Queja Castellana declara: «Es una vergüenza. El Ministerio no nos financia. Jugamos con diez menos desde el minuto uno. ¡Así no se puede!». Por su parte, el míster de la A.D. Recorte Aragonés añade: «Faltan médicos en toda Europa. No es culpa nuestra. Hemos hecho todo lo posible, pero los jugadores no quieren venir a nuestro club».
En la banda visitante, el entrenador del equipo nacional, el Ministerio United, con su estrella, la Ministra de Sanidad, a la cabeza. Su estrategia es la del «tiquitaca burocrático»: mucho pase en corto, mucha posesión del balón, pero cero tiros a puerta. Tras el partido, la Ministra declara: «Hemos convocado el mayor número de plazas de la historia. El problema es de las comunidades, que ofrecen malos contratos y condiciones precarias. Les pasamos el balón y ellos no saben qué hacer con él».
Y el árbitro, ¿dónde está el árbitro? El árbitro, que vendría a ser la Planificación a Largo Plazo, fue expulsado en la primera jornada, allá por 1998, y nunca más se le ha vuelto a ver por el terreno de juego.
Mientras tanto, en las gradas, la afición (usted y yo, los pacientes) abuchea. Llevamos años en una lista de espera que es más larga que la filmografía de Fernando Esteso. Vemos cómo los médicos que formamos con nuestro dinero se van a Alemania o a Portugal, donde el contrato no es de «martes y jueves si no llueve». Vemos cómo nuestro centro de salud tiene un solo médico para todo el pueblo, un héroe que hace más horas que un reloj y que tiene la misma probabilidad de cogerse vacaciones que de ver a un unicornio.
Y en medio de este partido de la vergüenza, nadie habla de lo importante. Nadie habla de dignificar la Atención Primaria. Nadie habla de ofrecer contratos estables y sueldos decentes para que los jóvenes médicos no vean más atractivo irse a la campiña inglesa que a un pueblo de Soria. Nadie habla de planificar las necesidades de especialistas a diez años vista.
No. Es mucho más fácil salir en la tele, poner cara de preocupación, culpar al de enfrente y prometer la creación de una «comisión de estudio» que emitirá sus conclusiones en 2035, justo a tiempo para la siguiente crisis.
Así que, mientras ellos juegan su liga particular, la de escurrir el bulto, el sistema sanitario se desangra en la camilla. El partido de hoy ha terminado, como siempre, en empate a cero. Cero soluciones, cero responsabilidades, cero planificación. Y los únicos que perdemos, como siempre, somos los que estamos en la grada, esperando que alguien, algún día, decida jugar a nuestro favor. Pero me da que esa temporada aún no ha empezado.