Réquiem por una Valla: España y Reino Unido Acuerdan Derribar la Verja de Gibraltar, Dejándonos Huérfanos de Nuestro Enfado Favorito.

Caricatura satírica de un funeral por la verja de Gibraltar, con 'cuñados' españoles llorando la pérdida de su tema de queja favorito.

Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy nos embarga una profunda tristeza. Con el corazón en un puño y la voz quebrada por la emoción, tenemos que comunicar una noticia que nos deja un poco más solos, un poco más vacíos. Hoy, amigos, ha muerto un símbolo. Hoy despedimos a una compañera de fatigas, a una fuente inagotable de debates y a la madre de todas nuestras tertulias de bar. Hoy tenemos que decir adiós a la Verja de Gibraltar.

En un acto de incomprensible sensatez, los gobiernos de España y el Reino Unido han decidido que ya está bien de tener un trozo de metal oxidado separando a la gente. Van a derribarla. Hablan de «zona de prosperidad compartida», de «facilitar la vida a los trabajadores», de «integración en el espacio Schengen»… Palabrería. Lo que no nos dicen es la verdad: nos han dejado huérfanos. Nos han quitado nuestro juguete.

Porque, seamos sinceros, ¿qué era la Verja de Gibraltar? No era una simple frontera. ¡Era una institución! Era el pilar sobre el que se sustentaba el 80% de las conversaciones de cuñados de este país. Era ese tema de conversación infalible que podías sacar en una boda para evitar hablar de política. «¿Gibraltar español?», decías, y ya tenías a tu tío Manolo y a tu primo Javier enzarzados en una discusión histórica que duraba hasta los postres.

La Verja era nuestra excusa perfecta. ¿Que la economía iba mal? ¡Culpa de los llanitos y su paraíso fiscal! ¿Que perdíamos al fútbol? ¡Seguro que el árbitro era de Gibraltar! ¿Que llovía en Semana Santa? ¡Son los monos, que nos tienen manía! Era el villano perfecto: extranjero, un poco pirata y lo suficientemente pequeño como para que pudiéramos meternos con él sin miedo a que nos devolviera la hostia.

Durante generaciones, la Verja ha sido nuestra Moby Dick, nuestro Grial, nuestra razón de ser como ofendidos históricos. Y ahora, ¿qué? ¿De qué vamos a hablar ahora en la barra del bar? ¿Del tiempo? ¿De lo caro que está el aceite? ¡Qué vulgaridad!

Hemos salido a la calle para entrevistar a los primeros «afectados» por esta tragedia nacional.

Manolo, 72 años, jubilado y experto en geopolítica de tasca: «Estoy desolado. Llevo 40 años viniendo a este bar a arreglar lo de Gibraltar. Era mi rutina. Ahora me siento vacío. ¿Qué hago? ¿Me pongo a arreglar lo de la financiación autonómica? ¡Eso es muy complicado!».

Puri, 65 años, ama de casa: «A mí me da mucha pena. Mi marido, cada vez que salía el Peñón en las noticias, se ponía a gritarle a la tele y así ya se quedaba tranquilo para toda la semana. Ahora me temo que la va a tomar conmigo».

José, 45 años, historiador aficionado: «Es el fin de una era. Yo tenía una presentación en PowerPoint de 200 diapositivas sobre el Tratado de Utrecht que era la sensación en las cenas de amigos. Ahora tendré que hablar de mis hijos, y son un coñazo».

Esto es un drama nacional. Los políticos, en su afán por solucionar problemas reales, no se han dado cuenta de que nos han creado uno mucho más profundo: una crisis de identidad. Nos han quitado al enemigo. Nos han dejado sin nuestro «Y tú más» favorito.

Así que, desde esta humilde tribuna, un último adiós. Adiós, querida Verja. Gracias por tantos años de servicio a la patria. Gracias por darnos un motivo para fruncir el ceño y sentirnos indignados. Siempre estarás en nuestros corazones, en nuestros mapas y, sobre todo, en ese rincón de nuestra alma que siempre, siempre, recordará que Gibraltar es español. Aunque ya no haya una valla que nos lo recuerde.

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