Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos que anunciar un avance médico-criminalístico revolucionario que cambiará para siempre la forma en que entendemos la violencia. Olviden los complejos análisis sociológicos, olviden el debate sobre la pobreza o la marginación. El genio político y epidemiólogo aficionado, Robert F. Kennedy Jr., ha encontrado al verdadero culpable de los tiroteos masivos en Estados Unidos. Y no, no es el rifle de asalto AR-15 que se vende en el supermercado entre los cereales y la leche. ¡No, por favor, qué simpleza! El verdadero enemigo es… el Prozac.
¡Es una genialidad! ¡Una pirueta argumental tan espectacular que ha dejado a la lógica en silla de ruedas! Durante décadas, hemos estado equivocados, buscando respuestas en el lugar incorrecto. Ahora, por fin, tenemos la verdad.
Por ello, nos sumamos a la causa con una nueva campaña de salud pública inspirada en esta brillante teoría:
¿SE SIENTE USTED TRISTE? ¿APÁTICO? ¿SIN GANAS DE NADA?
¿Ha notado últimamente una preocupante falta de masacres en su agenda semanal?
¡CUIDADO! Podría ser culpa de su tratamiento antidepresivo. Se ha demostrado que el consumo de ISRS puede llevarle a cometer actos de violencia inexplicables que, casualmente, siempre involucran un arma de fuego que usted ya tenía en el armario.
Hable con su médico. Y, ya de paso, mientras aclara lo de su medicación, deje el rifle semiautomático en casa. Por si las moscas.
La lógica del señor Kennedy es impecable. Es como culpar a los ceniceros del cáncer de pulmón. O a los tenedores de la obesidad. O a las señales de «Salida de Emergencia» de las estampidas en los conciertos. El objeto que está ahí cuando ocurre la tragedia debe ser el culpable, no el factor principal que la causa. Es una ciencia exacta.
Y ya que estamos, ¿por qué detenernos en los antidepresivos? Propongo crear una comisión parlamentaria para investigar otras posibles y urgentísimas causas de los tiroteos masivos en Estados Unidos:
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El gluten: Su efecto inflamatorio podría afectar al lóbulo frontal, responsable del control de los impulsos… de apretar el gatillo.
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Los pantalones demasiado apretados: La falta de riego sanguíneo en zonas estratégicas podría generar una irritabilidad que solo se calma con un cargador de 30 balas.
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El final de «Los Soprano»: Años de frustración acumulada por no saber qué pasó exactamente.
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La música de Nickelback: Francamente, esta es la más plausible de todas.
Todo esto, amigos, es un maravilloso espectáculo de ilusionismo. Es el truco de magia definitivo: mientras todo el mundo mira la pastillita que el mago agita en su mano, nadie se fija en el elefante que hay en la habitación. Un elefante enorme, furioso y que, en este caso, va armado hasta los dientes con un AR-15.
El debate real, el de un país con más armas que personas, el de una cultura que glorifica la violencia mientras estigmatiza la enfermedad mental, es demasiado complicado. Es mucho más fácil y mucho más rentable (sobre todo si recibes donaciones del lobby de las armas) encontrar un villano nuevo y exótico.
Así que, enhorabuena, señor Kennedy. Ha logrado lo imposible. Ha conseguido que, en un debate sobre por qué la gente se mata a tiros, el arma de fuego sea un mero actor secundario. Un extra sin frase. Y eso, amigos, no es política. Es magia. Magia negra, pero magia al fin y al cabo.