Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy nos vestimos de gala para analizar el estreno cinematográfico de la temporada. Una película esperadísima, rodada en la exótica localización de Bruselas, que ha llegado a nuestras pantallas bajo el título provisional de «El Abrazo de Bruselas». El filme, dirigido y protagonizado por Pedro Sánchez con la colaboración especial de Carles Puigdemont, ha generado un debate sin precedentes. De hecho, ha ocurrido un fenómeno fascinante digno de estudio: parece que cada espectador ha visto una película completamente diferente.
Bienvenidos al efecto Rashomon de la política española. Un mismo hecho —dos señores se reúnen en una sala para hablar de sus cosas— ha sido interpretado de formas tan radicalmente opuestas que uno duda de su propia percepción de la realidad. Para arrojar un poco de luz, hemos recopilado las críticas de los principales medios especializados.
CRÍTICA DEL «DIARIO EL PATRIOTA» (Línea editorial: PP)
Título: Una Lenta y Agónica Traición en Dos Actos.
Puntuación: (0/5 estrellas. Le damos una por la calidad del catering).
«Estamos ante un thriller de terror psicológico que dejará al espectador con el alma helada. El director, Pedro Sánchez, somete a la nación española a una humillación insoportable en una trama que solo puede acabar en desastre. La fotografía, oscura y opresiva, refleja a la perfección la atmósfera de rendición que se respira en cada fotograma. El guion es un cúmulo de concesiones inaceptables, una lenta agonía que culmina en una escena final, la de la foto, que pasará a los anales de la infamia. El protagonista, Sánchez, interpreta su papel de traidor con una naturalidad que asusta. Sales del cine con un nudo en el estómago y unas ganas irrefrenables de reconquistar algo, lo que sea. Una película no apta para patriotas con problemas de corazón.»
CRÍTICA DE «LA COMUNA PROGRESISTA» (Línea editorial: Sumar)
Título: Mucho Ruido y Pocas Nueces (de Macadamia Belga).
Puntuación: (2/5 estrellas. Prometía, pero se queda en un «quiero y no puedo»).
«El director nos presentaba un drama intimista con un potencial enorme, pero que se queda corto en su ejecución. La película prometía un diálogo profundo, un ‘tour de force’ actoral entre dos personajes antagónicos, y al final se ha quedado en un cortometraje con mucho silencio incómodo y miradas al infinito. Esperábamos más desarrollo de los personajes, más chicha, más conflicto. Al final, da la sensación de que ha sido un simple ‘cafecito’, un encuentro para la foto que no avanza realmente en la trama principal. Le faltó diálogo, le sobró solemnidad. Esperamos que en la secuela (los Presupuestos) haya más acción. De momento, nos deja un poco fríos.»
CRÍTICA DE «EL BOLETÍN DEL OFICIALISMO» (Línea editorial: PSOE)
Título: Una Valiente Oda al Diálogo. Obra Maestra.
Puntuación: (5/5 estrellas. Y si hubiera seis, también se las daríamos).
«Estamos ante una obra maestra de la diplomacia cinematográfica. Una película valiente, compleja y profundamente conmovedora que explora las complejidades del diálogo, la reconciliación y la construcción de un futuro compartido. El director, en un alarde de riesgo y visión de Estado, nos regala una puesta en escena sobria pero cargada de significado. El protagonista, Pedro Sánchez, está simplemente soberbio en su papel de hombre de Estado, un líder capaz de tender puentes donde otros solo ven abismos. La química con su coprotagonista, Puigdemont, es palpable. Es una película que pasará a la historia, un faro de esperanza en tiempos de crispación. ¡Directa a por el Goya a la Mejor Película y al Nobel de la Paz!».
Y esta, amigos, es la gloriosa esquizofrenia de la política española. Tres críticas, tres películas, un solo hecho. La realidad ha dejado de importar. Ya no analizamos lo que pasa, analizamos el relato de lo que pasa. Cada partido ha construido su propia narrativa, su propio género cinematográfico, y se lo vende a sus fieles, que lo consumen con la misma fe con la que un hincha defiende los colores de su equipo.
El problema es que, mientras los críticos de cine se pelean en las tertulias, el espectador, es decir, usted y yo, sale del cine un poco confundido. No sabe muy bien si ha visto una película de terror, un drama aburrido o una obra maestra. Lo único que sabe, con esa intuición que da pagar impuestos, es que la película ha tenido que ser carísima.
Y tiene la extraña y persistente sensación de que, al final, la entrada, las palomitas y el refresco grande, como siempre, le va a tocar pagarlos a él.