Manual de Gestión de Incendios de la Junta de CyL: Si tu Casa Arde, lo Primero es no Cogerle el Teléfono al Bombero.

Caricatura satírica de un político de la Junta de Castilla y León tapándose los oídos mientras un agente forestal le advierte de un incendio.

Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos que analizar una nueva y revolucionaria estrategia de gestión de emergencias. Es audaz, es innovadora y, sobre todo, es profundamente desconcertante. Ha sido desarrollada en los prestigiosos laboratorios de ideas de la Junta de Castilla y León. El principio es simple: cuando el infierno se desate en tus montes, y profesionales cualificados se ofrezcan a ayudar, ignóralos.

Para que comprendan la genialidad de esta doctrina, hemos conseguido en exclusiva la transcripción de una llamada real (o que podría serlo perfectamente) entre un agente forestal voluntario y la centralita de gestión de crisis.

(Sonido de teléfono. Cuatro tonos. Entra una musiquita de ascensor versión jota castellana)

Voz de la Centralita: «Junta de Castilla y León, buenos días. Si desea quejarse de los incendios, su queja ha sido registrada. Si desea saber si su pueblo ya ha ardido, por favor, consulte las noticias. Para todo lo demás, espere».

Agente Forestal: «¡Hola, buenos días! Soy el agente García, del retén de Zamora. Estoy de vacaciones en Benidorm, pero acabo de ver las noticias. La Sierra de la Culebra está ardiendo otra vez. Quiero reincorporarme voluntariamente. Estoy listo para salir para allá ahora mismo».

Centralita: «Un momento, por favor… ¿García, me dice? No me consta que esté usted de servicio hoy».

Agente Forestal: «No, claro que no, por eso le llamo. ¡Quiero volver! ¡Soy bombero forestal y mi provincia está en llamas! Mándeme a la primera línea».

Centralita: «Entiendo su… proactividad, señor García. Agradecemos su interés. No obstante, según nuestros protocolos de optimización de recursos humanos, ahora mismo todos los efectivos están cubiertos».

Agente Forestal: «¡Pero cómo que están cubiertos! ¡Si estoy viendo en la tele que el fuego está descontrolado y que los compañeros están desbordados! ¡Necesitan manos!».

Centralita: «La situación, según nuestro último informe de las tres de la tarde, se encuentra en una fase de ‘evaluación dinámica’. No podemos incorporar nuevos efectivos sin un análisis previo del impacto de su reincorporación en el cuadrante vacacional del próximo trimestre».

Agente Forestal: «¡Pero se está quemando el monte! ¡Y las casas! ¿Qué cuadrante ni qué niño muerto?».

Centralita: «Señor García, le ruego que no interrumpa su merecido descanso. La Junta vela por el bienestar de sus trabajadores. Además, ahora mismo nos sería imposible tramitar su alta. El funcionario encargado de las reincorporaciones voluntarias… está de vacaciones».

(Clic. La musiquita de la jota vuelve a sonar)

Esto, amigos, es la cumbre del arte de la gestión. Tienes la casa en llamas. El fuego avanza. Y un grupo de tus mejores bomberos, que están en la playa, te llaman para decirte: «¡Oye, que dejamos la toalla y vamos para allá a echar una mano!». ¿Y tú qué les contestas? «No, gracias, que no quiero estropearos las vacaciones. Ya si eso, cuando volváis en septiembre, si queda algo por apagar, os aviso».

Es un nivel de soberbia y desconexión con la realidad que roza lo patológico. Pero detrás de esta aparente estupidez, se esconde una lógica política impecable. Porque el problema, para la Junta de Castilla y León, no era el fuego. El problema era la foto.

Aceptar la ayuda de tus propios trabajadores que están de vacaciones es admitir públicamente dos cosas: primero, que vas hasta el cuello de mierda. Y segundo, que no tienes suficientes medios para afrontarlo. Y eso, para un gobierno que basa su imagen en la fortaleza y la buena gestión, es un suicidio político.

Así que la ecuación es simple. No es que no quisieran más ayuda, es que no querían que se notara que la necesitaban. Prefieren que arda una hectárea más a que un titular de periódico diga: «La Junta, desbordada, tiene que llamar a los que estaban de vacaciones».

Y así es como se gestiona una crisis en la España del siglo XXI. No se gestiona el problema, se gestiona el relato. No se apaga el fuego, se intenta apagar la mala prensa. Y mientras, los verdaderos héroes, los que están en el monte dejándose la piel y los que quieren estarlo y no les dejan, asisten con una mezcla de rabia e impotencia a este espectáculo bochornoso.

El monte, al final, se apagará. O se acabará. Pero la humareda de la incompetencia y la soberbia política, me temo, tardará mucho más en disiparse.

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