Crónicas de un Planeta en Llamas: Guía de Supervivencia para el Fin de Semana del Apocalipsis.

Caricatura de líderes mundiales jugando a un 'Risk' en llamas, como sátira de los conflictos geopolíticos actuales.

Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, a menudo nos quejamos de la política nacional, de nuestros pequeños dramas locales, de si el vecino hace ruido o de si el alcalde ha puesto una rotonda fea. Pero a veces, amigos, hay que levantar la vista, mirar el panorama global y llegar a una conclusión tranquilizadora: el mundo entero está infinitamente más jodido que nosotros. Bienvenidos a nuestro tour semanal por el manicomio planetario, un viaje a los distintos frentes de un planeta que ha decidido que la paz era, francamente, un poco aburrida.

Capítulo 1: El Escudo de Papel y la Guerra de los PowerPoints (Frente de Oriente Medio).

Empecemos nuestro viaje en Oriente Medio, esa región con la estabilidad de un flan en una lavadora. Durante años, Israel nos ha vendido su Cúpula de Hierro como el milagro tecnológico definitivo. Un escudo antimisiles infalible, una maravilla de la ingeniería capaz de detener cohetes con la misma facilidad con la que un portero de discoteca para a un tipo en zapatillas. Era la guerra del futuro: limpia, tecnológica, quirúrgica. Una guerra que se ganaba con algoritmos y PowerPoints.

Pues bien, esta semana, la realidad, que es una señora muy terca, ha decidido darle una bofetada a los PowerPoints. El escudo ha fallado. Estrepitosamente. Varios misiles han impactado donde no debían, recordándonos una lección muy simple que en Occidente parecemos olvidar a menudo: la guerra no es un videojuego.

No importa cuántos drones tengas o cuán inteligente sea tu software. Al final, la guerra sigue siendo una cosa sucia, caótica e impredecible. La Cúpula de Hierro es un símbolo perfecto de la mentalidad occidental moderna: la creencia de que podemos externalizar nuestra seguridad a una máquina, a un algoritmo, y olvidarnos del problema. Y esta semana hemos descubierto que el algoritmo, a veces, también tiene un mal día.

Y mientras el escudo se tomaba un descanso, la operación militar sobre el terreno, por supuesto, continuaba. El ejército israelí ha anunciado, con la frialdad de un contable cerrando el balance del mes, que ya «controla el 40% de Gaza». «Controlar». Qué palabra tan curiosa para describir un paisaje de ruinas y desolación. No controlan un territorio, controlan un solar. Pero «controlar el 40% del solar» suena menos bien en la rueda de prensa. La «operación», nos aseguran, continuará. Una frase abierta, llena de posibilidades. Una promesa de que el infierno, lejos de terminar, solo ha completado su primera fase.

Capítulo 2: La Gran Guerra Europea (que se Libra en los Despachos y se Pierde en las Fábricas).

Dejemos el calor de Oriente Medio y viajemos a la fría y decidida Europa. ¡Aquí sí que hay determinación! ¡Aquí sí que hay agallas! La Unión Europea, en un arrebato de testosterona burocrática, ha anunciado que se prepara para una «guerra total» con Rusia. ¡Guerra total! Suena a Churchill, a Stalingrado, a sacrificio y a gloria.

Pero, ¿con qué, exactamente, pensamos librar esa guerra total? Y aquí es donde la comedia empieza a superar a la épica. Porque mientras nuestros líderes en Bruselas pronuncian discursos que harían sonrojar a un general romano, la realidad de nuestra capacidad defensiva es, para ser finos, un poco deprimente.

Empecemos por la locomotora de Europa, el motor de nuestro continente: Alemania. El país de la eficiencia, de la ingeniería perfecta, de los coches que duran una eternidad. Pues bien, se ha descubierto que el ejército alemán, la Bundeswehr, tiene munición para, aproximadamente, dos días de combate.

Repitamos esto para que se entienda la magnitud del disparate. La mayor potencia económica de Europa, si entrara en una guerra de verdad, el miércoles por la tarde ya se habría quedado sin balas. Tendrían que empezar a tirarles a los rusos motores de Mercedes-Benz, que probablemente son más duros y fiables que sus misiles. La famosa «eficiencia alemana», al parecer, estaba de vacaciones cuando se firmaron los presupuestos de defensa de los últimos 30 años. Y ahora, cuando quieren fabricar más, descubren otra cosa maravillosa: que han desmantelado tanto su industria militar que tardarían años en producir una cantidad decente de proyectiles.

Pero no se preocupen, porque mientras los alemanes buscan balas debajo de los sofás, otros países del este tienen un plan. Lituania, ante la amenaza rusa, ha presentado su estrategia de defensa nacional. Y es de una simplicidad que roza la genialidad: van a poner piedras en el camino. Literalmente. Obstáculos físicos, dientes de dragón, erizos antitanque. Es una vuelta a las tácticas de la Segunda Guerra Mundial. Es como intentar detener a un ciberataque desenchufando el router.

Es la metáfora perfecta de la defensa europea: por un lado, una superpotencia industrial que no tiene munición. Por otro, un país pequeño pero valiente que se prepara para la Tercera Guerra Mundial con las mismas herramientas con las que se construye un muro de jardín.

Y mientras tanto, Vladimir Putin, desde el Kremlin, debe de estar mirando este espectáculo con una sonrisa. Porque él no necesita invadirnos. Le basta con cerrar la llave del gas. La «guerra total» de la UE duraría exactamente hasta que llegue la primera factura de la calefacción en invierno. Somos el boxeador que amenaza con un KO al rival, sin darse cuenta de que el rival es el que le está suministrando el oxígeno.

Capítulo 3: El Despertar del Samurái (con Misiles Nucleares).

Y mientras Europa hace el ridículo, en el otro lado del mundo, un gigante dormido ha decidido que ya está bien de tanta siesta. Japón, el país que tras la Segunda Guerra Mundial se convirtió en el paradigma del pacifismo, ha decidido que se acabó. Que sus vecinos (China, Corea del Norte, Rusia) son demasiado ruidosos y están jugando con cerillas demasiado cerca de su casa. Y ha decidido rearmarse.

Por primera vez desde 1945, Japón se está convirtiendo en una potencia militar de primer orden. Están construyendo portaaviones, comprando misiles de largo alcance, aumentando su presupuesto de defensa a niveles históricos. Es el fin de una era. El samurái ha vuelto. Pero ahora, en lugar de una katana, lleva un misil Tomahawk.

Es la prueba definitiva de que el mundo ha cambiado. El orden mundial que conocíamos, ese en el que EE. UU. era el policía global y los demás nos dedicábamos a nuestros asuntos, se ha ido al carajo. Ahora, es un sálvese quien pueda. Cada uno se busca la vida y se compra las armas más gordas que puede. Y cuando un país como Japón, con su historial y su potencia industrial, decide que el pacifismo ya no es una opción, es que la cosa está muy, muy fea.

Conclusión: Un Brindis en el Titanic.

Y esta, amigos, es la foto de nuestro planeta en llamas. Un lugar donde la tecnología más avanzada falla, donde las alianzas más poderosas son un castillo de naipes, donde los ejércitos más eficientes no tienen balas y donde los pacifistas se ven obligados a rearmarse.

Es un panorama desolador, sí. Pero no se preocupen. Porque mientras todo esto ocurre, nosotros, los ciudadanos, estamos a lo nuestro. Discutiendo sobre el último fichaje de la Kings League, sobre la boda de Taylor Swift o sobre si la nueva serie de Netflix sobre el asesino de las lámparas es para verla cenando o mejor después.

Porque esa es la verdadera genialidad de nuestro tiempo. El circo es tan bueno, tan entretenido y tan absorbente, que ya casi no oímos el crujir de las llamas. Y nuestros líderes, que lo saben, se dedican a echarnos más leña al fuego del entretenimiento, mientras el de verdad, el que quema, se acerca cada vez más a nuestra puerta.

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