Desde la redacción de AbsurdoTech, la sección de cacharros y despropósitos del No-Noticiario, hoy tenemos el placer de analizar el último grito en smart cities. Olviden los coches autónomos, olviden los drones de reparto. El futuro, amigos, ha llegado a Carballo (A Coruña) en forma de rotonda. Pero no una rotonda cualquiera. Una rotonda inteligente.
Un prodigio de la ingeniería, financiado con esos fondos europeos que caen del cielo como el maná, que ha costado la friolera de 300.000 euros. Prometía agilizar el tráfico, optimizar los flujos y, en general, convertir la conducción en una experiencia fluida y placentera. Y tras su primer día en funcionamiento, podemos decir que ha cumplido… exactamente lo contrario.
UNBOXING Y PRIMERAS IMPRESIONES
La Smart Roundabout 3000 (vamos a llamarla así, que viste más) llega con un packaging impresionante. Semáforos adaptativos, sensores de pavimento, cámaras de visión artificial… Tiene más tecnología que el coche fantástico. El diseño es futurista. Las luces LED de bajo consumo le dan un aire de discoteca al atardecer que es una delicia. A primera vista, es un 10/10.
PUESTA EN MARCHA Y EXPERIENCIA DE USUARIO
Y entonces, intentas usarla.
La experiencia de usuario es… inolvidable. El primer día laborable, la «inteligencia» de la rotonda decidió que la mejor forma de agilizar el tráfico era poner todos los semáforos en rojo a la vez. Una decisión audaz. El resultado fue un atasco kilométrico, una sinfonía de bocinazos y un nivel de crispación que no se veía en la comarca desde la última final de la Copa do Rei.
La rotonda, en su infinita sabiduría artificial, parece haber sido programada con un algoritmo diseñado por un enemigo personal del pueblo de Carballo. Su lógica es inescrutable. Detecta un coche acercándose y, en lugar de darle paso, parece que piensa: «Uhm, un humano. Voy a hacerle la vida imposible». Y le pone el semáforo en rojo. Luego, cuando no hay nadie, los pone todos en verde, en una especie de fiesta de la clorofila lumínica para los gorriones.
Hemos hablado con algunos de los beta testers (los sufridos conductores de Carballo) y sus testimonios son elocuentes:
«Antes, con la rotonda de toda la vida, la del seto en medio, tardaba tres minutos en cruzar. Ahora tardo veinte. Y llego al trabajo con una úlcera. Pero, oye, es una rotonda ‘europea’. Algo bueno tendrá». – Manuel, 52 años, comercial.
«Ayer el semáforo se me quedó en ámbar parpadeando durante diez minutos. No sabía si pasar, si parar, si rezar un padrenuestro. Al final apagué el coche y me puse a leer el periódico. Fue un momento de paz inesperado». – María, 38 años, profesora.
ANÁLISIS TÉCNICO
El problema, amigos, no es la tecnología. El problema es la filosofía que hay detrás. Es la obsesión de nuestros políticos por la subvención. Les llega un fondo europeo para «proyectos de innovación y sostenibilidad», y se les enciende la bombilla. ¿Para qué arreglar el bache de la calle de al lado, que es lo que de verdad hace falta? ¡No! ¡Eso no es innovador! ¡Eso no sale en la foto!
Lo que mola es montar una «rotonda inteligente». Aunque no haga ninguna falta. Aunque sea peor que la solución anterior. No importa si funciona. Lo importante es que sea «inteligente», «sostenible», que tenga un nombre en inglés y que nos permita poner un cartel bien grande que diga: «ESTA CHAPUZA HA SIDO FINANCIADA POR LA UNIÓN EUROPEA».
Es la solución buscando un problema. Han gastado el presupuesto de un año en un gadget tecnológico carísimo que hace peor un trabajo que antes hacía un simple trozo de asfalto. Es como comprarte un robot de cocina de 3.000 euros para descubrir que hace las croquetas peor que tu abuela con un tenedor.
VEREDICTO FINAL
La Smart Roundabout 3000 es un monumento a la incompetencia y al despilfarro. Es la prueba de que, a veces, la solución más «inteligente» es, simplemente, la más tonta.
Nuestra valoración en AbsurdoTech:
1/10
Le damos un punto porque, hay que reconocerlo, las luces de los semáforos son de bajo consumo y, por la noche, queda muy bonita. Como obra de arte conceptual sobre la parálisis, es inmejorable. Como rotonda, es un desastre.
Nuestra recomendación: desconéctenla. Dejen los semáforos en ámbar parpadeando para siempre. O, mejor aún, vuelvan a poner el seto. Era menos smart, pero bastante más inteligente.