DESPACHO URGENTE DEL ABSURDÓLOGO DE GUARDIA – FRENTE JUDICIAL
Aquí su corresponsal, informando desde un lugar donde el aire huele a papel viejo y a ultimátum. Olviden las guerras lejanas, olviden las trifulcas parlamentarias. La verdadera guerra civil, la que amenaza con paralizar el país hasta sus cimientos, está a punto de estallar. Damas y caballeros, bienvenidos a la Gran Guerra de Togas.
Día 1 del Asedio: Las trincheras están cavadas en los pasillos de la Audiencia Nacional. Las siete principales asociaciones de jueces y fiscales, en un acto sin precedentes que es el equivalente a que el Real Madrid y el Barça saquen un comunicado conjunto, han dicho BASTA. Han puesto una fecha en el calendario: el 1 de octubre. Si para entonces el PSOE y el PP no han renovado el Consejo General del Poder Judicial, ese organismo cuyo nombre suena a cosa importantísima y que lleva caducado más tiempo que un yogur encontrado al fondo de la nevera, activarán la opción nuclear: huelga indefinida.
¡Huelga indefinida de jueces y fiscales! ¡Es el apocalipsis! Es como si los médicos se declararan en huelga de curar. O como si los panaderos se declararan en huelga de hacer pan. Es la constatación de que uno de los tres poderes del Estado se ha declarado, oficialmente, en bancarrota funcional.
LOS ANTECEDENTES DEL CONFLICTO (O LA CRÓNICA DE UN COLAPSO ANUNCIADO)
Para entender cómo hemos llegado hasta aquí, hay que rebobinar. El CGPJ es, para que nos entendamos, el gobierno de los jueces. Y la Constitución, esa novela de ficción que todos citan pero pocos leen, dice que hay que renovarlo cada cinco años. Pues bien, el actual Consejo lleva casi siete años en funciones. Siete. Ha superado en duración a la carrera de Derecho de muchos de sus miembros.
¿Por qué? Porque nuestros brillantes líderes políticos, del PSOE y del PP, han convertido la renovación del CGPJ en su particular partida de Risk. No se trata de elegir a los mejores juristas. Se trata de colocar a «tus» juristas. De controlar el tablero judicial. Y como ninguno de los dos se fía un pelo del otro, han optado por la estrategia del niño pequeño: «¡Si no puedo poner a los míos, tú tampoco pones a los tuyos!». Y así, bloqueo tras bloqueo, año tras año, hemos llegado al colapso.
El sistema judicial, que ya de por sí se movía con la agilidad de un caracol con artrosis, está al borde del infarto. Faltan cientos de jueces por nombrar, los juzgados están atascados con montañas de papeles y la sensación de parálisis es total.
LA DECLARACIÓN DE GUERRA
Y los jueces, hartos de ser los cromos que los políticos se intercambian en despachos oscuros, han decidido inmolarse. Han amenazado con parar el país. Es un acto de desesperación, un «o lo arregláis, o lo quemamos todo».
La respuesta de los políticos, por supuesto, ha sido de una altura de miras conmovedora. Han desplegado su arma más letal, su estrategia más sofisticada: el «y tú más».
Desde el PP dicen: «¡La culpa es del PSOE, que quiere asaltar la justicia con sus secuaces!».
Desde el PSOE dicen: «¡La culpa es del PP, que secuestra las instituciones cuando no gobierna!».
Y mientras ellos se enzarzan en este apasionante debate, el edificio de la justicia se cae a trozos. Los ciudadanos, mientras tanto, observan el fuego cruzado desde la distancia de una lista de espera que ya dura tres años para un juicio por una linde.
¿QUÉ PODEMOS ESPERAR? (SPOILER: NADA BUENO)
Si el 1 de octubre nadie cede, entraremos en un territorio desconocido. Juicios suspendidos, investigaciones paralizadas, un caos administrativo que hará que los retrasos actuales nos parezcan la edad de oro de la celeridad judicial.
Será el triunfo definitivo de la irresponsabilidad política. La demostración de que, para nuestros líderes, su guerra de poder particular es más importante que el funcionamiento de un pilar fundamental de la democracia.
Así que, queridos lectores, prepárense. La temporada final de «Juego de Togas» promete ser épica. Habrá traiciones, habrá órdagos, habrá mucho drama. Lo único que, probablemente, no habrá, será justicia. Al menos, no para nosotros.