Recibimos en la consulta un mensaje escueto, casi un telegrama, enviado desde el epicentro del desastre doméstico.
Estimado Absurdólogo,
Ayer fue la Diada. Hoy es viernes. He abierto la nevera. Solo hay un limón con evidentes signos de depresión y medio brick de leche caducado. No tengo nada para cenar. Y lo peor, no tengo café para mañana. Doctor, ¿qué sentido tiene todo?
Atentamente,Un Superviviente del Día Después.
Estimado Superviviente,
Comprendo su dolor. Lo que usted está experimentando es el «Síndrome del Vacío Post-Festivo», una dolencia tan común como devastadora. Ayer, su mente estaba ocupada con grandes debates trascendentales: la identidad, la historia, el futuro de la nación. Hoy, la cruda realidad le ha dado una bofetada con la puerta abierta de un frigorífico desolado.
Ayer el problema era la unidad de España. Hoy el problema es qué va a cenar usted esta noche. Y, seamos sinceros, el segundo problema es infinitamente más urgente y real.
Este fenómeno es una de las grandes ironías de la vida moderna. Los días festivos, esos oasis de paz diseñados para que desconectemos, nos dejan completamente indefensos ante el día siguiente. Nos olvidamos de que somos seres mortales que necesitan alimentarse. Procrastinamos la tarea más fundamental para nuestra supervivencia: la compra en el supermercado.
Analicemos el proceso psicológico que le ha llevado a esta situación:
- La Víspera del Festivo (Fase de Euforia): Usted piensa: «¡Mañana fiesta! No pienso en nada. Me merezco un descanso». Ignora deliberadamente la menguante reserva de yogures y el hecho de que solo le queda una cápsula de café.
- El Día Festivo (Fase de Negación): Mientras el país debate sobre banderas, usted sobrevive a base de restos. Abre una lata de atún, se come esas galletas rancias del fondo del armario… Su cerebro le convence de que aún queda comida, aunque en realidad esté practicando una economía de guerra.
- El Día Después (Fase de la Cruda Realidad): Es hoy. Es ese momento a primera hora de la mañana en que, con la legaña pegada, abre la nevera esperando un milagro. Y lo que encuentra es el paisaje de un apocalipsis lácteo. Es un shock más grande que la propia manifestación del día anterior.
Y ahora, usted se enfrenta a una de las pruebas más duras para el ser humano contemporáneo: ir al supermercado un viernes por la tarde.
Permítame que le prepare para la batalla que le espera. El supermercado un viernes por la tarde no es un establecimiento comercial. Es una zona de guerra. Un ecosistema hostil donde se dan cita:
- Los Acaparadores del Fin de Semana: Familias enteras con dos carros de la compra llenos hasta los topes, como si se prepararan para un invierno nuclear.
- Los Indecisos del Yogur: Personas que pueden pasarse diez minutos paralizadas delante del lineal de los lácteos, sumidas en un mar de dudas existenciales sobre si elegir bífidus o kéfir.
- El Comando de la Tercera Edad: Jubilados que, por algún motivo misterioso, deciden que las seis de la tarde del viernes es el momento perfecto para hacer la compra de la semana, moviéndose por los pasillos a la velocidad de un glaciar.
Diagnóstico y Tratamiento
Usted no sufre de pereza, sufre de agotamiento existencial. La política nos agota, nos distrae de lo importante, y luego la vida nos recuerda que, sin café, no somos nadie.
Diagnóstico: Padece usted un caso agudo de «realidad post-festiva».
Tratamiento:
- Asuma la derrota. Va a tener que ir al supermercado. Póngase cómodo, coja unos auriculares y escuche un podcast sobre la cría del caracol. Le ayudará a abstraerse del caos.
- Haga una lista. No vaya a la aventura. Una incursión en territorio enemigo sin un plan es un suicidio.
- Vaya directo a los objetivos clave: Café, leche, pan. Lo demás es secundario. Ya volverá mañana con más calma (o no).
- Como medida preventiva para el futuro: declare el día antes de cada festivo como el «Día Oficial de Llenar la Nevera». Su «yo» del futuro se lo agradecerá.
No se preocupe, esto también pasará. Mañana será sábado y, con un poco de suerte y un café en el cuerpo, los grandes debates de la nación volverán a parecerle lejanos y absurdos. Como debe ser.
Atentamente,
El Absurdólogo de Guardia.
