La Sobremesa Tóxica: La Moncloa estrena cuenta de TikTok para «acercarse a los jóvenes

Caricatura de Pedro Sánchez y Óscar Puente haciendo un baile de TikTok en Moncloa, como sátira de su nueva estrategia de comunicación.

El Bisturí del Día

La Cita (El Vídeo):

(Descripción del vídeo) Un vídeo de 15 segundos grabado con un móvil en vertical. Música viral de fondo. Un rótulo que dice: «Te enseñamos los secretos de la Moncloa 😉». Vemos el Falcon, el despacho del presidente, un cameo de Pedro Sánchez saludando con un gesto un poco forzado y, como colofón, a Óscar Puente asomando la cabeza por una puerta y guiñando un ojo.

La Traducción del Absurdólogo:

«Hola, chavales. Somos el Gobierno. Hemos visto en un Powerpoint que usáis una cosa llamada ‘TikTok’. No tenemos ni puñetera idea de cómo funciona, pero nuestro asesor de comunicación de 25 años nos ha dicho que es aquí donde estáis. Así que hemos hecho este vídeo para que veáis que somos super guays y cercanos. Mirad, ¡el Falcon! ¡Y el presi! ¡Incluso hemos sacado a Óscar, que es nuestro experto en salseo! Por favor, dadnos ‘like’ y no os fijéis mucho en que el alquiler os come el sueldo o en que vuestro futuro laboral es más negro que el sobaco de un grillo. ¡Ah! Y votadnos, claro.»

El Veneno:

Hay algo profundamente trágico y, a la vez, irresistiblemente cómico en ver a una institución seria intentando hacerse la joven. Es como cuando tu padre se pone una gorra para atrás y empieza a usar la palabra «bro» para hablar contigo. Te da una mezcla de ternura y una vergüenza ajena tan intensa que desearías que te tragara la tierra. Pues bien, el Gobierno de España acaba de convertirse en nuestro padre intentando ser guay.

El estreno de la cuenta de TikTok de la Moncloa es la culminación de una estrategia que confunde «comunicar» con «hacer el payaso». Es la rendición final de la política a la dictadura del algoritmo. Ya no importa el mensaje, importa el formato. Ya no importa el contenido, importa el engagement. Ya no se trata de solucionar los problemas de los jóvenes, se trata de conseguir que te den un corazoncito mientras hacen scroll en el baño.

El vídeo es una obra maestra del «cringe». Nos enseñan los «entresijos» de Moncloa, que por lo visto son los mismos que los de la mansión de un influencer: el avión privado, el despacho con vistas y un par de famosos haciendo cameos. Es una glorificación de la burbuja en la que viven, presentada como un acto de «transparencia». No nos enseñan la sala donde se decide el recorte de las pensiones, nos enseñan el césped donde pasea el perro del presidente.

Y lo peor de todo es el insulto a la inteligencia de los jóvenes a los que, teóricamente, se dirigen. ¿De verdad creen que un chaval que no puede pagar una habitación va a sentirse más cercano al presidente porque le enseñe el Falcon en un vídeo de 15 segundos? ¿Piensan que la precariedad se cura con un guiño de Óscar Puente?

Esto no es acercarse a los jóvenes. Es infantilizarlos. Es tratarlos como a una masa de idiotas con déficit de atención a los que solo se les puede hablar con bailes y música de moda. Es la política convertida en un anuncio de refrescos. Y lo más triste es que, probablemente, les funcione. Porque en la era del clic, la vergüenza ajena, a veces, cotiza más que un buen argumento.

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