Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, buenos días. Justo a esta hora en la que el estómago empieza a pedir clemencia y la mente divaga con la idea del almuerzo, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha decidido darnos un bofetón de realidad que nos quite el hambre de golpe. Su último informe lo deja claro: la cesta de la compra ya se lleva, de media, el 35% del salario medio en España.
No es un dato, es una esquela. Es el epitafio de esa vieja y extraña costumbre que tenían nuestros padres llamada «llegar a fin de mes». Porque, amigos, ir al supermercado ha dejado de ser una aburrida tarea doméstica para convertirse en un emocionante deporte de riesgo. Una disciplina olímpica que requiere estrategia, fuerza, velocidad y, sobre todo, una capacidad pulmonar sobrehumana para aguantar la respiración en la línea de caja.
Analicemos las diferentes modalidades de esta nueva competición nacional:
1. El Sprint de los 100 Metros Lisos (Modalidad «Oferta del Día»).
Esta prueba requiere reflejos felinos y una falta total de escrúpulos. Consiste en localizar, a través del folleto de propaganda que te meten en el buzón, el producto estrella en oferta (ej: «¡Solo hoy, el kilo de pechuga de pollo a un precio que no volverás a ver hasta la próxima glaciación!»). El atleta debe llegar al supermercado a primera hora, correr por los pasillos esquivando a jubilados con sus carros-tanque y hacerse con el último paquete antes de que la marabunta lo arrase. Es una prueba de velocidad y de moralidad dudosa. ¿Empujarías a una anciana por el último solomillo al 50%? En la España de 2025, es una pregunta legítima.
2. El Levantamiento de Peso (Modalidad «Productos Familiares»).
Esta disciplina es para los más fuertes. El objetivo es conseguir llevar hasta la caja el formato «ahorro» de productos básicos como el aceite de girasol (ahora más preciado que el oro líquido), el saco de patatas o la sandía de 15 kilos que, casualmente, está en promoción. El atleta debe levantar la carga con una técnica depurada para evitar una hernia discal que, recordemos, la sanidad pública le curará dentro de nueve meses. Es una prueba de fuerza bruta y de planificación logística: ¿cómo metes esa sandía en una mochila de repartidor?
3. El Salto de Obstáculos (Modalidad «Pasillos de la Tentación»).
Aquí la fuerza es mental. El atleta debe recorrer el supermercado desde la entrada hasta la sección de productos básicos (convenientemente situada al final del todo) sin caer en ninguna de las trampas que la distribución ha puesto en su camino. Debe esquivar el pasillo de las galletas con un 70% de descuento (porque caducan mañana), ignorar la cabecera de góndola con esas cervezas artesanas que no necesitas pero que te miran con ojitos, y resistir la tentación de la sección de «caprichos» que te susurra al oído: «cómprame, te lo mereces». Ganar esta prueba significa llegar a la caja solo con lo que tenías en la lista. Nadie lo ha conseguido nunca.
4. La Apnea Financiera (Modalidad «El Paso por Caja»).
La prueba final. La más dura. Aquí es donde se separan los hombres de los niños. El atleta llega a la cinta de caja, deposita sus cuatro cosas (un brik de leche, una barra de pan, un yogur y ese pollo por el que casi pierde la dignidad) y se prepara para el momento de la verdad. Mientras la cajera, con la misma parsimonia de un funcionario de aduanas, va pasando los productos, el marcador digital empieza su ascenso implacable.
Es en ese momento cuando el atleta debe iniciar la técnica de la apnea. Coge aire. Contiene la respiración. Su ritmo cardíaco se dispara. Ve pasar su vida por delante. El marcador sube: 10€, 20€, 30€… ¿Cómo es posible? ¡Si solo llevo cuatro cosas! El sudor frío le recorre la nuca. Y justo cuando está a punto de desmayarse por la falta de oxígeno y el pánico existencial, la cajera dice el número final. El número que representa el 35% de su esfuerzo mensual. El atleta exhala, paga (a ser posible, con una tarjeta de crédito que ya echará humo a final de mes) y sale del supermercado, temblando pero vivo. Ha sobrevivido. Hasta la semana que viene.
Esto, que parece una broma, es la cruda realidad que confirma el informe de la OCU. Hemos normalizado que trabajar ya no sea suficiente para vivir, sino solo para sobrevivir. Hemos convertido un acto tan básico como alimentarse en una fuente de estrés y ansiedad. Y mientras tanto, los grandes de la distribución, como las eléctricas, anuncian beneficios récord.
Así que la próxima vez que vayan a la compra, no se sientan como un simple cliente. Siéntanse como lo que son: atletas de élite. Héroes anónimos que, cada semana, se juegan el sueldo en los pasillos de un Mercadona. Y eso, amigos, tiene mucho más mérito que ganar una medalla de oro.