Recibimos en la consulta una carta que refleja una confusión muy extendida, una auténtica encrucijada moral de nuestro tiempo.
Estimado Absurdólogo,
Estoy hecho un lío. El otro día leí en un periódico progre que unos activistas habían «recuperado un espacio» en un edificio abandonado de un banco para montar un centro social autogestionado, y todo el mundo en los comentarios aplaudía su valentía. Hoy, en un periódico conservador, leo que a un señor de 80 años le han okupado el piso de la playa mientras estaba en el hospital, y es una tragedia nacional.
Doctor, mi cerebro ha hecho cortocircuito. ¿Cómo sé cuándo una okupación es un acto de justicia social y cuándo es un delito deleznable? ¿Depende del peinado del okupa? ¿Hay un manual de instrucciones?
Atentamente,Un Propietario Perplejo.
Estimado Propietario Perplejo,
Su confusión es lógica y comprensible. Usted está intentando aplicar la razón a un asunto que, en la España moderna, ha abandonado el Código Penal para entrar en el brumoso terreno de la estética y la ideología. No se preocupe. Para eso estamos aquí. He preparado para usted la «Guía Rápida para la Okupación Socialmente Aceptada». Tome nota.
Una okupación se considera un acto de heroísmo revolucionario si cumple, al menos, tres de los siguientes cinco requisitos:
- El Inmueble Okupado Pertenece al «Enemigo»: Es fundamental que el edificio sea propiedad de un banco, un fondo buitre, una gran constructora o, en su defecto, de la Iglesia. Okupar la propiedad de un «ente opresor» no es un delito, es una expropiación popular. Sin embargo, si el propietario es un particular, un «pequeño tenedor» (término maravilloso que te hace sonar como un cubierto de postre), la cosa cambia. Especialmente si es un anciano adorable. Okupar el piso de un abuelito es de mal gusto y no queda nada bien en el reportaje.
- La Finalidad es «Cultural» y «Social»: No diga que ha okupado un sitio para tener un techo. Eso es de pobres. Diga que ha «recuperado un espacio» para «crear sinergias con el tejido asociativo del barrio». Organice inmediatamente un taller de macramé, un recital de poesía feminista o un curso de reparación de bicicletas. Aunque no vaya nadie, lo importante es la foto para Instagram. Si, por el contrario, su objetivo es poner una plantación de marihuana o alquilar las habitaciones en B, entonces usted no es un activista, es un mafioso.
- La Estética es Clave (o el «Factor Greñas»): Como usted bien intuye, el peinado importa. Si los okupas llevan rastas, ropa de segunda mano y una actitud de intelectuales anarquistas, son «activistas». Si llevan chándal, una gorra calada y cara de pocos amigos, son «delincuentes». Es una cuestión de branding. Unos luchan por un mundo mejor; los otros, por un sofá desde el que ver el fútbol.
- El Manifiesto: Toda okupación «buena» debe ir acompañada de un manifiesto. Un texto larguísimo, lleno de palabras como «neoliberalismo», «gentrificación» y «heteropatriarcado». Da igual que sea ininteligible. Su mera existencia eleva el acto de dar una patada en la puerta a la categoría de performance política. Si no hay manifiesto, no hay revolución. Hay allanamiento de morada.
- El Apoyo Mediático: La regla de oro. Si los medios de comunicación de una determinada cuerda ideológica deciden que su causa es justa, ¡enhorabuena! Es usted un héroe, un resistente, el nuevo Robin Hood del ladrillo. Si, por el contrario, deciden que es un delincuente, es usted escoria. La diferencia entre ser un «activista por el derecho a la vivienda» y un «jeta que vive por la cara» es, a menudo, una simple cuestión de línea editorial.
Diagnóstico y Tratamiento
Usted, mi querido amigo, sufre de «disonancia cognitiva inmobiliaria», provocada por la hipocresía de una sociedad que ha decidido que la propiedad privada es sagrada o un robo, dependiendo de quién sea el propietario.
Diagnóstico: Intenta usted aplicar una lógica universal a un problema que se juzga con una doble vara de medir del tamaño de la Giralda.
Tratamiento: Asuma la realidad. En la España de 2025, el delito no depende del acto, sino del relato. No se trata de lo que haces, sino de cómo lo cuentas y, sobre todo, de a quién se lo haces.
La próxima vez que lea una noticia sobre okupación, no se pregunte si es legal o ilegal. Pregúntese: ¿Hay un mural con un mensaje inspirador? ¿El propietario es un banco malvado? ¿Los okupas han escrito un manifiesto? Si la respuesta a todo es sí, puede aplaudir sin miedo. Si no, puede indignarse tranquilamente. Y así, querido amigo, habrá sobrevivido un día más en el maravilloso mundo del juicio moral a la carta.
Atentamente,
El Absurdólogo de Guardia.