Recibimos en la consulta una carta escrita con la urgencia de quien teme estar perdiendo la cabeza en un mundo que ha hecho de la sonrisa un imperativo categórico.
Estimado Absurdólogo,
No sé qué me pasa. Abro Instagram y veo a gente haciendo yoga al amanecer en Bali, escribiendo frases de Mr. Wonderful sobre tazas de té y hablando de «encontrar su paz interior». Mi ex-compañero de trabajo, el que se pasaba el día robando grapadoras, ahora es coach ontológico y da charlas sobre «abrazar tu vulnerabilidad».
Y mientras, yo. Yo me levanto con el sonido de la alarma, que parece una sirena antiaérea. Lucho en el metro como en el desembarco de Normandía. Aguanto ocho horas en un trabajo que me gusta menos que una patada en la espinilla. Y cuando llego a casa, lo único que quiero es tirarme en el sofá y ver vídeos de gente que se cae.
Doctor, yo no encuentro mi paz interior. De hecho, si mi paz interior fuera un lugar, sería un atasco en la M-30 a las siete de la tarde, con lluvia y un pinchazo. ¿Soy un fracasado? ¿Estoy roto? ¿Por qué no consigo ser feliz como todo el mundo?
Atentamente,Un Ansioso Sincero.
Estimado Ansioso Sincero,
Lo que le pasa a usted es una de las cosas más sanas y normales del mundo: está usted harto. Y permítame que le dé la enhorabuena, porque en la época que nos ha tocado vivir, estar harto no es un síntoma de locura, es un síntoma de que todavía le funciona el cerebro.
Usted no es un fracasado. Usted es una víctima de la nueva tiranía del siglo XXI: la dictadura del bienestar.
Hemos creado una nueva religión, la Iglesia de la Felicidad Obligatoria, cuyo primer mandamiento es «Sonreirás sobre todas las cosas». Es una fe que tiene sus propios profetas (los coaches), sus propios textos sagrados (los libros de autoayuda con portadas naranjas), sus propios rituales (el mindfulness) y, por supuesto, su propio infierno: admitir que estás hasta las narices.
Analicemos la estafa. El sistema nos vende un modelo de vida basado en la precariedad, la incertidumbre y la hiperconexión. Nos exprime en trabajos que odiamos, nos bombardea con malas noticias y nos mete en ciudades que son colmenas de estrés. Y cuando, como es lógico, nuestro sistema nervioso empieza a sacar humo y a oler a embrague quemado, ¿qué nos ofrece el propio sistema como solución?
No nos ofrece mejores salarios, ni más tiempo libre, ni trabajos con más sentido. ¡No! Nos ofrece una app de meditación por 9,99€ al mes.
La estrategia es diabólicamente brillante. Te vendo la enfermedad y luego te vendo la tirita. Te creo un problema estructural y te ofrezco una solución individual. La culpa, de repente, es tuya. ¿Estás estresado por tu trabajo de mierda? No es que el trabajo sea una mierda, es que «no sabes gestionar tu estrés». ¿Estás ansioso por no llegar a fin de mes? No es que el sistema sea precario, es que «no vibras en la abundancia». ¿Estás de mala leche porque todo es un caos? Es que «te falta paz interior».
Te han convencido de que tu malestar es un fallo personal, no una reacción lógica a un entorno de locos.
Y en esta farsa, las redes sociales son el gran púlpito. Instagram se ha convertido en el escaparate de la felicidad impostada. Nadie publica una foto de su cara de lunes por la mañana. Nadie sube una story de la reunión de la comunidad de vecinos. No. La gente publica su mejor ángulo, su viaje más exótico y su desayuno más fotogénico. Es un concurso para ver quién finge mejor que tiene la vida resuelta. Y claro, tú miras eso desde tu sofá, con el pijama lleno de manchas, y piensas que eres un desgraciado.
Diagnóstico y Tratamiento
Lo que usted padece, mi querido amigo, no es un trastorno. Es un despertar. Es la reacción alérgica de un organismo sano a un ambiente tóxico.
Diagnóstico: Sufre usted de «presión por bienestar obligatorio».
Tratamiento: La rebelión. Reivindique su sagrado y constitucional derecho a estar hasta los cojones.
- Abrace su atasco interior. Su paz interior no es un jardín zen, es una rotonda de entrada a Madrid. ¡Y está bien! Es honesta. Es real.
- Declare la guerra a Mr. Wonderful. La vida no siempre es de color de rosa. A veces es de un color grisáceo y tristón, y también tiene su encanto.
- Haga una limpieza de redes sociales. Deje de seguir a todo aquel que intente venderle una felicidad de cartón piedra. Siga a cuentas de memes de gatos. Son más terapéuticas.
- Permítase quejarse. La queja es el primer paso de la revolución. Es el alma diciendo «esto es una puta mierda». Y a veces, eso es lo más sano que uno puede decir.
Usted no está roto. Roto está un sistema que te enferma y luego te vende la cura en cómodos plazos. Usted, mi querido Ansioso Sincero, está maravillosamente, saludablemente, gloriosamente cuerdo.
Atentamente,
El Absurdólogo de Guardia.