El Bisturí del Día
El Contexto: La Guerra de los Insultos, Episodio 8.452
Bienvenidos al frente de batalla del Congreso de los Diputados, un lugar donde las ideas murieron hace tiempo y fueron sustituidas por un concurso de a ver quién tiene el insulto más ingenioso. En la última escaramuza de esta guerra eterna, el portavoz del PSOE, Patxi López, ha salido a la palestra para hacer un diagnóstico demoledor sobre el estado de la derecha española. Un análisis de una profundidad que ha hecho temblar los cimientos de la ciencia política.
La Cita:
Patxi López (Portavoz del PSOE): «La derecha tradicional ha colapsado y se ha mimetizado con la ultraderecha, copiando el involucionismo y el insulto.»
La Traducción del Absurdólogo:
«Los de enfrente son muy malos, muy fachas y nos insultan mucho. Nosotros, en cambio, somos la reencarnación de la Madre Teresa de Calcuta. Cuando llamamos a la oposición ‘secuestradores’, ‘máquina del fango’ o los mandamos a ‘comer fruta’, no es un insulto. Es ‘pedagogía democrática’. Por favor, no confundir.»
El Veneno: Autopsia de la Viga en el Ojo Propio
Hay que tener una capacidad para la introspección nula y una cara de hormigón armado para salir, siendo el portavoz de uno de los dos grandes partidos de este país, a quejarse de que el rival «insulta». Es una declaración tan tierna, tan maravillosamente hipócrita, que casi dan ganas de abrazarla.
La acusación de Patxi López sobre el involucionismo y el insulto del PP es como si el coyote se quejara de que el correcaminos usa tácticas poco éticas. Es como si un hooligan del Manchester United se quejara de la violencia verbal de la afición del Liverpool. Es la negación de la propia naturaleza.
Analicemos la genialidad de esta jugada de «ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio»:
- El Marco del Bueno contra el Malo: La estrategia es de una simpleza infantil, pero efectiva. Yo soy el «progresista», el que quiere avanzar. El otro es el «involucionista», el que quiere volver a las cavernas. Yo soy el «dialogante», el que usa la palabra. El otro es el «insultador», el que solo sabe gritar. Es una forma de deshumanizar al adversario, de convertirlo en una caricatura malvada. Así, cualquier cosa que diga queda invalidada de antemano.
- La Amnesia Selectiva: Para poder hacer una afirmación como la de Patxi López sobre el involucionismo del PP, necesitas tener una memoria a corto plazo muy selectiva. Necesitas olvidar, por ejemplo, que miembros de tu propio gobierno (como Óscar Puente) han convertido el insulto y la descalificación personal en su principal herramienta de comunicación política. Necesitas olvidar que el «y tú más» no es patrimonio de la derecha, sino el deporte nacional en el que ambos partidos compiten por la medalla de oro.
- La Proyección Psicológica: Lo más fascinante de la declaración no es lo que dice del PP, sino lo que dice del propio PSOE. A menudo, cuando alguien acusa a otro con tanta vehemencia de un defecto, es porque reconoce (inconscientemente, claro) ese mismo defecto en sí mismo. El PSOE ve en el PP el reflejo de su propia deriva hacia la política de trinchera. Y, como no le gusta lo que ve en el espejo, le echa la culpa al espejo.
Esta noticia, cuyas declaraciones han sido recogidas por medios como [Europa Press], es el síntoma de la enfermedad terminal de nuestra política: la polarización que analizábamos el otro día. Ya no hay adversarios, hay enemigos. Ya no hay debate, hay un intercambio de munición verbal.
Lo que Patxi López llama «involucionismo» es, simplemente, el resultado de un sistema que premia al que más grita, al que tiene el titular más incendiario, al que mejor moviliza el odio hacia el contrario. Y en esa carrera hacia el abismo, queridos amigos, tanto el PSOE como el PP llevan años echando paladas de carbón a la locomotora.
Así que, la próxima vez que escuchen a un político quejarse de lo mucho que insulta el rival, no se lo crean. Es parte del espectáculo. Es el árbitro quejándose de que los jugadores dan patadas. Es el pirómano lamentándose de lo mucho que arde el bosque. Y mientras ellos juegan a ver quién es más víctima, el país, simplemente, se cansa. Y se quema.