Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, buenos días. En el interminable y agónico partido de la política española, a veces, el árbitro tiene que irse a la banda a revisar una jugada en la pantalla del VAR. Y la decisión, sea cual sea, siempre desata la furia de la mitad del estadio y el éxtasis de la otra mitad. Hoy, amigos, el VAR ha hablado. Y ha sido para anular un penalti que parecía clarísimo. O no. Depende del color de tu bufanda.
La Oficina de Conflictos de Intereses, ese organismo con nombre de villano de James Bond, ha dado carpetazo. Ha decretado el archivo de la denuncia a Sánchez que el PP interpuso con toda la fanfarria de un estreno de Hollywood. ¿El motivo? No han encontrado ni rastro de una relación profesional entre Begoña Gómez y Air Europa que obligara al presidente a abstenerse en el Consejo de Ministros que aprobó el rescate millonario a la aerolínea.
Es un gol por toda la escuadra para la Moncloa. Un balón de oxígeno. Un «sigan, sigan» del árbitro que les permite, por ahora, respirar tranquilos.
La Jugada Polémica: Crónica de un Acoso (o de una Sospecha Legítima)
Recordemos la jugada. El PP, con la sutileza de un elefante en una cacharrería, llevaba meses denunciando un «conflicto de intereses» de libro. El argumento era simple: Begoña Gómez, esposa del presidente, había tenido reuniones y supuestos vínculos con directivos de Air Europa. Poco después, el Gobierno, con el voto de su marido, aprueba un rescate de 475 millones de euros para salvar a la compañía de la quiebra. Para el PP, la jugada era un penalti y expulsión. Un caso de libro de «te rasco la espalda y tú me rescatas la empresa».
Durante semanas, hemos asistido a una ofensiva total. Ruedas de prensa, comisiones de investigación, y una presión mediática asfixiante. Era la gran apuesta del PP para esta temporada: demostrar que el presidente no era un gestor, sino un «conseguidor» para los intereses de su entorno.
La Revisión en la Sala VOR (Oficina de Conflictos de Intereses)
Y entonces, el árbitro paró el partido. La Oficina de Conflictos de Intereses, un organismo que depende del propio Gobierno (detalle que a la oposición le encanta recordar), se puso a revisar la jugada. Han estado meses mirando las repeticiones a cámara lenta, tirando líneas imaginarias, analizando cada fotograma.
La conclusión, según leemos en medios como [El Confidencial], es tajante. No hay fuera de juego. No hay penalti. No hay nada. El informe concluye que «no queda acreditada una relación profesional» que obligara a Sánchez a levantarse de la mesa del Consejo de Ministros y decir «yo en esto no me meto». La relación de su esposa con la aerolínea, según el árbitro, era más etérea que una promesa electoral.
La Reacción de los Equipos: Euforia en un Bando, Apocalipsis en el Otro
Y aquí, amigos, es donde empieza el verdadero espectáculo. El post-partido.
- En la Sala de Prensa del PSOE: Euforia desatada. Ruedas de prensa hablando del «fin de la máquina del fango». Comunicados solemnes alabando la «independencia y el rigor» de nuestras instituciones. El archivo de la denuncia a Sánchez no es una simple decisión administrativa, es la prueba irrefutable de que todo era una «conspiración de la ultraderecha» para derribar a un gobierno legítimo. Hoy, para ellos, la Oficina de Conflictos de Intereses es un templo de la objetividad.
- En la Sala de Prensa del PP: Apocalipsis. Indignación. El árbitro está comprado. El VAR está trucado. El sistema está corrupto. El archivo de la denuncia a Sánchez no es una decisión, es una «burla a los españoles». Es la prueba de que Sánchez «controla todas las instituciones del Estado» para garantizar su propia impunidad. Hoy, para ellos, la Oficina de Conflictos de Intereses es una marioneta, un chiringuito al servicio de la Moncloa.
Es nuestra querida Justicia de Schrödinger en todo su esplendor, esa que ya diagnosticamos en [nuestro análisis sobre las declaraciones de Ayuso]. La misma institución puede ser, a la vez, un pilar de la democracia y una cloaca, dependiendo de si su decisión te beneficia o te perjudica.
La belleza de este disparate es que, si la decisión hubiera sido la contraria, los papeles se habrían invertido con una naturalidad pasmosa. El PSOE estaría gritando «¡lawfare!» y el PP estaría pidiendo la dimisión de todo el Gobierno mientras ensalza la valentía de los funcionarios.
Y en medio de este circo, quedamos nosotros. Los espectadores. Los que pagamos la entrada a este partido infumable. Y ya no sabemos si lo que vemos es un partido de fútbol, una obra de teatro o una pelea de bar. O, lo que es peor, las tres cosas a la vez.
El archivo de la denuncia a Sánchez es un capítulo más. No es el final. Porque en esta liga, nunca hay un pitido final. Solo hay un descanso hasta la siguiente jugada polémica. Y mientras tanto, los problemas reales del país esperan en el banquillo a que los jugadores dejen de protestar al árbitro y se dignen, por una puta vez, a jugar el partido.