Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, buenas tardes. Hay noticias que son como esas películas de sobremesa que ya has visto veinte veces: sabes cómo empiezan, cómo acaban y que, en el fondo, no van a cambiar tu vida. Pero aun así, las miras. La de hoy es un clásico del género. Venezuela, nuestro querido laboratorio del socialismo del siglo XXI, ha iniciado unas flamantes maniobras militares en el Caribe.
¿El motivo? «Responder a las amenazas imperialistas de Estados Unidos».
Es una tradición. Un ritual. Como la lotería de Navidad o el primer posado de Ana Obregón en verano. Cada cierto tiempo, cuando la cosa se pone fea en casa (es decir, siempre), el régimen de Nicolás Maduro necesita sacar a pasear los cuatro barcos y los tres aviones que todavía funcionan para recordarle al mundo (y, sobre todo, a su propio pueblo) que son una potencia a tener en cuenta.
El Arte del Postureo Bélico
Lo que estamos presenciando no es una demostración de fuerza. Es una obra de teatro. Un sainete geopolítico. Analicemos los elementos de esta magnífica puesta en escena, que medios como [Europa Press] cubren con una seriedad que casi da ternura.
1. El Enemigo Exterior (Imprescindible para el Guion):
Toda buena dictadura que se precie necesita un enemigo exterior grande y malo al que culpar de todo. Y no hay un enemigo más perfecto que los Estados Unidos. Son el villano de manual. ¿Que no hay comida en los supermercados? ¡Culpa del bloqueo yanqui! ¿Que la inflación se mide en carretillas de billetes? ¡Culpa de la guerra económica del imperio! ¿Que el equipo nacional de fútbol pierde? ¡Probablemente, culpa de la CIA! La «amenaza» estadounidense es el pegamento que mantiene unido el relato del régimen.
2. La Demostración de Fuerza (con lo Puesto):
Las maniobras militares de Venezuela son la parte visual del espectáculo. Se sacan los tanques rusos (los que arrancan), se hacen sobrevolar los cazas chinos (los que no se caen) y se despliegan las fragatas (las que flotan). Se disparan muchos misiles al mar. Se quema mucho combustible, que probablemente escasea en las gasolineras del país. Todo para conseguir la foto. La imagen del Comandante en Jefe, Nicolás Maduro, con su uniforme de gala y sus prismáticos, mirando al horizonte con gesto grave y decidido, defendiendo la patria del invasor invisible.
3. El Objetivo Real (que no es el que Parece):
Cualquier analista militar con dos dedos de frente sabe que, en un conflicto real, la Armada venezolana duraría contra la de EE.UU. lo que un caramelo en la puerta de un colegio. Pero es que el objetivo de estas maniobras no es asustar a Washington. El Pentágono, probablemente, ha reaccionado a la noticia con un bostezo.
El objetivo es doble, y mucho más doméstico:
- Para dentro: Es un mensaje para su propio pueblo y, sobre todo, para sus propias Fuerzas Armadas. Es una forma de decir: «Seguimos al mando, tenemos el control del ejército y estamos listos para la batalla». Es una demostración de poder interno, no externo.
- Para fuera (pero no para EE.UU.): Es un mensaje para sus pocos aliados (Rusia, China, Irán). Es una forma de decirles: «Seguimos siendo vuestro portaaviones particular en el Caribe. Seguid mandando dinero y armas, que nosotros ponemos el teatro».
La Tragedia detrás del Sainete
Y mientras se desarrolla esta opereta militar, mientras se queman millones de dólares en fuegos artificiales bélicos, la realidad del pueblo venezolano sigue su curso. La hiperinflación, la escasez, la crisis humanitaria, la huida masiva de su población… Esos son los enemigos reales del país. Enemigos a los que no se puede derrotar con un misil, sino con buena gestión, democracia y libertad.
Pero es mucho más fácil y mucho más rentable, políticamente hablando, fabricar un enemigo exterior y jugar a los soldaditos, como ya vimos en [nuestro análisis sobre el uso de Gaza como cortina de humo]. Es la eterna estrategia del trilero: mientras te señalo al yanqui que viene por el mar, te estoy robando la cartera por detrás.
Así que no se dejen engañar. Las maniobras militares de Venezuela no son el preludio de una guerra. Son la confirmación de una tragedia. La tragedia de un país inmensamente rico gobernado por un régimen que prefiere gastar el dinero en misiles que apuntan a un enemigo imaginario, en lugar de en medicinas para sus hospitales.
Y esa, amigos, es una batalla que, lamentablemente, ya han perdido.