Buenos días, feligreses. Si han llegado hasta este domingo con la sensación de que el mundo ha perdido definitivamente el juicio, de que vivimos en un guion escrito por un algoritmo borracho, no están solos. Lo que antes eran fallos aislados en la Matrix se han convertido en el sistema operativo por defecto. Hemos entrado, de lleno y sin frenos, en la Era de la Incoherencia.
Esta semana nos ha regalado tres postales desde el manicomio global. Tres noticias aparentemente inconexas que, sin embargo, son los tres pilares sobre los que se sostiene este nuevo y delirante orden mundial. Son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de nuestra nueva religión: el disparate.
Acto I: La Coherencia del Tirano (o la Locura que Entendemos)
La primera postal nos llega desde Afganistán. Los talibanes, en un alarde de originalidad que no veíamos desde la Edad Media, han prohibido la publicación y venta de libros escritos por mujeres. Es una noticia terrible, brutal, misógina. Y, a la vez, es la única de las tres que tiene una lógica interna aplastante. Es una locura coherente.
El objetivo del régimen talibán es simple y transparente: borrar a las mujeres de la existencia pública. Quieren un mundo donde la mujer sea una sombra silenciosa, una propiedad sin voz ni pensamiento. Y, desde esa lógica monstruosa, prohibir sus libros es un paso natural. Si tu objetivo es negar la humanidad de la mitad de la población, lo primero que debes hacer es quemar sus ideas, silenciar sus historias. La acción, por muy abominable que sea, es coherente con el fin. Es una tiranía que entendemos, un mal que, al menos, tiene la decencia de no disfrazarse.
Acto II: La Incoherencia del Bufón (la Locura que nos Desarma)
Y ahora, saltemos a Francia. El presidente Emmanuel Macron se ha visto en la tesitura de tener que desmentir, con datos científicos y pruebas médicas, el bulo de que su esposa, Brigitte, es una mujer transgénero.
Paren un segundo a procesar esto. El líder de una potencia nuclear, en pleno siglo XXI, tiene que dedicar tiempo y energía a demostrarle al mundo que su mujer es una mujer. Esto ya no es la tiranía clásica. Esto es el absurdo cuántico. Es el triunfo de la mentira no como herramienta para ocultar la verdad, sino como un arma para hacer que el concepto de «verdad» sea irrelevante.
El bulo sobre Brigitte Macron no busca convencer a nadie. Su objetivo es humillar, desestabilizar, enfangar. Es arrastrar a un Jefe de Estado al barro de tener que debatir una gilipollez. Es la estrategia del niño que, en una discusión, empieza a gritar «¡que te callas, cara pedo!». No tiene argumento, pero te obliga a bajar a su nivel. Es el sketch de la «Clínica de Discusiones» de los Monty Python hecho realidad: «No he venido aquí para esto». «¡Sí que has venido!».
Esta es la nueva locura, la que define la Era de la Incoherencia. Ya no es la locura del tirano que te prohíbe leer un libro. Es la locura del bufón que te obliga a discutir si la tierra es plana. Y esta nueva locura es mucho más peligrosa, porque no ataca tu libertad, ataca tu cordura. Como ya hemos analizado en [nuestro Laboratorio de la Conspiración], hemos perdido el anclaje a una realidad compartida.
Acto III: La Coherencia del Cobarde (la Locura que nos Gobierna)
La tercera postal nos llega desde Estados Unidos, el epicentro de las guerras culturales. El presentador Jimmy Kimmel ha sido suspendido temporalmente de su programa por hacer un comentario político sobre Donald Trump durante un evento de Disney.
Aquí la incoherencia alcanza su máxima expresión. Kimmel no fue suspendido por mentir, ni por difamar. Fue suspendido por decir la verdad… de una forma que ha ofendido a la mitad del país. Y Disney, esa megacorporación que nos vende cuentos sobre la valentía y la integridad, ha decidido que entre la verdad y el negocio, el negocio siempre gana.
Esta es la tercera pata de nuestro trípode del disparate. Tenemos:
- La tiranía brutal que impone su verdad (Talibán).
- La anarquía post-verdad que niega que la verdad exista (los del bulo de Macron).
- Y la cobardía corporativa que, sabiendo cuál es la verdad, decide que es más rentable callarse (Disney).
Los tres, por caminos diferentes, llegan al mismo destino: un mundo donde la verdad objetiva ha muerto. Un mundo donde ya no se debate sobre hechos, sino sobre sentimientos. La pregunta ya no es «¿es esto cierto?». La pregunta es «¿ofende esto a algún colectivo con suficiente poder de compra o de boicot?».
La Homilía Final: Réquiem por el Sentido Común
Y así, amigos, se completa el cuadro de la Era de la Incoherencia. Es un mundo donde la tiranía, la bufonada y la cobardía se dan la mano. Un mundo donde se prohíben libros de mujeres en Kabul mientras en París se debate el genoma de la primera dama. Un mundo donde el mayor pecado ya no es mentir, sino ser «polémico».
Hemos construido una civilización tan sofisticada que ha olvidado los cimientos. Y los cimientos eran muy simples: que las cosas son lo que son. Que un libro es un libro. Que una mujer es una mujer. Y que un chiste, a veces, es solo un puto chiste.
Al perder ese anclaje, hemos empezado a flotar en un mar de absurdos. Y lo peor no es que estemos a la deriva. Lo peor es que hemos empezado a disfrutar del mareo.
Que tengan un domingo reflexivo. Y si en algún momento sienten que han perdido el juicio, no se preocupen. Es la prueba de que todavía les queda un poco.