Buenas noches, feligreses del disparate. Ha sido una semana intensa, una de esas semanas que te hacen dudar de si la humanidad es una especie inteligente o simplemente un experimento fallido de una civilización superior. Pero la competición debe continuar. Es el momento de la ceremonia de clausura, de reconocer el mérito de aquellos que han llevado el absurdo a nuevas y vertiginosas cimas. Damas y caballeros, con todos ustedes, el Podio del Absurdo Semanal.
🥉 MEDALLA DE BRONCE: Al Minimalismo Letal (Categoría: Innovación y Desarrollo… de Problemas)
La medalla de bronce, ese galardón que premia un esfuerzo notable por hacer el mundo un lugar un poco más estúpido, es para Tesla y sus revolucionarias manillas de puerta.
Esta semana hemos vuelto a ser testigos de la genialidad de Silicon Valley. Han diseñado un coche tan futurista, tan minimalista, que han «optimizado» un elemento tan arcaico como la manilla de la puerta. La han hecho retráctil, elegante, aerodinámica. Una maravilla. El problema, un pequeño detalle sin importancia, es que si el coche pierde la energía en un accidente o un incendio, esa manilla tan chula no funciona. Te quedas atrapado. Dentro. De un coche en llamas.
Es la cumbre del diseño por encima de la función. Es la metáfora perfecta de una industria que está tan obsesionada con reinventar la rueda que se olvida de que la principal función de una rueda es, bueno, rodar. Y la de una puerta, abrirse. Sobre todo, cuando el coche se ha convertido en una barbacoa. Como ya analizamos en [nuestro manual sobre cómo descifrar a tu jefe], la innovación a veces es solo un eufemismo para «complicarlo todo innecesariamente».
¡Enhorabuena, Tesla! Han conseguido convertir un coche en una escape room de lujo con una tasa de fracaso del 100%. Un bronce brillante y, con suerte, ignífugo.
🥈 MEDALLA DE PLATA: A la Coherencia Monstruosa (Categoría: Gestión Cultural y Claridad de Objetivos)
La plata, el premio a la determinación y a la claridad de ideas (aunque sean ideas monstruosas), es para el Gobierno Talibán de Afganistán por su valiente decisión de prohibir los libros escritos por mujeres.
Seamos justos. En un mundo de políticos ambiguos, de promesas rotas y de medias tintas, hay que reconocer la coherencia del régimen talibán. Ellos no te andan con rodeos. Su objetivo es borrar a las mujeres del mapa, y lo están ejecutando con una eficiencia que ya querrían para sí muchos ministerios europeos.
Prohibir los libros de mujeres no es un acto de locura, es un paso lógico en su demencial plan. Si quieres anular a la mitad de la población, lo primero que debes hacer es aniquilar su pensamiento, quemar sus historias, silenciar su voz. Es una barbarie, sí. Pero es una barbarie coherente. Es un mal que, al menos, tiene la decencia de no disfrazarse de bien.
Mientras en Occidente nos perdemos en debates bizantinos, ellos van al grano. Son los malos de la película, sí, pero al menos tienen un guion claro. Esta medalla de plata es un reconocimiento a esa aterradora lucidez, a esa capacidad para llevar su ideología hasta sus últimas y más terribles consecuencias. Una plata que huele a libro quemado y a una coherencia que nos hiela la sangre.
🥇 MEDALLA DE ORO: Al Surrealismo Cuántico (Categoría: Defensa de la Realidad Objetiva)
Y la medalla de oro. El Goya de Honor a la Estupidez Humana. El Nobel de la Vergüenza Ajena. Esta semana, el ganador indiscutible de nuestro Podio del Absurdo Semanal es, por aclamación popular, el Presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, por verse obligado a organizar una defensa legal y científica para demostrarle al mundo que su esposa es una mujer.
Paren. Lean esa frase de nuevo. El líder de una potencia nuclear, el heredero de la Ilustración, ha tenido que movilizar recursos de Estado para combatir un bulo de internet que afirma que su mujer es transgénero.
Esto, amigos, es la cima. Es el Everest del disparate. Hemos trascendido la política, la mentira, la post-verdad. Hemos entrado de lleno en el terreno del arte surrealista. Es un sketch de los Monty Python que ha cobrado vida y ha decidido presentarse a las elecciones.
La noticia, que han recogido medios como [The Guardian], no es graciosa. Es el síntoma de una enfermedad terminal: la muerte del sentido común. Como ya argumentamos en [nuestra Homilía sobre la Era de la Incoherencia], hemos creado un mundo donde la realidad objetiva ya no importa. Un mundo donde un bulo, por muy delirante que sea, si se repite lo suficiente, obliga al hombre más poderoso de un país a tener que salir a la palestra a decir: «Oigan, que mi mujer tiene cromosomas XX. Aquí está el test de ADN».
La victoria no es para el que dice la verdad. La victoria es para el que consigue que el debate sea sobre si la Tierra es plana. Porque en el momento en que entras a discutirlo, ya has perdido.
¡Enhorabuena, Presidente Macron! Se lleva usted el oro. No por su gestión, sino por ser el protagonista involuntario de la farsa más representativa de nuestro tiempo. Un oro que no brilla. Un oro que nos recuerda que, quizá, la civilización no era para tanto.
Y así concluye nuestro reparto de medallas. Una semana más, la competición ha sido feroz. No han ganado los más fuertes, ni los más listos. Han ganado, como siempre, los más absurdos. Nos vemos el próximo domingo. Si es que el mundo sigue existiendo.