Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy traemos una noticia que es música celestial para los oídos de cualquier peatón que haya tenido que tirarse a un seto para esquivar a un proyectil humano motorizado. Se acabó, amigos de la movilidad sostenible y de llegar al trabajo oliendo a una mezcla de sudor y pánico. Se terminó la era de la anarquía sobre dos ruedas. El Gobierno, en un arranque de lucidez que ya quisiéramos para otros asuntos, ha decidido que los patinetes eléctricos deberán tener seguro obligatorio a partir de 2026.
¡Aleluya! ¡Por fin! ¡Ya era hora de que el acto de caminar por una acera dejara de ser un deporte de riesgo! Hasta ahora, la experiencia de ser atropellado por un patinete era un ejercicio de frustración existencial. El perpetrador, generalmente un individuo con la capacidad de concentración de un colibrí con déficit de atención, te embestía a 25 km/h mientras consultaba su Instagram. Después del impacto, te miraba con la misma culpabilidad que una farola, musitaba un «¿estás bien?» que sonaba a reproche, y se largaba, dejándote a ti con un tobillo que parecía una berenjena de Calatrava y la certeza de que el culpable ya estaba a tres calles de distancia, subiendo una story sobre su «pequeño percance».
No había a quién reclamar. Era un atropello fantasma. Un acto divino de la nueva deidad de la movilidad urbana. Pero eso se ha acabado. Ahora, gracias a esta nueva ley, podremos vivir la maravillosa experiencia burocrática de un parte amistoso en mitad de la calle. «Disculpe, ¿le importaría darme los datos de su seguro antes de que me desmaye por el dolor? Y si no es mucha molestia, ¿podría deletrearme su nombre de usuario de TikTok para los testigos?». Es un avance civilizatorio sin precedentes.
Esto es solo el principio de una nueva y gloriosa era. El seguro es la puerta de entrada al maravilloso mundo de la regulación. Lo siguiente, ya lo verán, será la ITV para patinetes. Me imagino la escena: «Uhm, la holgura del manillar supera lo permitido y el timbre suena con una frecuencia no homologada. Lo siento, desfavorable». Después vendrá el impuesto de circulación. «Son 15 euros al año, pero si su patinete es ‘eco’ y funciona con lágrimas de unicornio, tiene un descuento». Y, por supuesto, el carnet por puntos para VMP. «Le quitamos dos puntos por circular por la acera y cuatro por llevar los auriculares puestos escuchando reguetón a un volumen que interfiere con las ondas de los marcapasos de los jubilados».
Los fabricantes ya se están frotando las manos. Pronto veremos accesorios obligatorios: retrovisores, intermitentes con sonido de pajarito, y un airbag que te salte en la cara con forma de emoji sonriente.
No nos engañemos, es una buena noticia. Era necesario poner un poco de orden en esta jungla eléctrica. Pero no puedo evitar sentir una pizca de nostalgia por la era del caos, por ese breve y emocionante período de nuestra historia en el que nuestras ciudades se convirtieron en un circuito de Mad Max con menos arena y más repartidores de Glovo.
Así que, a partir de 2026, circularemos más seguros, sí. Pero también un poco más aburridos. Se acabó el salvaje oeste. Ahora, si te atropellan, al menos sabrás que detrás de ese golpe hay una compañía de seguros dispuesta a ofrecerte una indemnización miserable tras seis meses de papeleo. Y eso, amigos, es el sonido del progreso.