Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy presentamos las conclusiones de un fascinante experimento sociológico a gran escala. Durante siglos, las mentes más brillantes de la humanidad, desde moralistas victorianos a predicadores televisivos, se han preguntado lo mismo: ¿cómo podemos frenar el irrefrenable impulso de la lujuria humana? Han probado con la culpa, con la amenaza del fuego eterno, con la censura… y han fracasado estrepitosamente. Pero ahora, contra todo pronóstico, el Gobierno del Reino Unido ha encontrado la solución. Y no es un sermón. Es un formulario.
Sí, amigos, han leído bien. El arma definitiva contra la lascivia, el kriptonita de la libido, el antídoto contra el deseo carnal no es otro que la verificación de edad online. Una nueva y brillante ley británica exige ahora a los ciudadanos que, para acceder a esas páginas de internet donde la gente se abraza con mucho entusiasmo y poca ropa, primero deben demostrar que son mayores de edad. Y para ello, deben subir una foto de su DNI, pasaporte o algún documento que pruebe, fehacientemente, que ya tienen edad para votar y para saber que el fontanero no suele arreglar las tuberías desnudo.
El resultado ha sido una auténtica hecatombe para la industria del placer digital. Las visitas a las principales webs pornográficas se han desplomado. Un «desplome drástico», dicen las crónicas. Parece ser que la perspectiva de que tu nombre completo, tu fecha de nacimiento y tu foto queden eternamente vinculados en una base de datos a tu afición por la categoría «fontaneros alemanes musculosos» tiene un efecto enfriador bastante potente.
Esto es un hito en la historia de la psicología humana. Hemos descubierto que el mayor miedo del hombre moderno no es a la muerte, ni a la soledad, ni al fracaso. El mayor miedo del hombre moderno es que un funcionario anónimo en un sótano de Coventry tenga acceso a un archivo que se llame «Pérez, Juan – Fetiche: Monjas en Monopatín.pdf».
Es la victoria definitiva de la burocracia sobre la biología. Durante millones de años, la evolución nos ha programado con un objetivo claro: reproducirnos. Pero la evolución nunca contó con enfrentarse a un enemigo tan formidable como un formulario web con captcha. El instinto te dice «¡Adelante!», pero la perspectiva de tener que buscar el DNI, hacerle una foto que no salga borrosa, subirla a una plataforma de nombre «VerifyMePls.co.uk» y esperar la validación, te dice: «Bah, mejor me pongo un documental de La 2».
El gobierno británico, por supuesto, vende esto como una medida para proteger a los niños. Una causa noble, sin duda. Pero el efecto colateral es una lección magistral sobre el comportamiento humano. Nos demuestra que la pereza y el miedo al papeleo son dos de las fuerzas más poderosas del universo.
Imaginemos las posibilidades si aplicamos este descubrimiento a otros ámbitos. ¿Quiere el gobierno reducir el consumo de alcohol? Que exija escanear el DNI y rellenar un cuestionario de 30 preguntas antes de poder comprar una cerveza. «¿Motivo de la adquisición de este producto alcohólico? a) Celebración. b) Ahogar las penas. c) Es martes». Veríamos caer el alcoholismo en picado.
¿Quiere Hacienda que paguemos los impuestos con más ganas? Que nos envíe una carta que diga: «Estimado contribuyente, hemos detectado que su declaración presenta irregularidades. Para solucionarlo, por favor, envíenos una copia de su DNI y el enlace a su vídeo porno favorito para verificar su identidad». Le aseguro que la gente pagaría hasta el último céntimo con tal de no tener que pasar por ese trance.
Así que, desde aquí, un aplauso para el Reino Unido. Sin quererlo, han realizado el mayor experimento sobre la represión sexual de la historia y han llegado a una conclusión revolucionaria: si quieres que la gente deje de hacer algo, no se lo prohíbas. Simplemente, pónselo un poquito más coñazo. Pídele un papel. Oblígale a crear una contraseña con mayúsculas, minúsculas, números y un carácter especial. Y el ser humano, ante la perspectiva de un trámite, preferirá hacerse monje tibetano. La burocracia, amigos, es el nuevo bromuro.