Arranca el Campeonato Mundial de «A que no Hay Huevos» en el Caribe: EE. UU. Presenta Tres Buques de Guerra; Venezuela Responde con Cuatro Millones de Primos.

Caricatura satírica de la tensión entre EE. UU. y Venezuela, con buques de guerra frente a un ejército de milicianos caótico.

Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos el placer de retransmitir en directo el inicio de una nueva y emocionante temporada de la Liga de las Superpotencias, en su modalidad «a ver quién la tiene más grande». La competición se ha inaugurado en las cálidas aguas del Caribe con un enfrentamiento que promete emociones fuertes. ¡Damas y caballeros, pónganse cómodos, que esto empieza!

En la esquina derecha, con calzón de barras y estrellas y un presupuesto de defensa mayor que el PIB de medio planeta, tenemos al campeón indiscutible: ¡los Estados Unidos de América! Para esta primera jornada, Washington ha decidido calentar motores enviando a la zona una modesta flotilla de tres buques de guerra, acompañados por 4.000 soldados. El motivo oficial, como siempre, es una noble causa: la lucha contra el narcotráfico. Una excusa tan clásica y fiable como decir «he quedado para estudiar» en los años 90. En realidad, es el equivalente a sacar a pasear a tu pitbull por delante de la casa del vecino con el que te llevas mal. No hace falta que muerda, solo con que enseñe los dientes ya has ganado la mañana.

Y en la esquina izquierda, con calzón rojo revolucionario y una inflación que ríete tú de la República de Weimar, tenemos al aspirante local: ¡la Venezuela bolivariana de Nicolás Maduro! La respuesta de Maduro al paseo del pitbull yanqui no se ha hecho esperar. Ha sido una demostración de fuerza que ha hecho temblar los cimientos de la estrategia militar moderna. ¿Ha enviado submarinos? ¿Ha desplegado cazas? No, amigos, ha hecho algo mucho más impresionante. Ha anunciado la movilización de 4,5 millones de milicianos.

¡Cuatro millones y medio! ¡Es casi la población entera de Irlanda! Es una cifra tan espectacularmente redonda que huele a inventada desde aquí. Me imagino la escena. A Maduro le llega el informe de los barcos americanos y, en un arrebato de genio, le dice a su ayudante: «¡Movilízame a todo el que tenga un chándal y tiempo libre! ¡Y al que no lo tenga, también!». Es la versión geopolítica de cuando tu primo, en una pelea de bar, empieza a gritar: «¡Sujétame, que lo mato!».

La imagen es de una belleza berlanguiana. Por un lado, tienes a 4.000 soldados profesionales, entrenados hasta las cejas, en barcos que cuestan más que la deuda externa de tres países juntos. Y por otro, tienes a 4,5 millones de personas de las cuales, seamos sinceros, una buena parte se habrá enterado de que era miliciano esa misma mañana al ver la tele. Me imagino a Doña Carmen, de 70 años, dejando los fogones para ir a defender la patria con una cuchara de palo. A Pedrito, el del quiosco, cerrando a media mañana para ir a unas maniobras improvisadas. Es la guerra popular, versión Caribe.

Esto, amigos, no es geopolítica. Es una partida de póker en la que uno de los jugadores va de farol con un par de doses y el otro tiene una escalera de color, pero como la partida se retransmite por la tele, a ninguno de los dos le interesa enseñar las cartas todavía. Es puro teatro. Una coreografía de la intimidación en la que todos sabemos que, si la cosa se pusiera fea de verdad, la «movilización» de Maduro duraría lo mismo que un helado en un incendio.

Pero mientras tanto, el espectáculo es impagable. Es la demostración de que, en el siglo XXI, las guerras ya no se libran solo con misiles, sino también con comunicados de prensa y cifras hiperbólicas. Y nosotros, desde la grada, solo podemos comer palomitas y esperar el siguiente asalto, rezando para que a ninguno de los dos gallitos del corral se le escape un disparo de verdad. Porque en estas peleas de vecinos, los que suelen acabar con la ventana rota somos siempre los que no teníamos nada que ver.

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