Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos que hablar de compromiso. De valentía. De dar un paso al frente cuando el deber llama. Y España, amigos, ha vuelto a dar una lección al mundo. Ante el brutal conflicto que asola Ucrania, nuestro Gobierno ha decidido actuar. ¿Enviando más tanques? ¿Aumentando drásticamente la ayuda militar? No, algo mucho más inteligente. Nos hemos sumado a la «Coalición de Voluntarios para la Reconstrucción de Ucrania».
Es, sencillamente, una jugada maestra. Es la versión geopolítica de apuntarse a ayudar en una mudanza, pero especificando que solo te apuntas para la parte de colocar los cuadros y beberte las cervezas, una vez que otros ya han subido el piano y el sofá de tres plazas por la escalera.
Para que entiendan la profundidad de esta estrategia, hemos conseguido en exclusiva la transcripción de una escena que bien podría formar parte de una obra de teatro absurdo.
TÍTULO DE LA OBRA: «Esperando la Paz»
ESCENA: Un campo de batalla en el Donbás. Barro, trincheras, el sonido lejano de la artillería. Un grupo de soldados UCRANIANOS, exhaustos y cubiertos de lodo, defienden su posición. A lo lejos, en una colina segura, hay un pequeño grupo de diplomáticos de la COALICIÓN, mirando el combate con prismáticos.
(Entra en escena, por la derecha, el diplomático de ESPAÑA. Viste un impecable traje de lino, gafas de sol y arrastra una silla de playa y una neverita portátil con la bandera de España).
ESPAÑA: (Con voz jovial)
¡Hola a todos! ¿Qué tal va la cosa por aquí? ¡Uf, qué lío, no! Madre mía, cuánto ruido. Bueno, no se preocupen por mí. Ustedes id tirando, que yo me quedo por aquí, en un segundo plano estratégico. No quiero molestar.
(Despliega su silla de playa, se sienta y abre la neverita).
ESPAÑA: (Gritando hacia la trinchera)
¡Ánimo, muchachos! ¡Estamos con vosotros! ¡Moralmente, claro!
SOLDADO UCRANIANO: (Asomando la cabeza, con la cara negra de pólvora)
¡NECESITAMOS MÁS MUNICIÓN! ¡AHORA! ¡Y SISTEMAS ANTIAÉREOS!
ESPAÑA: (Saca una libreta y un boli de su bolsillo)
¡Sí, sí! ¡Perfecto! ¡Tomo nota para el plan de reconstrucción! Apuntado: «Reponer stock de munición». ¡No os preocupéis, que no se me olvida! ¡Y lo de los antiaéreos, también! ¡Por supuesto! Para después de la guerra, claro. Cuando ya no hagan falta. ¡Lo que necesitéis!
(El diplomático español abre una bolsa de patatas fritas. El sonido crujiente se mezcla con el de los disparos).
ESPAÑA: (Saca un sándwich de mortadela de la nevera)
Por cierto, cuando acabéis con todo este jaleo, avisadme. Que he traído unos sándwiches para la celebración de la paz. ¡No hay nada como una buena merendola para cerrar las heridas de la guerra!
(El soldado UCRANIANO le mira, sin palabras, y vuelve a agacharse en la trinchera. FIN DE LA ESCENA)
Y esta, amigos, es la gloriosa diplomacia del «post-conflicto». Es el arte de salir en la foto de los buenos sin tener que mancharse las manos en la pelea. No es ayuda, es «post-ayuda».
No nos engañemos, reconstruir Ucrania será una tarea titánica y necesaria. Y es loable que España quiera participar. Pero el timing, el anuncio, tiene un regusto a oportunismo que no se lo quita ni el mejor vino de Rioja. Es como ver a dos vecinos pegándose a navajazos en el rellano y decir: «No me meto, no vaya a ser que me corte. Pero que sepáis que, cuando terminéis, me ofrezco voluntario para limpiar la sangre de la escalera».
Es una estrategia de bajo riesgo y alto rendimiento mediático. Te permite emitir comunicados solemnes, participar en cumbres internacionales y poner cara de estadista comprometido, todo ello desde la comodidad de tu despacho en Madrid.
Mientras tanto, en el frente de verdad, la gente sigue muriendo. Los ucranianos siguen pidiendo armas para defenderse hoy. Pero nosotros ya estamos pensando en los contratos de reconstrucción de mañana.
Es una política exterior prudente, dirán algunos. Realista. Yo, desde mi humilde consulta, lo llamo de otra manera: la diplomacia del «ya si eso, me paso luego». Y mientras esperamos a que «luego» llegue, solo podemos esperar que, para cuando queramos llevar los ladrillos, todavía quede algo por reconstruir.