El Gobierno de Israel califica el reconocimiento de un estado palestino como una «recompensa al terrorismo».

Caricatura de Israel calificando el Estado palestino como recompensa al terrorismo, como sátira de la retórica política.

El Bisturí del Día

El Contexto: Cuando las Palabras se Convierten en Bombas

Bienvenidos al maravilloso mundo de la diplomacia de Oriente Medio, un lugar donde las palabras son más peligrosas que las municiones. Tras la decisión de varios países europeos, incluyendo España, de reconocer el Estado de Palestina, y justo después de que el propio [Netanyahu anunciara que nunca lo permitiría], su gobierno ha decidido sacar la artillería pesada retórica. Han acuñado una frase. Una de esas frases diseñadas no para describir la realidad, sino para destruirla.


La Cita:

Portavoz de Benjamin Netanyahu: «El reconocimiento unilateral de un estado palestino es una recompensa al terrorismo.»

La Traducción del Absurdólogo:

«Cualquier acción, gesto o pensamiento que no consista en darnos la razón incondicionalmente, en aplaudir cada una de nuestras decisiones y en financiar nuestro ejército es, por definición, una recompensa al terrorismo. Reconocer la existencia de otras personas en este trozo de tierra, por ejemplo, es un acto flagrante de apoyo al terrorismo. Comer hummus con pan de pita de una marca no autorizada es, probablemente, financiar el terrorismo. No es tan complicado de entender: o estás con nosotros, o estás con los terroristas. No hay más opciones.»

El Veneno: Autopsia de un Chantaje Semántico

La frase «un Estado palestino es una recompensa al terrorismo» es una obra de arte del chantaje emocional y la manipulación semántica. Es tan brillante en su simpleza y tan brutal en su efectividad que merece ser estudiada en las facultades de propaganda.

Analicemos la anatomía de esta bomba de relojería verbal:

  1. El Secuestro de la Moralidad: La jugada es perfecta. Al vincular el concepto de «Estado palestino» con la palabra «terrorismo», anulas instantáneamente cualquier debate racional. Ya no estás discutiendo sobre fronteras, sobre derecho internacional o sobre la autodeterminación de un pueblo. Estás discutiendo sobre si apoyas o no a los terroristas. Te obliga a posicionarte en un marco moral que ellos han diseñado. Si apoyas un Estado palestino, estás, según su lógica, apoyando a Hamás. Es una falacia de una pieza, pero increíblemente poderosa.
  2. La Anulación del Pueblo Palestino: Esta retórica consigue algo maravilloso para sus intereses: borra del mapa a millones de palestinos que no son Hamás. Reduce a todo un pueblo (niños, ancianos, civiles, moderados) a la única etiqueta de «terrorista». Si todo un pueblo es terrorista, entonces cualquier acción contra ese pueblo está justificada. Y cualquier apoyo a ese pueblo es, por ende, apoyo al terrorismo. Es una simplificación monstruosa, pero terriblemente eficaz para su audiencia.
  3. El Ataque Preventivo a la Comunidad Internacional: Esta frase no va dirigida a los palestinos. Va dirigida a ti. A España, a Irlanda, a Noruega. A cualquier país que se atreva a salirse del guion. Es una advertencia. Una amenaza velada. «Si nos reconocéis, no estáis haciendo un acto de justicia, estáis financiando a nuestros enemigos. Os estáis poniendo de su lado. Y eso tendrá consecuencias». Convierte un acto diplomático en una declaración de guerra.

Lo que yace bajo esta declaración es la negación de una realidad que ya es innegable, como confirman los informes de la [ONU sobre la situación en Gaza]. La frase que dice que un Estado palestino es una recompensa al terrorismo es la culminación de la estrategia de Netanyahu: no hay con quién negociar, no hay nada que ceder, la única solución es la militar. Es el portazo definitivo a 80 años de (fallida) diplomacia.

Y así es como funciona la neolengua en la Era de la Incoherencia. Las palabras ya no describen el mundo, lo crean. Y en el mundo que el gobierno de Netanyahu quiere crear, solo hay dos categorías: ellos y los terroristas. Y si no eres uno de ellos, por descarte, ya sabes lo que eres. Es una lógica simple, binaria y aterradora. Y lo peor es que, a base de repetirla, mucha gente se la acaba creyendo.

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