El Metro de Bogotá ya está Aquí (el Primer Vagón). Crónica de un Retraso de 83 Años.

Caricatura de la llegada del primer tren del Metro de Bogotá, con gente de diferentes épocas esperando en el andén, como sátira de los 83 años de retraso.

Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos que informar de un acontecimiento que trasciende la simple noticia. Es un hito histórico. Un milagro. Un evento que demuestra que, a veces, los sueños, si esperas lo suficiente, pero lo suficiente de verdad, se hacen realidad. Damas y caballeros, después de 83 años de promesas, debates, estudios, maquetas y excusas, ha llegado a Bogotá el primer tren de su futuro metro.

¡Ochenta y tres años!

Paren un momento a procesar la cifra. No es un retraso, es una era geológica. Es un período de tiempo tan vasto que casi entra en el terreno de la arqueología. Para ponerlo en perspectiva, hemos elaborado una pequeña lista comparativa de «Grandes Hitos de la Humanidad (por tiempo de espera)»:

  • Construcción de la Gran Pirámide de Giza: Según los egiptólogos, unos 20-30 años. Un trabajo de aficionados.

  • Programa Apolo (del discurso de JFK a pisar la Luna): Apenas 8 años. Un sprint.

  • Construcción del Canal de Panamá (fase estadounidense): Unos 10 años. Un paseo por el parque.

  • Guerra de los Cien Años: Duró 116 años, pero al menos se iban pegando mientras tanto. Había acción.

  • Llegada del primer vagón del Metro de Bogotá desde que se propuso en 1942: 83 gloriosos años.

¡Hemos ganado! ¡Tenemos el proyecto de infraestructura más lento de la historia moderna! ¡Un aplauso para los sucesivos gobiernos de Bogotá y de Colombia! ¡Qué constancia! ¡Qué dedicación a la procrastinación!

La historia de este metro es la epopeya de la burocracia. Nació como una idea en 1942. En esa época, el mundo estaba en plena Segunda Guerra Mundial, no existía la televisión en color y tus abuelos probablemente aún no se habían conocido. Desde entonces, la idea del metro ha sobrevivido a dictaduras, crisis económicas, cambios de gobierno, el nacimiento de internet, la caída del Muro de Berlín y a siete temporadas de Juego de Tronos.

Cada alcalde que llegaba a Bogotá prometía lo mismo: «¡Ahora sí, el metro!». Presentaba una maqueta nueva, un trazado diferente (que si subterráneo, que si elevado, que si en monorraíl a lo Simpson). Y cada vez, el proyecto acababa durmiendo el sueño de los justos en el mismo cajón polvoriento.

Y ahora, por fin, ha llegado. Un tren. Uno. Ha desembarcado en el puerto, lo han subido a un camión y lo han paseado por la ciudad como si fuera la mismísima Copa del Mundo. Y la gente, con una mezcla de emoción y de incredulidad, ha salido a verlo. Me imagino a los abuelos contándole a sus nietos: «Mira, hijo. Eso que ves ahí es el metro. Tu bisabuelo ya me hablaba de él».

Es una celebración agridulce. Es como si pides una pizza a domicilio y el repartidor llega un año y medio después. Hombre, te alegras de que por fin haya llegado, pero la pizza está más fría que el corazón de un inspector de Hacienda y a ti ya se te ha pasado el hambre.

Y ahora, la gran pregunta. Si han tardado 83 años en traer el primer tren para la primera línea, ¿cuándo estará operativa? ¿Y la segunda línea? A este ritmo, la inauguración de la Línea 2 coincidirá con la llegada de los primeros colonos a Marte, allá por el siglo XXIII.

Pero no seamos cínicos. Hoy es un día para celebrar. Bogotá ha demostrado al mundo que la paciencia es una virtud. Que la esperanza es lo último que se pierde. Y que, si esperas lo suficiente, hasta las promesas políticas más antiguas acaban por materializarse. Al menos, en parte.

Así que, ¡enhorabuena, Bogotá! Disfruten de la visión de su tren. Sáquenle fotos. Súbanlo a Instagram. Porque, al ritmo que van, puede que pase un tiempecito hasta que llegue el segundo. ¡Ánimo, que ya queda menos!

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