Recibimos en la consulta una carta escrita con letra temblorosa, con evidentes manchas de sudor y, sospecho, de pegamento.
Estimado Absurdólogo,
Mi hijo empezó ayer el colegio. Hoy me han dado la lista de los libros de texto. Doctor, no sé si es una lista de material escolar o el presupuesto de un país pequeño. Hay un libro para cada asignatura, incluyendo uno para «Valores Cívicos» que cuesta 28 euros y parece un folleto. Y lo peor no es pagarlos. Lo peor es que hay que forrarlos. Anoche intenté forrar el de Matemáticas. Acabé con el forro adhesivo pegado en las cejas, el libro lleno de burbujas y mi dignidad por los suelos. ¿Por qué nos hacen esto? ¿Es una prueba de resistencia psicológica?
Atentamente,Un Padre Empapelado.
Estimado Padre Empapelado,
Lo que usted describe no es un simple trámite, es un rito de paso. Una prueba anual diseñada por una oscura confederación de editoriales y fabricantes de plástico adhesivo para medir los límites de nuestra paciencia y de nuestra cuenta corriente. Analicemos este fenómeno en dos actos: la Tragedia Económica y el Drama del Bricolaje.
Acto I: La Tragedia Económica (o «El Misterio del Libro de Plástica que Cuesta como un Perfume Francés»)
Usted se enfrenta a uno de los grandes misterios de la economía moderna. ¿Cómo es posible que un libro de texto, un objeto que en un año quedará obsoleto y cubierto de garabatos, cueste el equivalente a la compra de una semana? La respuesta es sencilla: porque pueden.
El negocio de los libros de texto es un monopolio perfecto disfrazado de libre mercado. No puedes elegir. No puedes decir: «Mira, el de la editorial ‘Santillana’ me parece caro, voy a comprar el de ‘Hacendado'». No. Tienes que comprar ESE libro, con ESE ISBN, porque si no, tu hijo será el único de la clase intentando aprender las capitales de Europa con un mapa de carreteras de 1998.
Y lo mejor es la innovación. Cada año, las editoriales, en un alarde de creatividad pedagógica, cambian una coma de sitio, mueven una foto de la página 34 a la 35 y ¡zas!, edición nueva. El libro del año pasado de tu sobrino, que está prácticamente nuevo, ya no sirve. Es un objeto de coleccionista. Tienes que comprar el nuevo. Es la obsolescencia programada aplicada a la educación. Un plan sin fisuras para asegurarse de que su negocio nunca decaiga.
Acto II: El Drama del Bricolaje (o «La Rebelión del Forro Adhesivo»)
Pero, como usted bien señala, el golpe económico es solo el principio. Luego viene la tortura física y mental: forrar los libros.
El forro adhesivo es un material inventado en algún laboratorio secreto del infierno. Tiene una sola misión: humillarte. Posee una inteligencia propia y malévola. Sabe cuándo estás cansado. Sabe que tienes prisa. Y ataca. Se te pega a los dedos, a la mesa, a sí mismo. Creas burbujas de aire del tamaño de la cúpula del Vaticano que son imposibles de eliminar. Y cuando, tras media hora de lucha y juramentos en arameo, crees que lo has conseguido, te das cuenta de que has forrado el libro del revés.
Es una prueba diseñada para destruir tu autoestima. Es el universo diciéndote: «Si no eres capaz de ponerle un plástico a un trozo de cartón, ¿cómo pretendes guiar a un niño en la vida?».
Diagnóstico y Tratamiento
Lo que usted sufre, querido amigo, es el «Síndrome de la Vuelta al Cole». Es una dolencia estacional que combina el estrés financiero con la frustración del manitas amateur.
Diagnóstico: Usted es una víctima más de un sistema perfectamente engrasado para exprimir a los padres.
Tratamiento:
- Para lo económico: Busque en las plataformas de segunda mano. Hágase miembro del AMPA y promueva un banco de libros. O, simplemente, asuma la derrota, pague y llore en silencio mientras come macarrones durante un mes.
- Para el forrado: No luche. Ríndase. Hoy en día, hay librerías que, por un módico precio, te forran los libros con una máquina que parece sacada de la NASA. Sí, es una claudicación, pero su salud mental se lo agradecerá. Delegate la tortura.
No se sienta mal. Somos millones de padres y madres que, cada septiembre, libramos esta misma batalla. Es la primera gran prueba del curso escolar. Y no es para los niños. Es para nosotros.
Atentamente,
El Absurdólogo de Guardia.
