Recibimos la primera carta de la semana en nuestra consulta. Un grito de auxilio desde el corazón de la jungla corporativa. Procedemos al diagnóstico.
Estimado Absurdólogo,
Soy un oficinista anónimo. Hoy, en la primera reunión del lunes, mi jefe, un tipo que lleva corbatas más anchas que sus ideas, nos ha dicho que para el nuevo trimestre necesitamos «buscar sinergias», «generar valor disruptivo» y, sobre todo, «pensar fuera de la caja». Llevo toda la mañana mirando la caja de cartón de la fotocopiadora y no se me ocurre nada. ¿Estoy acabado? ¿De qué coño está hablando?
Atentamente,Un Currito Desencajado.
Estimado Currito Desencajado,
Respire hondo. Deje de mirar esa caja de folios. Usted no está acabado. Simplemente, ha sido víctima de un ataque de «anglisimo corporativo agudo», una enfermedad muy común en mandos intermedios con un máster online y un vacío existencial del tamaño de un polígono industrial.
Analicemos los síntomas que presenta su superior. Cuando un jefe dice que hay que «pensar fuera de la caja», no está pidiendo ideas innovadoras. Eso sería demasiado simple, demasiado honesto. No. «Pensar fuera de la caja» es, en realidad, un código. Un grito de ayuda cifrado. Vamos a traducirlo para que el resto de los mortales podamos entenderlo.
Lo que su jefe DICE: «Tenemos que pensar fuera de la caja».
Lo que su jefe REALMENTE QUIERE DECIR: «No tengo ni la más remota idea de cómo solucionar el marrón que tenemos encima, así que he repetido la primera frase que he leído en un libro de autoayuda para directivos. Por favor, que a alguien se le ocurra algo, lo que sea, para que pueda presentarlo como idea mía en la reunión con el jefazo».
Esa «caja» de la que habla no es una metáfora de la rutina ni de los límites del pensamiento convencional. La «caja» es su propia cabeza. Y, me temo, está más vacía que un bar en lunes por la mañana.
Usted menciona también otros dos síntomas preocupantes en el discurso de su superior: «buscar sinergias» y «generar valor disruptivo». Permítame que continúe con la traducción, que es un servicio público que debería estar financiado por el Estado.
- «Buscar sinergias»: Esta es una de las joyas del corporatés. Traducido al cristiano, significa «vamos a tener el doble de reuniones para que parezca que estamos colaborando. Estas reuniones no servirán para nada, salvo para interrumpir el trabajo de verdad, pero generarán actas preciosas y darán la sensación de que somos un equipo cohesionado. El resultado final será una pérdida de tiempo monumental y un odio latente entre departamentos».
- «Generar valor disruptivo»: Esta es la más peligrosa de todas, la cumbre del humo enlatado. Significa «hagan algo, lo que sea, que nos diferencie de la competencia. No sé el qué, ni cómo se hace, ni con qué presupuesto contamos, pero tiene que ser ‘disruptivo’. Algo como poner un tobogán en la oficina, cambiar el logo por uno que no entienda nadie o empezar a vender nuestros productos en el metaverso. Algo que quede de puta madre en una diapositiva de PowerPoint y que nos haga parecer Google, aunque vendamos tornillos».
Usted, mi querido Currito, no se enfrenta a un problema de creatividad. Se enfrenta a un problema de lingüística. Su jefe no habla el mismo idioma que usted. Él habla corporatés, un dialecto diseñado específicamente para sonar muy inteligente mientras no se dice absolutamente nada concreto. Es el latín de los mediocres, el refugio de los que confunden la gestión con la palabrería.
¿Cuál es el tratamiento para esta dolencia?
No cometa el error de principiante de intentar darle ideas realmente innovadoras. Si usted se levanta y presenta una idea verdaderamente «fuera de la caja» (ejemplo: «Propongo que dejemos de vender este producto de mierda que nadie quiere y empecemos a fabricar algo útil»), su jefe le mirará con el pánico de quien ve a un perro recitando a Shakespeare. Su idea es demasiado real, demasiado lógica. Da miedo. Le está obligando a enfrentarse a la realidad, y él vive muy cómodo en su nube de jerga.
La solución, por tanto, es la homeopatía corporativa: combatir el humo con más humo. Hable su mismo idioma. La próxima vez que su jefe pida ideas «fuera de la caja», levante la mano con gesto solemne, ponga cara de visionario y diga: «Propongo que implementemos un framework ágil para potenciar las sinergias interdepartamentales. De esta forma, podremos optimizar el workflow y generar un pipeline de valor disruptivo y sostenible que impacte directamente en nuestro core business«.
Su jefe llorará de emoción. No tendrá ni la más remota idea de lo que usted ha dicho, pero sonará exactamente a lo que él quería oír. Le dará una palmadita en la espalda, robará su frase para la próxima reunión y usted habrá sobrevivido un día más en la jungla corporativa.
No se desanime. Usted no es el problema. El problema es un sistema que ha sustituido el talento por la jerga, las ideas por las diapositivas y el trabajo real por la apariencia de trabajo.
Diagnóstico: Usted está perfectamente cuerdo en un entorno laboral delirante. Su jefe sufre de «verborrea de manual de coaching con complicaciones de Powerpoint-itis aguda».
Tratamiento: Aprenda tres o cuatro palabros en corporatés y úselos como escudo. Y, por supuesto, siga leyendo esta consulta. Es el único lugar donde traducimos la gilipollez al castellano.
Atentamente,
El Absurdólogo de Guardia.
