Óscar Puente y el AVE a Extremadura: el Brutal Sincericidio

Caricatura de Óscar Puente y el AVE a Extremadura, admitiendo el retraso como un acto de "sinceridad", satirizando la promesa rota.

El Bisturí del Día

El Contexto: La Promesa Eterna

Desde que los dinosaurios se extinguieron, más o menos, los sucesivos gobiernos de España han estado prometiendo una cosa: que Extremadura, esa región a la que a veces parece que solo se puede llegar en diligencia, se conectará con el resto del país mediante un tren de alta velocidad. Es la promesa electoral por excelencia, el Guadiana de las infraestructuras: aparece y desaparece en cada campaña. Hoy, el actual Ministro de Transportes, Óscar Puente, nos ha traído la última actualización sobre el tema.


La Cita:

Óscar Puente (Ministro de Transportes): «No voy a ser yo quien vuelva a dar un plazo y a engañar a la gente con el AVE a Extremadura. Mi compromiso es con la verdad.»

La Traducción del Absurdólogo:

«Escuchad, extremeños. Llevamos 30 años tomándoos el pelo con este tren, y, sinceramente, la cosa va para largo. Como ya no cuela prometer una nueva fecha que volveremos a incumplir, voy a probar una estrategia revolucionaria: el ‘sincericidio’. Os voy a decir a la cara que os fastidiéis y no esperéis nada a corto plazo. Así, cuando (y si) el tren llega el día del Juicio Final, en lugar de echarme en cara el retraso, encima me tendréis que agradecer que fui el único que no os creó ‘falsas expectativas’. De nada. Soy un genio.»

El Veneno: Autopsia del «Sincericidio» como Arma Política

Analicemos esta jugada, porque es una obra de arte de la retórica. El ministro Óscar Puente, sobre el AVE a Extremadura, no ha pedido perdón por un fracaso. No ha asumido la incompetencia de décadas de planificación desastrosa. No. Ha cogido ese fracaso, lo ha envuelto en papel de celofán de «honestidad brutal» y nos lo ha vendido como una virtud.

Es una estrategia brillante y profundamente insultante. Es el arte de convertir tu propia ineptitud en un ataque a la (supuesta) mentira de tus predecesores. El mensaje subliminal es: «Los de antes eran unos mentirosos que os prometieron cosas imposibles. Yo, en cambio, soy tan moralmente superior que tengo el valor de deciros la cruda verdad: estáis jodidos y vais a seguir estándolo durante mucho tiempo».

Esta técnica, el «sincericidio», es la última moda en la comunicación política. Consiste en admitir una realidad tan catastrófica y tan innegable que la única salida que te queda es presentarte a ti mismo como el valiente mensajero de las malas noticias. Te eriges como el adalid de la verdad, no porque quieras solucionar el problema, sino porque el problema se ha hecho tan grande que ya no puedes esconderlo debajo de la alfombra.

Lo que el ministro Óscar Puente no dice sobre el AVE a Extremadura es que esta «verdad» no es un acto de generosidad, sino la consecuencia de una gestión que sigue siendo un desastre. La «sincera» confesión del retraso no viene acompañada de una solución, de un plan de choque, de una asunción de responsabilidades. Viene acompañada de un encogimiento de hombros.

Es como si un cirujano, a mitad de una operación, le dijera al paciente: «Mire, le soy sincero, no tengo ni idea de cómo seguir. Los de antes le prometieron que esta operación era sencilla, pero eran unos mentirosos. Yo, al menos, le digo la verdad: probablemente no salga de esta. Pero valore mi honestidad».

Esta estrategia es la prueba definitiva de la desconexión de la clase política. Creen que los ciudadanos son idiotas. Creen que nos conformamos con que nos digan la verdad sobre el desastre, en lugar de exigirles que eviten el desastre. Como ya hemos visto en [el caso de la rendición del Gobierno ante la factura de la luz], la confesión de impotencia se ha convertido en el nuevo argumentario.

Así que, enhorabuena, extremeños. Hoy no tenéis un tren de alta velocidad, pero tenéis algo mucho más valioso: tenéis la «verdad» de un ministro. Una verdad que no os llevará a Madrid en menos tiempo, no atraerá inversiones a vuestra tierra y no mejorará vuestra vida. Pero, oye, al menos ya sabéis, oficialmente, que estáis a la cola de las prioridades. Y que os lo digan a la cara, por lo visto, es un privilegio por el que deberíais estar agradecidos.

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