El Bisturí del Día
El Contexto: La Llamada del Director
Imaginen la escena. España es ese alumno problemático pero talentoso de la clase de Europa. Un chaval que a veces saca buenas notas (en turismo y en fútbol), pero que tiene el pupitre hecho un desastre y se pasa el día peleándose con el compañero de al lado. Y el director del colegio (la Comisión Europea), harto ya de los partes de incidencias, te llama a su despacho. No te va a expulsar, porque tus padres pagan una buena cuota. Pero te va a leer la cartilla. La noticia de hoy es esa lectura de cartilla, provocada por el bochornoso espectáculo de las últimas semanas: el bloqueo eterno del CGPJ, el Fiscal General en el banquillo, el líder de la oposición investigado… un circo de togas que, por lo visto, en Bruselas no hace tanta gracia como aquí.
La Cita:
Presidente de la Comisión Europea: «España es un socio vital, pero el respeto al Estado de Derecho no es negociable.»
La Traducción del Absurdólogo:
«A ver, Pepiño. Os queremos mucho, de verdad. Sois muy simpáticos, tenéis buenas playas y nos encanta vuestro jamón. Pero sois un puto desastre. Tenéis el sistema judicial que parece el camarote de los hermanos Marx y os estáis tirando las togas a la cabeza en público. Arreglad vuestro circo de una puta vez, porque el próximo cheque de los fondos de recuperación viene con condiciones. Y la primera es que parezcáis un país serio. Un besito.»
El Veneno: Autopsia de una Colleja Diplomática
Hay que admirar la exquisita pasivo-agresividad de la diplomacia europea. Es un arte. La frase del Presidente de la Comisión Europea es una obra maestra del género. Analicemos sus partes, porque no tiene desperdicio.
«España es un socio vital…»
Esta es la anestesia. La palmadita en la espalda antes de la inyección. Es el «no te ofendas por lo que te voy a decir, que te lo digo con cariño». Se traduce como: «Sois demasiado grandes para quebrar y nos dais demasiados quebraderos de cabeza como para ignoraros. Nos necesitamos mutuamente, aunque a veces nos saquéis de quicio». Es el reconocimiento de que, nos guste o no, estamos en el mismo barco. Un barco en el que, ahora mismo, la sala de máquinas española está en llamas.
«…pero el respeto al Estado de Derecho…»
Aquí empieza la música de tensión. El «pero» es la palabra más importante de la diplomacia. Es la bisagra que separa la cortesía de la amenaza. Al mencionar el Estado de Derecho, la Comisión Europea está cogiendo el bisturí y apuntando directamente a la herida purulenta: la politización de nuestra justicia. No habla de economía ni de agricultura. Habla del pilar fundamental que, según ellos, se está tambaleando. Y cuando Bruselas te menciona el Estado de Derecho, es como cuando tu pareja te dice «tenemos que hablar». Sabes que no es para decidir el menú de la cena.
«…no es negociable.»
Y aquí llega el veneno. La hostia. La línea roja. «No es negociable» es el eufemismo diplomático para «o hacéis lo que os decimos, o habrá consecuencias». Es el recordatorio sutil de que, aunque España sea un «socio vital», el dinero de los fondos europeos no es un derecho divino. Es un privilegio condicionado al cumplimiento de unas normas. Y la primera norma del club es no prenderle fuego a tu propio sistema judicial.
Esta frase es una colleja de guante blanco. Un tirón de orejas paternalista. Es la forma que tiene Bruselas de decirnos, sin decirlo, que dejemos de hacer el ridículo. Que nuestra guerra civil de togas entre el PP y el PSOE, que nuestro bloqueo del CGPJ que ya dura más que algunas civilizaciones antiguas, y que el espectáculo de tener al Fiscal General y al líder de la oposición en los tribunales a la vez, ha dejado de ser un «asunto interno» para convertirse en una vergüenza europea.
Como ya hemos analizado en [nuestro artículo sobre la fianza a Feijóo], el problema no es un caso, es el sistema. Y la Comisión Europea, con la paciencia de un santo, nos lo está recordando. Así que, mientras nuestros líderes aquí siguen jugando a ver quién tiene la toga más larga, desde fuera nos miran con una mezcla de pena y exasperación. Y, sobre todo, con la mano en el bolsillo, por si tienen que cerrar el grifo.