(La escena: un plató de televisión oscuro, con tres sillones de cuero. Es el programa «El Inversor Divino». Un foco ilumina a un hombre enérgico, con patillas decimonónicas y la labia de un vendedor de crecepelo. Es JUAN ÁLVAREZ MENDIZÁBAL.)
PRESENTADOR (Voz en off): En el programa de hoy, un emprendedor con una idea que puede cambiar el país. Juan, tienes un minuto para convencernos.
MENDIZÁBAL (con confianza arrolladora): Buenas noches. Vengo a presentarles un plan de reestructuración de activos sin precedentes. España, nuestro país, es una empresa con un enorme potencial, pero con un grave problema de liquidez y unos activos inmobiliarios totalmente improductivos. Hablo, por supuesto, de las tierras y propiedades de la Iglesia. ¡Están ahí, cogiendo polvo!
(Señala un gráfico imaginario.)
MENDIZÁBAL: Mi plan es sencillo. Primero: expropiación. Nacionalizamos esos activos. Segundo: liquidación. Los sacamos a subasta pública. ¿El objetivo? Triple. Uno: saneamos la deuda del Estado. ¡Adiós, números rojos! Dos: creamos una nueva clase de stakeholders, una burguesía de pequeños y medianos propietarios, leales a la causa liberal y con ganas de innovar. ¡El motor del cambio! Y tres: dinamizamos el mercado.
(Los «inversores» —un noble terrateniente con monóculo y un banquero con cara de pocos amigos— se miran con escepticismo.)
TERRATENIENTE: ¿Subasta pública? ¿Y quién va a comprar todo eso, buen hombre? ¿Los campesinos? Si no tienen ni para un par de alpargatas.
MENDIZÁBAL (guiñando un ojo): Ahí está la magia del plan, mi querido marqués. Las tierras se podrán pagar en cómodos plazos… o con títulos de deuda pública. Títulos que, casualmente, mis amigos banqueros y yo hemos estado comprando a precio de saldo. Es una oportunidad de oro para los que tengan… visión de futuro. Y liquidez, claro.
(El banquero sonríe por primera vez en toda la noche. El terrateniente se ajusta el monóculo, viendo el negocio.)
PRESENTADOR: Juan, es usted un genio. ¡Tenemos un trato!
El Bisturí del Absurdólogo: La Autopsia de un Pelotazo
Lo que acaban de presenciar es, en esencia, la Desamortización de Mendizábal, la chapuza histórica que definió la España contemporánea. Presentada como la panacea liberal que iba a curar todos nuestros males, se convirtió en la fiesta privada de una élite que se repartió el pastel del país. Hoy, en el Archivo del Disparate, le quitamos el polvo a este Real Decreto de 1836 para demostrar que la costumbre de privatizar beneficios y socializar pérdidas viene de muy, muy lejos.
Esta operación no fue un simple error de cálculo; fue un diseño casi perfecto para conseguir exactamente lo contrario de lo que se prometía.
La Promesa Rota: El Powerpoint vs. La Cruda Realidad
Sobre el papel, los objetivos de Mendizábal eran impecables. Casi parecen sacados de un programa electoral moderno:
- Sanear Hacienda: El Estado estaba en quiebra, ahogado por las deudas y la Primera Guerra Carlista. Vender las tierras de la Iglesia parecía una forma rápida de conseguir efectivo.
- Crear una «Clase Media» Agraria: La idea era que miles de agricultores compraran pequeñas parcelas, creando una clase de pequeños propietarios que modernizarían el campo y apoyarían el nuevo régimen liberal.
- Castigar a la Iglesia: La Iglesia apoyaba al bando absolutista en la guerra. Quitarle su poder terrenal era una jugada maestra para debilitar al enemigo.
El problema es que la ejecución de esta Desamortización de Mendizábal, una chapuza histórica de manual, fue un desastre. La realidad fue que los únicos que podían pujar en las subastas eran los que ya tenían dinero: nobles, grandes burgueses y especuladores que habían comprado la deuda pública a precio de risa. Los campesinos, que eran los que trabajaban la tierra, se quedaron mirando desde la barrera cómo sus antiguos señores (la Iglesia) eran reemplazados por otros nuevos, a menudo mucho más crueles.
¿Quién Ganó Realmente con esta Chapuza Histórica de Mendizábal?
El resultado fue una concentración de la propiedad de la tierra aún mayor. Se consolidó una nueva oligarquía terrateniente que no tenía ningún interés en modernizar el campo, sino en exprimir a sus jornaleros para sacar el máximo rendimiento. Lejos de crear una clase media, se creó una masa de campesinos sin tierra aún más empobrecida, sentando las bases de los conflictos sociales que asolarían España durante el siguiente siglo.
Además, como vimos en [nuestro análisis de la burbuja inmobiliaria], cuando el valor de un activo se infla por la especulación, las consecuencias son devastadoras. La Desamortización de Mendizábal fue la chapuza histórica que nos enseñó esta lección por primera vez.
Las Consecuencias a Largo Plazo: La España que Nos Dejó el ‘Pelotazo’
El legado de este despropósito aún pervive:
- El Latifundismo: La estructura de la propiedad en el sur de España (enormes fincas en manos de unos pocos) es una herencia directa de este proceso.
- Pérdida de Patrimonio: Se perdieron o destruyeron incontables obras de arte, bibliotecas y edificios que estaban en los conventos y monasterios expropiados, como bien documenta la [bibliografía del Museo del Prado sobre el tema].
- Una Oportunidad Perdida: Fue la gran oportunidad perdida para llevar a cabo una reforma agraria justa que podría haber cambiado el destino del país. En su lugar, se optó por el atajo, el pelotazo y el beneficio para unos pocos.
En conclusión, la Desamortización de Mendizábal, nuestra gran chapuza histórica fundacional, es el ejemplo perfecto de cómo una política con objetivos loables puede convertirse en una herramienta para el enriquecimiento de una élite. Nos enseña que cuando oigan a un político prometer una solución mágica y rápida a un problema complejo, sobre todo si implica vender «activos improductivos», es un buen momento para empezar a guardar la cartera. Porque la historia, en España, no es que rime; es que directamente se plagia a sí misma.