Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos que celebrar una noticia que nos devuelve la esperanza. Justo cuando el país todavía huele a pino quemado y el cielo tiene el color de la melancolía, ha aparecido un héroe. Un visionario. Un estratega. Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición, ha convocado a la prensa y, con el gesto grave de un cirujano que va a operar a corazón abierto, ha presentado su Plan de 50 Medidas contra los Incendios Forestales.
¡Cincuenta! ¡Ni Moisés se atrevió a tanto con los mandamientos! Es un plan exhaustivo, detallado, brillante. Un documento que, de haberse aplicado, probablemente habría evitado la catástrofe. Solo tiene un pequeño, minúsculo, insignificante defecto: llega tarde. Es el equivalente a presentar el plan de evacuación del Titanic cuando el barco ya está en el fondo del Atlántico sirviendo de arrecife para los peces.
Es la figura del «Capitán a Posteriori» en su máxima expresión. El experto que, después del partido, te explica con una pizarra por qué tu equipo ha perdido 4-0. ¡Gracias por la aclaración! Sin tu análisis, pensábamos que habíamos ganado. El presidente del PP ha salido a la palestra para criticar al Gobierno por haber «fallado». Y tiene razón. El Gobierno ha fallado. Pero la crítica tiene la misma autoridad moral que un pirómano dando una conferencia sobre prevención de incendios.
Porque aquí, amigos, es donde la hemeroteca, esa bendita máquina de la verdad, entra en juego. Uno, que es curioso, se pone a buscar. Y descubre cosas maravillosas. Descubre que el partido del señor Feijóo ha gobernado durante años en Galicia, una comunidad con una relación con el fuego más intensa que la de un adolescente con su primer amor. Descubre que en esa misma Galicia se ha promovido durante décadas la «eucaliptización» del monte, convirtiendo los bosques en una especie de plantación de cerillas gigantes. Descubre que en Castilla y León, también gobernada por ellos, los recortes en los equipos de prevención y extinción han sido una tradición tan arraigada como la morcilla de Burgos.
¡Es una genialidad! Es como si el inventor de la dieta del donut se quejara de la epidemia de obesidad. La estrategia es de una hipocresía tan perfecta que roza la obra de arte. Durante el invierno, cuando toca aprobar los presupuestos, se recorta en guardas forestales, se precariza a los brigadistas y se mira para otro lado mientras el monte se convierte en un polvorín. Y luego, en verano, cuando todo arde como es previsible, te pones el traje de salvador de la patria, presentas un PowerPoint con 50 puntos y le echas la culpa al de enfrente.
Y el Gobierno, por supuesto, entra al trapo como un miura. Se rasgan las vestiduras, acusan a Feijóo de «deslealtad», de «usar la tragedia para hacer política». ¡Pero bueno! ¡Acusar a un político de usar una tragedia para hacer política es como acusar a un futbolista de darle patadas a un balón! ¡Es su trabajo!
Estamos asistiendo, una vez más, al teatro del absurdo. Dos equipos echándose la culpa de la gotera mientras la casa se inunda. Y en medio, los de siempre: los bomberos dejándose la piel, los vecinos perdiendo sus casas y un paisaje que tardará décadas en recuperarse.
El plan de Feijóo, si lo leen, probablemente contenga medidas muy sensatas. Medidas que los expertos llevan pidiendo veinte años. Medidas que él mismo podría haber aplicado en las comunidades donde gobierna y que, curiosamente, no siempre ha aplicado. Pero el plan no está hecho para ser aplicado. Está hecho para ser anunciado. No es un extintor, es un folleto publicitario.
Así que, desde aquí, nuestra enhorabuena al señor Feijóo por su magnífico plan. Una obra maestra. Lástima que los árboles quemados no sepan leer.