Buenas tardes, feligreses del absurdo. Justo cuando pensaban que la telenovela judicial de esta semana no podía tener más giros de guion, la realidad ha decidido estrenar una nueva temporada. Y esta vez, el protagonista no es un juez con toga, sino un chaval de 17 años con una sudadera con capucha y, probablemente, acné. Un adolescente anónimo se ha colado hasta la cocina de la sede del PSOE y se ha llevado un souvenir: 10 gigabytes de datos.
No ha sido por dinero. Ha sido, según su manifiesto, por amor al arte. Y por tocar las narices. Su objetivo: «alertar de la corrupción» y, de paso, demostrar que la ciberseguridad del partido que gobierna España tiene la misma solidez que un castillo de naipes en mitad de un huracán.
La Anatomía de la Humillación
Esto no es un simple robo de datos. Es una humillación en tres actos.
Acto I: La Incompetencia Tecnológica.
En un mundo donde tu tostadora necesita actualizaciones de seguridad, el partido que gestiona los secretos de Estado tiene un sistema informático que puede ser reventado por un chaval que, probablemente, ha aprendido a hackear viendo tutoriales en YouTube entre partida y partida del Fortnite. Es la demostración de que, mientras nos dan la chapa con la «digitalización» y la «España 2030», sus propias defensas digitales son un colador. La noticia, que ya confirman medios como [El Confidencial], es un monumento a la chapuza.
Acto II: El Motivo Quijotesco.
El hacker del PSOE no es un mercenario ruso. Es un justiciero anónimo. Un Zorro digital. No pide un rescate en bitcoins, pide «transparencia». Ha convertido su delito en una performance política, en un acto de desobediencia civil 2.0. Y eso, para el Gobierno, es mucho más peligroso que un simple robo. Porque no puedes negociar con alguien que no quiere dinero, solo quiere ver el circo arder.
Acto III: La Caja de Pandora.
Y aquí, amigos, es donde empieza el verdadero pánico en Ferraz. Diez gigabytes. ¿Saben ustedes lo que son 10 gigabytes de documentos de un partido político? Son el equivalente a las memorias no autorizadas de Maquiavelo. Son una bomba de relojería rellena de correos electrónicos comprometedores, hojas de cálculo inconfesables, listas de donantes misteriosos y, quién sabe, quizá algún que otro contrato sospechoso.
El Fantasma de la Financiación Ilegal y la Sombra de «P. Sánchez»
Y es que esta filtración llega en un momento… delicado. Justo cuando el Tribunal Supremo, como ya ha informado la prensa, ha visto indicios de una posible financiación irregular en las entrañas del partido. ¡Qué casualidad tan maravillosa! Es como si, justo el día que sospechas que tienes una fuga de agua, un vecino te tira un cubo de agua por la ventana.
Ahora mismo, en los despachos de la sede del PSOE, debe reinar un terror similar al de los momentos previos al impacto del meteorito que extinguió a los dinosaurios. Cada militante, cada cargo, cada tesorero, estará repasando mentalmente todos los emails que ha enviado en los últimos diez años. Todas las conversaciones de WhatsApp. Todos los documentos de Word guardados en carpetas con nombres tan sospechosos como «Varios» o «Cosas».
La gran pregunta, la que sobrevuela este escándalo como un buitre sobre un cadáver fresco, es si en alguna de esas hojas de cálculo, en algún recóndito archivo PDF, aparecerá una anotación. Una de esas anotaciones crípticas, como las que en su día vimos en el caso Gürtel. ¿Se imaginan que en un documento sobre una adjudicación sospechosa aparezca la firma de un tal «P. Sánchez»?
Y si aparece, la respuesta del partido, por supuesto, ya la conocemos. Será un clásico. «Ese P. Sánchez no sabemos quién es. Podría ser Pedro, el del bar de la esquina. O Pablo, el fontanero. Hay muchos P. Sánchez en España». Es el manual de supervivencia que inauguró M. Rajoy, un clásico atemporal de nuestra política.
¿Y Ahora Qué? El Corralito de la Información
Lo que se abre ahora es una veda. El hacker del PSOE tiene en su poder una década de secretos. Y puede empezar a soltarlos poco a poco, como el que va dosificando los capítulos de una serie de éxito. Cada semana, una nueva filtración. Un nuevo escándalo. Una nueva mordida. Un nuevo chanchullo.
La filtración del hacker al PSOE no es solo un ataque a un partido. Es un ataque a la opacidad de un sistema. Y aunque el método sea ilegal, la pregunta que plantea es legítima: ¿tenemos derecho a saber qué se cuece en las cocinas del poder?
El Gobierno, por supuesto, hablará de «ataque a la democracia». Y en parte tendrá razón. Pero la mejor defensa de la democracia no es tener una ciberseguridad impoluta. Es tener tan pocos secretos que, aunque te hackeen, no tengan nada interesante que encontrar. Y me temo, queridos lectores, que en los discos duros de cualquier partido político de este país hay de todo menos aburrimiento.
Así que preparen las palomitas. La función no ha hecho más que empezar. Y el guionista, esta vez, es un chaval de 17 años con muy malas pulgas y una conexión a internet. Que Dios nos coja confesados.