Tabla de Contenidos:
- Introducción: La Música Deja de Sonar
- El Auto Judicial: Autopsia de una Trama
- La Joya de la Corona: «Pertenencia a Grupo Criminal»
- La Reacción: Activando el Protocolo «Lawfare»
- Conclusión: La Fruta y el Árbol
1. Introducción: La Música Deja de Sonar
Buenos y judiciales días. Hoy, en la gran discoteca de la política española, el DJ (una jueza de Madrid) ha decidido pinchar el tema que nadie en el Partido Popular quería bailar. La música de fiesta se ha detenido bruscamente, las luces de colores se han apagado y un foco solitario ilumina a la pareja protagonista en el centro de la pista. Se ha abierto el juicio al novio de Ayuso.
La historia de amor y éxito empresarial que nos han estado vendiendo durante meses como el ejemplo del «madrileño que se busca la vida» acaba de estrellarse contra la dura realidad del Código Penal. Alberto González Amador, pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, será juzgado por dos delitos de fraude a Hacienda y uno de falsedad en documento mercantil. Y, como guinda del pastel, la jueza ve indicios de que todo esto se hizo en el marco de una pertenencia a grupo criminal.
Se acabó el baile. Empieza el juicio.
2. El Auto Judicial: Autopsia de una Trama
Durante meses, hemos asistido a un relato épico. La historia de un hombre hecho a sí mismo, un «emprendedor» acosado por una malvada inspección de Hacienda y por un Gobierno que, según nos contaban, le perseguía por la terrible ofensa de ser el novio de Isabel Díaz Ayuso. Era una narrativa de victimismo, una historia de amor perseguida por las fuerzas del mal.
Y entonces, llega la jueza y, con la frialdad de un forense, descuartiza el cuento de hadas. El auto de apertura de juicio oral, que medios como [Europa Press] desgranan hoy, es una pieza demoledora. Habla de una «trama perfectamente planificada», de un «entramado de facturas falsas», de una «voluntad deliberada de defraudar».
Traducido: esto no fue un «error». No fue una «discrepancia con Hacienda». Fue, presuntamente, un plan trazado con la precisión de un arquitecto para engañar al Estado y ahorrarse unos cuantos cientos de miles de euros en impuestos. La misma Hacienda que, como vimos en [nuestro artículo sobre la recaudación récord], no perdona una a los pringados de a pie.
3. La Joya de la Corona: «Pertenencia a Grupo Criminal»
Pero la verdadera bomba, la frase que eleva este caso de una simple «inspección fiscal» a una película de Martin Scorsese, es la de «pertenencia a grupo criminal».
Esta no es una acusación cualquiera. Implica organización, planificación, una estructura creada con el único propósito de delinquir. Ya no hablamos de un señor que se equivocó en la declaración. Hablamos de una presunta red, de una orquesta perfectamente afinada para tocar la sinfonía del fraude. El juicio al novio de Ayuso no es por un despiste, es por un presunto modelo de negocio.
Es la diferencia entre robar una gallina por hambre y montar una granja industrial para robar gallinas. Y eso, amigos, cambia por completo la película.
4. La Reacción: Activando el Protocolo «Lawfare»
Y, por supuesto, ante este panorama, la reacción del Partido Popular y de su entorno mediático ha sido la predecible. La que ya tienen en una plantilla de Word. ¿Hay un problema judicial? Activen el protocolo «Conspiración».
Ya lo estamos oyendo. Esto no es un juicio al novio de Ayuso, es un «juicio a Ayuso». No es la acción de una jueza independiente, es el «brazo armado de la Moncloa». Es «lawfare«. Es una «cacería». Es la «máquina del fango». Es la misma y agotadora letanía que ya escuchamos cuando el [Supremo citó a Feijóo].
Es la doctrina de la Justicia de Schrödinger en todo su esplendor: si un juez investiga al PSOE, es un héroe de la democracia. Si investiga al PP, es un sicario de Sánchez. La justicia, en España, no es ciega. Es, simplemente, del equipo contrario.
5. Conclusión: La Fruta y el Árbol
Este juicio no es solo un problema para Alberto González Amador. Es un misil en la línea de flotación del proyecto político de Isabel Díaz Ayuso. Durante años, ha construido su marca sobre la base de la «libertad», de la «bajada de impuestos», de la lucha contra un Estado opresor.
Y ahora, resulta que la persona con la que comparte su vida está a punto de sentarse en el banquillo, acusado, precisamente, de haberse tomado la «libertad» de no pagar los impuestos que sostienen ese mismo Estado. Acusado de defraudar a la misma Hacienda de Madrid que ella dirige.
La ironía es tan brutal que duele. El juicio al novio de Ayuso no es una cuestión personal. Es una cuestión de credibilidad. Es la pregunta que ahora flota sobre la Puerta del Sol: ¿se puede liderar la lucha contra la supuesta tiranía del Estado mientras en tu propia casa, presuntamente, se diseñaban tramas para estafarlo?
La presidenta, a la que tanto le gusta hablar de fruta, se enfrenta ahora a la cosecha más amarga de todas. Y el refrán, ya saben, es muy claro respecto a la fruta que cae del árbol.
Que tengan un buen día. Y paguen sus impuestos. Por lo visto, no todos tienen la misma «libertad» para no hacerlo.