Desde la tribuna de prensa del Absurdólogo de Guardia, ¡muy buenas tardes y bienvenidos al partido más esperado de la temporada estival! ¡Más emocionante que un Madrid-Barça! ¡Más tenso que una final de Champions! Hoy, en el estadio nacional de la ceniza, se enfrentan los dos grandes equipos de nuestra liga: el PSOE F.C. y el Partido Popular C.F. ¿El trofeo en juego? La Copa de la Exoneración. ¿El balón? La culpa.
¡Y arranca el partido! El saque inicial lo realiza la ministra de Defensa, Margarita Robles, capitana del equipo rojo. ¡Qué jugada! Con una elegancia sublime, Robles controla el balón de la actualidad, levanta la cabeza y lanza un pase largo y envenenado directamente al área de las Comunidades Autónomas del PP. Suelta un zurdazo dialéctico: acusa a las regiones azules de «recortes salvajes» en prevención y de tener los equipos de extinción «bajo mínimos». ¡GOL… pe bajo para la bancada popular!
Pero, ¡atención! ¡El equipo azul no se arruga! Su delantero pichichi, el incisivo Miguel Tellado, sale al corte con una entrada a la altura de la rodilla. Roba el balón de la culpa y se lanza al contraataque. ¡Qué velocidad! ¡Qué descaro! Se planta ante los micrófonos y dispara a quemarropa: acusa al Gobierno de «inacción», de «tardanza» en el despliegue de la UME y de «estar de vacaciones mientras España ardía». ¡El balón se estrella en el larguero de la demagogia! ¡El partido está vibrante!
Y mientras los dos equipos se enzarzan en un cruce de patadas, empujones y acusaciones de «y tú más», hay un pequeño detalle que parece que se les ha olvidado a ambos: el campo de juego está en llamas.
Este es el Clásico de cada verano. Un ritual tan sagrado como la canción del verano o las picaduras de mosquito. Ocurre una catástrofe, y antes de que los bomberos hayan podido guardar las mangueras, nuestros políticos ya están vestidos de corto, listos para jugar el partido de la culpa.
La táctica es siempre la misma. Si gobiernas tú, la culpa es de las Comunidades Autónomas (si son del otro color, claro). Son sus competencias. Si estás en la oposición, la culpa es del Gobierno central, que no coordina, no ayuda y no manda los hidroaviones a tiempo.
Es una obra de teatro maravillosa. Un espectáculo de una infantilidad que sonrojaría a un niño de parvulario. Y en medio, estamos nosotros, los aficionados, sentados en la grada, viendo cómo nuestros jugadores, en lugar de colaborar para apagar el fuego que amenaza con quemar el estadio, se dedican a hacerse faltas y a protestarle al árbitro. Y lo peor de todo es que el árbitro (la lógica, el sentido común) fue expulsado del partido hace ya muchas temporadas.
Mientras Robles y Tellado se intercambian «zascas», un bombero en Castilla y León se está jugando la vida. Mientras discuten sobre quién recortó más en 2012, una familia en Galicia está perdiendo su casa. Pero esos son detalles menores. Lo importante es ganar el partido de la opinión pública. Lo importante es que, cuando se disipe el humo, el titular del día siguiente diga que la culpa fue del otro.
Al final, el partido, como siempre, terminará en empate. Empate a cero en soluciones. Empate a cero en colaboración. Y goleada histórica en irresponsabilidad. Y cuando el árbitro pite el final, los jugadores se irán a los vestuarios, satisfechos de haberlo dado todo (en el atril). Y el campo seguirá ardiendo.
Así que, la próxima vez que les hablen de «altura de miras» y «sentido de Estado», recuerden este partido. Porque en la política española, cuando hay un problema de verdad, lo primero que se busca no es una solución. Es un culpable. Y a poder ser, que juegue en el equipo contrario.