Año 2025 de nuestra era. En las gélidas y olvidadas tierras altas de Soria, donde el viento peina los campos de secano y el silencio es el vecino más ruidoso, se libra una batalla por el alma de un pueblo. Un conflicto que no se combate con espadas ni cañones, sino con armas mucho más letales: los sellos de tinta, los informes desfavorables y el arma de destrucción masiva definitiva, el temido «vuelva usted mañana». Bienvenidos a «La Secretaria: Crónica de un Reinado de Papel».
Capítulo I: El Ascenso de la Dinastía del Archivador
Hace cuarenta años, cuando España todavía olía a blanco y negro y los ordenadores eran cosa de la NASA, una joven y prometedora funcionaria llegó al pueblo. Era una «Habilitada Nacional», una figura casi mítica, una sacerdotisa de la ley enviada por el Estado para dar fe pública y asegurarse de que los alcaldes de pueblo no se gastaran el presupuesto de las fiestas en una timba de póker.
Y mientras los alcaldes, esas figuras electas y efímeras, iban y venían cada cuatro años como las estaciones, ella permanecía. Inmutable. Eterna. El alcalde del PSOE, el del PP, el independiente que prometió asfaltar el camino del cementerio… todos pasaron por su despacho. Ella los vio llegar con sus promesas y los vio marcharse con sus desengaños. Se convirtió en la memoria viva del ayuntamiento, en la guardiana de los secretos del padrón, en la única persona que sabía realmente dónde estaba archivada el acta de la sesión plenaria de 1987 en la que se decidió poner un geranio en la ventana del consistorio.
Con el tiempo, el conocimiento se transformó en poder. Un poder silencioso, burocrático, pero más absoluto que el de cualquier monarca. Ella no necesitaba un ejército. Tenía algo mucho mejor: el control del procedimiento.
Capítulo II: El Arsenal de la Ciudadela Burocrática
Para entender la magnitud de su reinado, es preciso analizar su arsenal. No se trata de armas convencionales, sino de un sofisticado armamento psicológico y administrativo perfeccionado durante cuatro décadas de servicio público.
La Emboscada del «Falta un Papel»: El arma predilecta. Un emprendedor local presenta un proyecto para abrir una casa rural. Ha rellenado 47 formularios, ha presentado 12 fotocopias compulsadas y ha adjuntado hasta una radiografía de su propio tórax. Todo parece en orden. Y justo entonces, la Secretaria, con una media sonrisa, pronuncia la frase letal: «Está todo casi perfecto, pero… falta el formulario 34-Bis de impacto eólico en nidos de vencejo». El emprendedor cae fulminado. No volverá a intentarlo.
La Táctica de Desgaste del «Vuelva Usted Mañana»: Una estrategia sutil pero demoledora. Consiste en no negar nunca nada, pero tampoco concederlo. Cada consulta se responde con un críptico «esto lo tenemos que estudiar» o un «déjeme que lo mire». El ciudadano, atrapado en un bucle temporal, acaba rindiéndose por puro agotamiento existencial.
El Arma Nuclear: El «Informe Desfavorable»: El golpe de gracia. Cuando un alcalde se pone demasiado gallito y presenta un proyecto que a ella, por la razón que sea, no le convence, despliega su poder definitivo. Redacta un informe técnico-jurídico de 80 páginas, citando una oscura ley provincial de 1952, en el que concluye que el proyecto es «inviable por no ajustarse al artículo 17, párrafo tercero, de la normativa sobre la alineación de los bordillos». El alcalde puede apelar, patalear y gritar, pero contra un «informe desfavorable», no hay nada que hacer. Es el jaque mate.
Capítulo III: La Rebelión de los Desheredados del Censo
Pero todo reinado, por largo que sea, tiene su fin. La chispa de la rebelión la ha encendido un nuevo alcalde, un joven con ideas peregrinas como «atraer turismo», «instalar placas solares» o «facilitar la vida a los vecinos». Un idealista que, al parecer, no había entendido cómo funcionaban las cosas.
Tras meses de ver cómo cada una de sus iniciativas se estrellaba contra el muro de granito del «eso por aquí no se puede hacer», el alcalde ha dicho basta. Y con él, una facción del pueblo, los «rebeldes», se ha levantado en armas (metafóricamente hablando, claro; las únicas armas aquí son las pancartas y las quejas en el bar). Acusan a la Secretaria de ser una «dictadora», de bloquear el progreso por capricho, de actuar como la dueña del cortijo y de haber convertido el ayuntamiento en su fortaleza personal.
El pueblo, por supuesto, se ha dividido. Por un lado, los rebeldes. Por otro, los «leales a la Corona del Sello», generalmente gente mayor o aquellos que, durante años, han sabido navegar las procelosas aguas de su burocracia y le deben algún favor. «Con ella, al menos, sabíamos a qué atenernos», dicen. «Era estricta, pero era la ley».
Capítulo IV: La Batalla Final (o no)
Y así nos encontramos hoy. Con un pueblo soriano convertido en el escenario de un Juego de Tronos de secano. Las sesiones plenarias se han convertido en batallas campales. Las miradas en la plaza del pueblo son más afiladas que una navaja de Albacete. La guerra no se libra en un campo de batalla, se libra en los pasillos del ayuntamiento, en las colas de la panadería y en la barra del bar.
¿Quién ganará? ¿La pasión por el cambio del nuevo alcalde o la resistencia inquebrantable de la burocracia personificada? Es difícil saberlo. La Secretaria tiene de su lado la ley, la experiencia y cuatro décadas de expedientes perfectamente archivados. El alcalde tiene de su lado a una parte del pueblo y, sobre todo, el hartazgo.
Sea cual sea el resultado, esta historia no es solo la anécdota de un pueblo perdido de Soria. Es la crónica de la España Eterna. La lucha titánica entre la «rasmia» y el «vuelva usted mañana». Una batalla en la que, gane quien gane, el pueblo, como siempre, ya ha perdido demasiado tiempo.