Buenas tardes, feligreses del absurdo. Hay noticias que son una tragedia. Hay noticias que son una chapuza. Y luego hay noticias como la de hoy, que son una macabra fusión de ambas. El Ministerio de Igualdad, ese faro de la vanguardia progresista, ha tenido que admitir que su sistema de pulseras antimaltrato, la herramienta tecnológica estrella para proteger a las víctimas de violencia de género, estuvo, básicamente, apagado durante ocho meses.
Ocho. Meses.
Un informe de la Fiscalía, destapado por medios como [El Confidencial], revela que el cambio de proveedor de Telefónica a Vodafone se gestionó con la misma pericia con la que un chimpancé jugaría al Jenga. Se perdieron datos, se dejaron de registrar alarmas y, en definitiva, se dejó a miles de mujeres protegidas por un sistema que era, en realidad, un placebo electrónico.
Ante la magnitud de este desastre, y como sabemos que las explicaciones oficiales serán un laberinto de eufemismos, hemos preparado un sencillo FAQ (Preguntas Frecuentes) para que entiendan qué coño ha pasado.
FAQ del Escándalo de las Pulseras Antimaltrato
P: ¿Qué ha fallado exactamente? Suena muy técnico.
R: No, no, es muy sencillo. Imagínese que la protección de miles de mujeres depende de un enchufe. Pues bien, para cambiar de compañía eléctrica, el Gobierno desenchufó el cable de la compañía vieja (Telefónica) y luego, durante ocho meses, no encontró el agujero para meter el enchufe de la compañía nueva (Vodafone). Durante ese tiempo, el sistema estuvo funcionando con la energía de la fe y los buenos deseos.
P: ¿Ocho meses? ¿Nadie se dio cuenta?
R: ¡Excelente pregunta! Claro que se dieron cuenta. Pero aquí entra en juego el principio sagrado de la burocracia española: la «Patata Caliente». El funcionario A le pasó el marrón al funcionario B, que redactó un informe para el departamento C, que convocó una reunión con el comité D para «evaluar la situación». Y así, mes tras mes, mientras la patata iba pasando de mano en mano, las pulseras seguían sin funcionar.
P: Entonces, ¿estuvieron las víctimas desprotegidas durante todo ese tiempo?
R: En absoluto. Qué pregunta más malintencionada. No estuvieron desprotegidas. Estuvieron protegidas por un concepto mucho más poderoso que la tecnología: la «responsabilidad individual» del maltratador. Se confiaba plenamente en que los agresores, al saber que llevaban una pulsera (aunque no funcionara), se comportarían como buenos ciudadanos. Es una estrategia basada en la confianza en el género humano. Una estrategia que, como es obvio, no puede fallar.
P: ¿Por qué este fallo ha provocado que se deje en la calle a acusados de maltrato?
R: Porque la justicia, a diferencia del Ministerio de Igualdad, a veces necesita pruebas. Si no se puede demostrar que un maltratador se ha saltado una orden de alejamiento porque el sistema que debía registrarlo estaba más muerto que la carrera de un concursante de Operación Triunfo, el juez no tiene más remedio que aplicar la ley. Y la ley, a veces, dice que sin pruebas no hay delito. Es un pequeño «vacío legal» que hemos creado gracias a nuestra propia incompetencia. Un éxito del sistema garantista.
P: ¿Ha dimitido alguien? ¿Va a dimitir alguien?
R: Gracias por su pregunta. Siguiente pregunta.
P: No, en serio. ¿Quién es el responsable de esta chapuza monumental?
R: La responsabilidad, como siempre en estos casos, es un concepto difuso. Es un ente etéreo que flota en el aire de los despachos. La culpa es del «sistema», del «procedimiento», del «cambio de proveedor», de la «complejidad técnica». La culpa, en definitiva, es de un sustantivo abstracto. Nunca, jamás, de un político con nombre y apellidos. Como ya vimos en [el caso del colapso del SEPE], la culpa siempre es huérfana.
P: ¿Y qué va a hacer el Ministerio ahora?
R: Lo que se hace siempre en estos casos. Primero, negar la mayor («la situación no fue tan grave»). Segundo, minimizar los daños («no hay constancia de que haya habido consecuencias directas»). Y tercero, anunciar la creación de un «Comité de Expertos para la Supervisión de la Transición Tecnológica en Sistemas de Protección a las Víctimas». Un comité que se reunirá una vez, hará una foto y emitirá un informe en 2028.
El Bisturí del Absurdólogo: El Postureo por Encima de la Protección
Lo que el escándalo de las pulseras antimaltrato nos revela es una verdad incómoda y terrible. Nos revela que, a menudo, la lucha contra la violencia de género es, para algunos, más un eslogan que una prioridad.
Es muy fácil salir en una rueda de prensa a hablar de «tolerancia cero» y de «proteger a las víctimas». Queda de maravilla. Lo que es difícil es la gestión. Lo difícil es asegurarse de que los contratos se ejecutan bien, de que los sistemas funcionan, de que la protección no es solo una palabra en un Powerpoint, sino una realidad.
Y en esa parte, la aburrida, la de la gestión, es donde hemos fallado estrepitosamente. Hemos fallado porque, a menudo, el postureo da más votos que la competencia. Y hemos creado un sistema donde lo importante no es que las pulseras funcionen, sino poder decir que hemos comprado muchas pulseras.
Y mientras tanto, las víctimas, las de verdad, siguen esperando. Esperando a que, algún día, su seguridad importe más que la próxima foto en un acto feminista.
Disfruten de la comida. Si pueden.