¡Mucha Suerte a Todos! Arranca el Primer Sorteo de Solidaridad Obligatoria: el Gobierno Reparte Menores Migrantes como si Fuera el Gordo de Navidad.

Caricatura satírica del reparto de menores migrantes en España, con un bombo de lotería sacando niños en lugar de bolas.

Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos el inmenso placer de retransmitir en directo un evento histórico que nos llena de orgullo como nación. Olviden la Lotería de Navidad, olviden el sorteo de la ONCE. Ha llegado un sorteo mucho más emocionante, mucho más trascendental: el Primer Sorteo Extraordinario de Solidaridad Obligatoria. El Gobierno, en un alarde de gestión humanitaria, ha decidido solucionar la crisis migratoria en Canarias con el mismo método que usamos para decidir quién se queda con el jamón en la cesta de Navidad: un reparto.

La escena en el Consejo de Ministros debe haber sido digna de ver. Imagino al presidente, ataviado como un niño de San Ildefonso, cantando los premios con voz trémula pero firme:

«¡Doooos-cientos menores para… la Comunidad de Madrid! ¡Qué suerte, qué alboroto, otro premio que ha tocado en Doña Manolita!»

«¡Cieeeen-to cincuenta para… Andalucía! ¡Una pedrea muy repartida, que caiga un chaparrón de millones… y de responsabilidades!»

«¡Veinticinco para… La Rioja! ¡Un pellizquito para nuestros amigos riojanos, que seguro que lo acogen con buen vino!»

Es, sencillamente, una genialidad. Hemos convertido un drama humano en un problema logístico. Hemos transformado a miles de niños y adolescentes que han cruzado el océano en una patera en una cifra, en un porcentaje, en una cuota que hay que repartir entre las Comunidades Autónomas según su PIB y su población. Es la deshumanización elevada a la categoría de Real Decreto.

Ya no hablamos de personas. Hablamos de «unidades». «A ti te tocan 50 unidades, a ti 30». Es el draft de la NBA de la miseria. Cada comunidad elige (o, mejor dicho, le endosan) a sus nuevos «fichajes» para la temporada de la integración.

Y, por supuesto, el debate que se ha generado es de una altura moral apabullante. Ningún presidente autonómico ha salido a hablar de cómo garantizar la mejor acogida, la mejor educación o el mejor futuro para estos chavales. No. El debate es sobre el dinero. «¿Y esto quién lo paga?», preguntan unos. «Es que mi comunidad ya tiene muchos problemas», dicen otros. «Yo quiero, pero si me das más financiación», exigen los de más allá.

Es el mercado de la solidaridad. Un zoco donde se regatea con la vida de unos críos como si fueran sacos de patatas. El Gobierno central, en su papel de mayorista, reparte el «stock» acumulado en Canarias. Y las Comunidades, los minoristas, aceptan el género a regañadientes, calculando el margen de beneficio (político, claro) que le pueden sacar a la operación.

No nos engañemos. El problema es real y la situación en Canarias es insostenible. Algo había que hacer. Pero la solución no puede ser tratar a los seres humanos como si fueran un problema a distribuir. No puedes solucionar una crisis humanitaria con una hoja de cálculo. Esto no es un reparto del déficit. Es la vida de miles de niños.

Pero esa reflexión es demasiado compleja. Es mucho más fácil convertirlo todo en una cifra, en un sorteo. Así, el problema deja de ser un drama y se convierte en una estadística. Y las estadísticas, a diferencia de las personas, no tienen cara, no tienen nombre y, lo más importante, no te miran a los ojos.

Así que, ¡enhorabuena a los premiados! Abran sus centros de acogida, preparen sus presupuestos y recen para que el año que viene, en el próximo sorteo, el gordo no les vuelva a tocar a ustedes.

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