Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos el placer de anunciar el inicio del concurso más esperado de la legislatura. Olviden Eurovisión, olviden MasterChef. Ha llegado el «Grand Prix de la Memoria», el certamen nacional para decidir qué demonios hacemos con el chalet más incómodo de España, ese pequeño capricho de granito en la sierra de Guadarrama conocido como el Valle de Cuelgamuros, anteriormente Valle de los Caídos para los amigos.
El Gobierno, en un alarde de creatividad democrática, ha decidido que una decisión tan trascendental no podía tomarla un simple comité de expertos. ¡No! Hacía falta un concurso de ideas, un brainstorming nacional, un «Tu Cara Me Suena» de la resignificación histórica. Y ya tenemos a los 10 finalistas. Aunque las propuestas exactas se guardan con más celo que la receta de la Coca-Cola, este humilde Absurdólogo ha tenido acceso a fuentes de dudosa fiabilidad que nos permiten adelantar algunas de las ideas más… visionarias. ¡Dentro vídeo!
Finalista 1: El «Valle del Gaming». Una propuesta audaz que busca conectar con la juventud. La idea es vaciar la basílica y convertirla en el pabellón de eSports más grande de Europa. La cruz, convenientemente redecorada con luces de neón, serviría como antena 5G. Imaginen torneos de League of Legends bajo la imponente cúpula. Sería el único lugar del mundo donde podrías decir «me han matado en el Valle de los Caídos» sin que suene a clase de historia.
Finalista 2: «Cuelgamuros Zen». Esta propuesta aboga por la paz interior y la sanación de las heridas nacionales. El plan consiste en transformar el complejo en el mayor centro de retiro de yoga y mindfulness de Occidente. La explanada sería perfecta para saludos al sol multitudinarios y la cripta, con su fresquito natural, ideal para sesiones de meditación profunda. El lema: «Alinea tus chakras donde España desalineó los suyos».
Finalista 3: «Memoria Park: El Parque Temático de la Historia Reciente». Una idea que busca el equilibrio entre lo didáctico y lo lúdico. Podría incluir atracciones trepidantes como la «Montaña Rusa de la Transición» (con subidas, bajadas y un par de loopings inesperados), el «Túnel del Terror de la Censura» y, por supuesto, una zona de aguas llamada «El Pantano de la Concordia». Todo ello, con puestos de algodón de azúcar y gofres con la cara de los padres de la Constitución.
Finalista 4: El «Centro de Interpretación de la Interpretación». Esta es la propuesta favorita de los intelectuales. No se interpreta la historia, se interpreta cómo se ha interpretado la historia a lo largo de la historia. Un laberinto de salas llenas de paneles de texto explicando otros paneles de texto. El visitante saldría de allí sin tener ni idea de lo que ha pasado, pero con la sensación de ser mucho más listo. El objetivo es que la gente se aburra tanto que se olvide de por qué el sitio era polémico.
Finalista 5: «La Bolera Nacional de la Reconciliación». Una propuesta sencilla y directa. Se aprovecha la larguísima nave de la basílica para instalar 50 pistas de bolos profesionales. Porque no hay nada que una más a los españoles que el sonido de un pleno y una cerveza bien fría. Sería un símbolo perfecto: da igual de qué bando seas, aquí lo importante es derribar los bolos, no al prójimo.
La realidad, amigos, es que este concurso es la prueba definitiva de que no tenemos ni la más remota idea de qué hacer con nuestro pasado. El problema no es el edificio de granito, por muy grande y feo que sea. El problema es la herida que sigue supurando debajo. E intentar taparla con un parque temático, un centro de yoga o una bolera es como intentar curar una fractura abierta con una tirita de los Minions.
Quizá, al final, la mejor propuesta sea la más honesta: dejarlo como está y poner un cartel gigante en la entrada que diga: «Monumento a la Incapacidad Española para Ponerse de Acuerdo». Sería, sin duda, el monumento más representativo de nuestra historia.