Documental Planeta Absurdo: El Depredador de Gorras y la Ley de la Selva en el US Open.

Caricatura de un adulto arrebatándole una gorra a un niño en una grada, como sátira del incidente viral en el US Open.

Música suave de documental de naturaleza. Planos aéreos de un estadio de tenis. Entra la voz profunda y cínica del Absurdólogo de Guardia.

«Bienvenidos a Planeta Absurdo. Hoy, nos adentramos en uno de los ecosistemas más fascinantes y, a la vez, más hostiles del globo: la grada de un evento deportivo de élite. Un territorio de alta densidad demográfica, donde conviven en precaria armonía diversas especies unidas por un objetivo común: ver a dos señores en pantalón corto dándole a una pelota. Es aquí, entre la maleza de asientos de plástico y el murmullo de la multitud, donde hemos tenido el privilegio de documentar un comportamiento extraordinario, un ritual de caza que nos revela las verdades más profundas sobre la condición humana».

LA ESCENA: EL HÁBITAT

Nos encontramos en el US Open de tenis. Un entorno de alto standing. Las entradas cuestan un riñón, el agua mineral, un ojo de la cara. Se presupone un cierto nivel de civismo, una pátina de sofisticación. Pero no se dejen engañar. Bajo la superficie, la ley de la selva sigue vigente. Nuestro equipo ha fijado su objetivo en una pequeña familia que observa el partido. La cría, un joven ejemplar de unos diez años, mira con admiración a los atletas.

LA OFRENDA: UN RITUAL DE GENEROSIDAD

Observen. El macho alfa de la pista, el tenista Kamil Majchrzak, acaba de terminar su contienda. En un gesto de generosidad, una forma de fortalecer los lazos con la manada que le observa, se acerca a la grada. Realiza el ritual de la ofrenda. Entrega un trofeo, un símbolo de su estatus: su gorra, sudada y firmada. Se la ofrece a la cría más joven del grupo. Es un momento de pura inocencia. Un recuerdo que el pequeño atesoraría para siempre.

EL DEPREDADOR: EL ACECHO

Pero esperen. A escasos centímetros, otro espécimen ha estado observando. Un ejemplar de Adultus Cleptomanus, también conocido como «adulto-niño-rata». Un ser que, aunque ha alcanzado la madurez física, su brújula moral sigue atascada en la fase de «¡MÍO!».

Fíjense en su mirada. Fija. Calculadora. Sus músculos, tensos. Ha detectado una oportunidad. No muestra duda, ni empatía, ni el más mínimo atisbo de vergüenza. Solo el frío e inalterable instinto del depredador. No ve a un niño feliz. Ve una presa fácil. Ve un objeto de merchandising que podrá, quizá, vender en eBay por cincuenta pavos.

EL ATAQUE: LA LEY DEL MÁS JETA

¡Y ahí está! ¡El ataque! Rápido, certero, desprovisto de toda piedad. En el preciso instante en que la cría recibe la ofrenda, la garra del Aficionado Rapiña se abate sobre ella. Un movimiento de pinza con la mano. Un tirón seco. Ha arrebatado la presa a la cría indefensa.

La ejecución es de una eficacia pasmosa. No hay violencia, solo una absoluta falta de decencia. La cría se queda paralizada, confusa, intentando procesar la brutalidad de lo que acaba de suceder. Su mundo de inocencia se ha hecho añicos. Acaba de recibir su primera gran lección sobre el capitalismo tardío: si quieres algo, cógelo, y si es de un niño, más fácil todavía.

Es una demostración brutal de la ley no escrita que rige estos ecosistemas. La ley del más jeta.

LA REACCIÓN DE LA MANADA Y LA JUSTICIA KÁRMICA

Pero el ecosistema, amigos, tiene sus propias defensas. El depredador no contaba con los ojos omnipresentes de la tecnología. La escena ha sido grabada. Y la manada digital, a través de esa gran conciencia colectiva llamada «redes sociales», ha reaccionado. El vídeo se ha vuelto viral. La manada ha identificado, señalado y repudiado al depredador. Lo han expulsado simbólicamente del grupo con el ostracismo digital.

Y entonces, ocurre el milagro. La noticia llega al macho alfa original, al tenista. Y en un acto de justicia poética, de restauración del orden natural, él mismo se moviliza. Busca a la cría. La encuentra. Y no solo le devuelve la presa, sino que le ofrece más trofeos: otra gorra, más obsequios. Es el ecosistema corrigiéndose a sí mismo, demostrando que, aunque existen depredadores, la generosidad y la empatía pueden, a veces, ganar la partida.

CONCLUSIÓN: LECCIONES DESDE LA GRADA

Este breve pero intenso documental nos enseña una valiosa lección. Puedes pagar una entrada de 500 dólares para sentarte en primera fila, puedes vestir ropa de marca y beber gintonics caros. Pero la decencia, amigos, no viene incluida en el precio.

Hemos sido testigos de un acto de miseria humana en su estado más puro. El retrato de un hombre cuya alma está tan vacía que necesita robarle la alegría a un niño para sentir algo. Y, a la vez, hemos sido testigos de un acto de bondad que nos devuelve un poco la fe.

Al final, la grada de un estadio es como la vida misma. Está llena de gente maravillosa. Y, de vez en cuando, te encuentras con un gilipollas. La clave es asegurarse de que, al final del día, los gilipollas no ganen.

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