Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos que hablar de innovación. De tecnología punta. De esa incesante búsqueda del ser humano por superar los límites de lo posible. Y en esta noble cruzada, hay una institución en España que siempre va un paso por delante, un faro de creatividad que nunca deja de sorprendernos: la Dirección General de Tráfico.
Olviden los coches voladores, olviden la inteligencia artificial. La DGT acaba de presentar el invento que cambiará para siempre el paisaje de nuestras carreteras: el «radar-carro».
Sí, han leído bien. Un carrito. Como el de la compra. Pero con un radar. Es la fusión perfecta entre la tecnología de vigilancia más sofisticada y el objeto más anodino y deprimente de nuestra sociedad de consumo. Es una genialidad. Es el caballo de Troya de la recaudación.
EL ‘UNBOXING’ DEL DISPOSITIVO
Imaginen la escena. Usted conduce por una de esas autopistas españolas que llevan en obras desde la Expo de Sevilla. Va sorteando conos, esquivando operarios con cara de pocos amigos y respetando escrupulosamente el límite de 60 km/h. De repente, ve a lo lejos, abandonado en el arcén, un carrito de la compra.
Su cerebro, entrenado en años de civilización, procesa la información: «Pobre carrito», piensa. «Seguro que es de algún supermercado cercano. Qué incivismo, dejarlo ahí tirado». Siente incluso una punzada de lástima por el carrito solitario.
Y justo cuando pasa a su lado, ¡ZAS! Un flashazo le ciega el alma.
¡Ha caído! ¡Infeliz! No era un carrito abandonado. ¡Era un agente de la DGT camuflado! Un dispositivo autónomo, móvil y con muy mala leche, diseñado para cazarte en el único lugar donde creías estar a salvo: el infierno de un tramo en obras.
CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS (Y MALVADAS)
Este «radar-carro», o como lo llamarán en su jerga, el «Veloláser Autónomo sobre Plataforma Móvil de Supermercado», es una obra de arte de la ingeniería disuasoria (y recaudatoria).
Diseño de Camuflaje Perfecto: Su apariencia de carrito de la compra le permite integrarse en cualquier entorno sin levantar sospechas. En el futuro, veremos versiones adaptadas: el «radar-cubo de basura», el «radar-señal de ‘hombres trabajando'» e incluso el «radar-gato atropellado» para los más sádicos.
Autonomía y Movilidad: Gracias a sus cuatro ruedas (ligeramente oxidadas para mayor realismo), puede ser desplegado en cualquier punto del tramo en obras con una facilidad pasmosa. No necesita un operario. Solo un empujoncito.
Eficacia Letal: Equipado con un láser de última generación, es capaz de medir su velocidad con una precisión milimétrica mientras usted está más preocupado de no tragarse el socavón que tiene delante.
EL OBJETIVO: SU SEGURIDAD (Y SU CARTERA)
La DGT, por supuesto, nos venderá esta maravilla como una medida por nuestra seguridad. «Los tramos en obras son peligrosos», dirán. «La gente corre demasiado. Este dispositivo salva vidas».
Y es verdad. En parte. Pero no seamos ingenuos. También salva las cuentas de resultados del Estado. Es la solución perfecta al problema de «cómo podemos multar en un sitio donde es imposible poner un trípode y un coche de la Guardia Civil». Es el Uber de las multas: flexible, bajo demanda y sin necesidad de contratar a nadie.
Esto es la culminación de una guerra psicológica que la DGT lleva años librando contra los conductores. Primero fueron los radares fijos. Luego los móviles. Luego los helicópteros Pegasus, ese ojo de Dios que te multa por no llevar el cinturón mientras buscas una cinta de Camela en la guantera. Y ahora, el carrito de la compra.
¿Qué será lo próximo? ¿Radares acoplados a drones de reparto de Amazon? ¿Guardias Civiles disfrazados de autoestopistas? ¿Palomas entrenadas para cagar multas en tu parabrisas? La imaginación de la DGT para encontrar nuevas formas de aligerarnos el bolsillo es infinita.
Así que, querido conductor, la próxima vez que circule por un tramo en obras, no se fíe de nada ni de nadie. Desconfíe de cada cono, de cada señal, de cada saco de cemento. Y si ve un carrito de la compra abandonado en el arcén, frene. Frene como si le fuera la vida en ello. Porque probablemente, le vaya la nómina.
Y rece para que a la DGT no le dé por inspirarse en el ejército israelí. Porque el día que presenten el «dron-multador kamikaze», se habrá acabado la partida.