Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, buenos días. Hoy, para el almuerzo, no les traigo una noticia. Les traigo la crítica de una película de terror. La clase de película que te deja mal cuerpo, que te genera una desconfianza profunda en el género humano. Lo aterrador es que no es ficción. Los hechos son reales. Y el monstruo no es un fantasma ni un asesino en serie. Es una enfermera antivacunas.
SINOPSIS:
En un apacible pueblo de Bizkaia, durante el apogeo de una pandemia mundial, una enfermera pediátrica (nuestra protagonista) es asignada a la campaña de vacunación infantil. Pero ella guarda un oscuro secreto. De noche, no es una sanitaria. Es una investigadora. Una justiciera. Una discípula de la Universidad de la Vida (campus de Telegram). Armada con la «verdad» que ha descubierto en memes de WhatsApp y en vídeos de YouTube de un señor que arregla lavadoras, decide salvar a los niños del pueblo del malvado plan de las élites globalistas. ¿Su método? El sigilo. La astucia. Y una papelera.
EL MONSTRUO: LA IGNORANCIA CON BATA BLANCA
Lo que hace que esta historia sea tan terrorífica es que el monstruo no es un ser deforme con un hacha. El monstruo es la ignorancia disfrazada de autoridad. Es la conspiranoia con acceso a una aguja hipodérmica.
La trama es de una simpleza brutal: durante meses, esta sanitaria, en lugar de inyectar las vacunas contra el Covid a los niños, las tiraba a la basura. Y luego, con la misma mano con la que desechaba la ciencia, falsificaba los registros para que esos 404 niños figurasen como «inmunizados».
Es el mal en su versión más banal y, a la vez, más peligrosa. No necesita un cuchillo. Solo necesita una jeringuilla vacía y la convicción inquebrantable de que un youtuber con un croma mal iluminado sabe más que un Premio Nobel de Medicina.
EL ARMA DEL CRIMEN: EL GRUPO DE WHATSAPP
Esta película nos enseña que el arma más letal del siglo XXI no es una bomba, es un bulo. Es la crónica del viaje que hace una fake new desde un oscuro foro de internet hasta el brazo de tu hijo.
La enfermera antivacunas de Bizkaia no actuaba sola. Tenía un ejército detrás. Un ejército de cuñados digitales, de teóricos de la conspiración, que la animaban desde la comodidad de sus sofás. Le proporcionaban los «estudios alternativos», los «testimonios censurados», toda la munición de pseudociencia necesaria para que ella sintiera que no era una delincuente, sino una heroína. Una mártir de la «verdad» que se enfrentaba al sistema.
Y esa es la verdadera tragedia. Que hemos creado un ecosistema mediático donde la opinión de un desconocido en un grupo de Telegram puede llegar a tener más peso que dos siglos de avances científicos. Un mundo donde la confianza en los profesionales, como ya hemos visto en [nuestro análisis sobre la sanidad colapsada], está por los suelos.
EL GIRO DE GUIÓN: EL JUICIO
Ahora, la película llega a su clímax. El juicio ha comenzado. Y la Fiscalía, que por lo visto no cree mucho en los estudios de la Universidad de Telegram, pide para nuestra heroína 17 años de prisión. Por delitos contra la salud pública. Por falsedad documental.
Y aquí es donde el terror se convierte en una reflexión amarga. Porque, aunque condenen a esta mujer, el verdadero monstruo, la conspiranoia, seguirá ahí fuera. Seguirá infectando mentes, seguirá sembrando desconfianza, seguirá esperando a su próximo huésped.
Esta historia no es solo la historia de una enfermera antivacunas. Es la historia de nuestro tiempo. Un tiempo en el que hemos democratizado tanto la información que hemos acabado democratizando la estupidez. Un tiempo en el que cada cual puede elegirse su propia «verdad» a la carta, aunque esa verdad ponga en riesgo la vida de los demás.
Así que la próxima vez que reciban por WhatsApp esa «información que los medios no quieren que sepas», piénsenlo dos veces. Porque detrás de ese mensaje, a veces, no solo hay un idiota. A veces, hay un monstruo en potencia, esperando a ponerse una bata blanca.
Veredicto del Hater: ⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️ (5 estrellas como película de terror. 0 estrellas como sociedad).