El Epitafio de una Generación: España, Campeona del Mundo en Dejar a sus Jóvenes Tirados en la Cuneta.

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Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, buenas noches. O lo que queda de ellas. Porque la noticia con la que vamos a cerrar el día no es una noticia. Es un certificado de defunción. Es el informe forense que certifica, con la frialdad de los datos, que el «ascensor social» en España no es que esté averiado. Es que ha sido desmantelado y vendido como chatarra.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), ese organismo con nombre de notario que de vez en cuando nos pone delante del espejo, ha publicado su informe anual «Education at a Glance». Y en él, entre cientos de gráficos y tablas que nadie entiende, hay una daga que se nos clava directamente en el corazón del relato nacional. España es, de todos los países desarrollados, el líder indiscutible en el número de jóvenes que, tras completar el Bachillerato o una FP de Grado Medio, no siguen estudiando.

No somos los líderes en paro juvenil, que también. No somos los líderes en precariedad, que también. Somos los líderes en algo mucho más sutil y doloroso: somos los campeones de Europa del talento estancado. Somos una fábrica de crear una generación atrapada en un limbo, en una sala de espera permanente.

La Autopsia de un Fracaso Nacional

No se dejen engañar por la aridez de la estadística. Lo que este dato nos está gritando a la cara es que hemos construido un sistema que es una trampa perfecta. Una ratonera.

El primer culpable de esta masacre silenciosa es nuestro sistema educativo. Es un laberinto diseñado por un sádico con un máster en frustración. El Bachillerato, en la práctica, no sirve para nada más que para ser un pasillo único y angustioso hacia la Selectividad y la Universidad. No te prepara para el trabajo, te prepara para un examen. Y si no entras en la Universidad, o si entras y sales con un título que el mercado valora lo mismo que un cromo repetido, el sistema te escupe al vacío.

Luego está la Formación Profesional de Grado Medio. La gran «promesa». La alternativa «práctica». Pero la realidad, como demuestra el informe, es que para demasiados jóvenes se convierte en un callejón sin salida. Un título que te da un barniz de cualificación, pero que no te abre las puertas de una carrera profesional, sino las de un puesto de trabajo precario y sin progresión. Es el título perfecto para ser un «técnico especialista en reponer latas de atún con eficiencia».

El Segundo Culpable: un Mercado Laboral Caníbal

Pero, ¿por qué nuestros jóvenes no siguen estudiando? ¿Son más vagos que los de otros países? No, amigos. No son más vagos. Son más realistas. Y lo que ven a su alrededor es desolador.

Ven a sus hermanos mayores, con sus títulos universitarios y sus másteres de 10.000 euros, sirviendo cafés, trabajando de teleoperadores o encadenando contratos de becario hasta los 35 años. Ven que la promesa de que «el esfuerzo y la formación te darán un futuro mejor» es la mayor estafa piramidal de la historia de este país.

¿Para qué van a endeudarse y a sacrificar otros dos o tres años de su vida en una FP de Grado Superior o en una carrera, si el mercado laboral que les espera es un campo de batalla caníbal que no pide títulos, sino resiliencia? Un mercado que no valora el conocimiento, sino la capacidad de aguantar un sueldo de mierda con una sonrisa. Un mercado donde, a menudo, es más útil tener el carnet de carretillero que un doctorado en filología clásica.

El informe de la OCDE no es un informe sobre educación. Es un informe sobre la desesperanza. Es la constatación de que una generación entera ha entendido, a base de hostias, que las reglas del juego están trucadas. Que el ascensor social solo tiene un botón, y es el de bajar al sótano de la precariedad.

El Tercer Culpable: la Política del Powerpoint

Y mientras esta tragedia silenciosa se consuma, ¿qué hacen nuestros líderes? Hacen lo que mejor saben hacer: discursos. Ruedas de prensa. Presentaciones en Powerpoint.

Nos hablan de «retención del talento», de «la España del futuro», de la «transformación digital» y de la «economía del conocimiento». Llenan sus programas electorales con palabras grandilocuentes mientras la realidad, tozuda, les abofetea con los datos de la OCDE.

Son los arquitectos de este desastre. Los que han permitido que la educación se convierta en una lotería y el mercado laboral en una jungla. Los que han normalizado que la aspiración de un joven ya no sea comerse el mundo, sino poder pagar una habitación sin ventanas.

La Víctima: una Generación en la Cuneta

Y al final de toda esta cadena de fracasos, está la víctima. El joven de 25 años con su título de Bachillerato o de FP bajo el brazo. Un joven que no es un «nini», como les gusta llamarlos a los sociólogos de despacho. No. Es un «sísí». Sí ha estudiado. Y sí está trabajando. Está trabajando de camarero, de reponedor, de repartidor. Trabaja diez horas al día por un sueldo que se le va en un 62% en pagar un alquiler miserable.

Es un joven al que le han robado el futuro. Le han robado la capacidad de progresar, de ascender, de soñar con algo más que sobrevivir hasta el próximo día 1. Le han metido en un atasco vital del que es casi imposible salir. Y le han dicho que es por su bien. Que es lo que hay.

Este informe de la OCDE debería ser portada en todos los periódicos. Debería provocar dimisiones en cadena. Debería generar un debate nacional que paralizara el país. Pero no lo hará. Mañana será olvidado, sepultado por la última pelea en el Congreso o el último cotilleo de la prensa del corazón.

Porque esa es la verdadera tragedia. No es que seamos los campeones del talento desperdiciado. Es que, en el fondo, parece que ya ni siquiera nos importa.

Buenas noches. Y buena suerte a nuestros jóvenes. La van a necesitar.

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