El Muñeco de Michelin Antes Era tu Cuñado el Facha y Ahora es tu Primo el Vegano: Crónica de una Lobotomía Corporativa.

Caricatura que compara al muñeco de Michelin original, un personaje rudo y fumador, con la versión moderna y afable, como sátira de la evolución corporativa.

Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos que tratar un caso clínico de una gravedad extrema. Un caso de transformación de la personalidad tan radical que roza lo milagroso y, a la vez, lo trágico. El paciente que hoy sentamos en nuestro diván es una figura conocida por todos, un icono que ha acompañado nuestros viajes durante más de un siglo. Su nombre: Bibendum. Su alias: el Muñeco de Michelin.

El diagnóstico preliminar es un cuadro agudo de «blandificación corporativa». Lo que una vez fue un titán de la carretera, un coloso de caucho con más carisma que Humphrey Bogart, hoy es… un peluche de feria. Un malvavisco con anabolizantes. Hemos vivido engañados, amigos. Nos han vendido la versión edulcorada, pasteurizada y políticamente correcta de un personaje que, en sus orígenes, era un auténtico cabronazo con clase. Un ídolo.

ANÁLISIS DEL PASADO: EL BIBENDUM ORIGINAL, EL MACHO ALFA

Para entender la magnitud de la tragedia, debemos viajar en el tiempo. A 1897. Una época en la que los coches eran máquinas infernales, las carreteras, caminos de cabras, y la publicidad, un arte honesto y brutal. En ese caldo de cultivo nació el primer Bibendum. Y no, no era ese ser adorable y sonriente que saluda desde los talleres. Era otra cosa.

  • Su Físico Imponente:
    El Bibendum original no era mono. Era aterrador. Imaginen una pila de neumáticos de bicicleta que, por algún sortilegio oscuro, cobra vida y adopta forma humana. Parecía una momia egipcia con sobrepeso. No te miraba, te perdonaba la vida desde la altura de sus anillos de caucho. No te daban ganas de abrazarlo, te daban ganas de pagarle lo que le debías y salir pitando. No era una mascota, era una declaración de intenciones: «Soy duro, soy resistente y estoy aquí para aplastar los problemas».

  • Sus Gloriosos Vicios:
    Y aquí es donde la historia se pone interesante. El Bibendum original era un bon vivant. Un señorito de club de campo. Se le representaba habitualmente con un monóculo, para darle un aire de superioridad intelectual, y fumándose un puro del tamaño de un brazo de niño. Porque él podía.

    Pero su vicio más legendario era la bebida. Su propio nombre, Bibendum, viene del lema latino de uno de sus primeros carteles: «Nunc est bibendum», una frase de Horacio que significa «Ahora es el momento de beber». ¡Qué cojones! ¡Un lema que hoy usaría un grupo de universitarios de botellón, usado por una de las mayores empresas del mundo!

    Y lo mejor no era que bebiera, sino qué bebía. En su copa no había vino ni coñac. Brindaba con una copa rebosante de clavos, cristales rotos y todo tipo de metralla. ¿Era un masoquista? No. ¡Era un genio del marketing! El mensaje era de una claridad meridiana: «Mis neumáticos se beben los obstáculos. Se meriendan los pinchazos. Lo que para otros es una tortura, para mí es un aperitivo». ¡Eso es publicidad, y no un post patrocinado en Instagram por un influencer que no ha visto un neumático en su vida!

  • Su Filosofía Directa:
    El viejo Bibendum era un cabrón, sí, pero era un cabrón honesto. No te vendía un «estilo de vida», ni «experiencias», ni ninguna de esas pamplinas modernas. Te vendía un producto. Un puto neumático. Y te prometía una sola cosa: que no te ibas a quedar tirado en mitad de un camino de cabras en Albacete. Su filosofía era la de la resistencia, la de la dureza. Era el Clint Eastwood de las mascotas corporativas.

ANÁLISIS DEL PRESENTE: EL BIBENDUM ACTUAL, EL ALMA CÁNDIDA

Y ahora, avancemos rápidamente hasta el presente. Miren al muñeco de Michelin de hoy. ¿Qué ven? Un ser blandito, sonriente, asexuado. Un ente blanco e inofensivo que saluda con la mano y parece diseñado por un comité de prevención de riesgos laborales. ¿Qué ha pasado por el camino? Ha pasado por el quirófano del departamento de marketing. Y le han practicado una lobotomía.

Le han quitado el puro, la copa de clavos, el monóculo y, lo más importante, le han extirpado el carácter. Ha pasado de ser tu cuñado el facha, ese que fuma puros y cuenta chistes políticamente incorrectos pero que, cuando tienes un problema, es el primero en ayudarte, a ser tu primo el vegano, ese que te da la chapa con el yoga y la sostenibilidad pero que no sabe cambiar una rueda.

El Bibendum moderno ha cambiado su lema de «Ahora es el momento de beber» por algo así como «Conduce con precaución y revisa la presión de tus neumáticos mensualmente». Ha dejado de ser un titán para convertirse en un consejero. Es el símbolo perfecto de nuestra era: inofensivo, políticamente correcto y profundamente aburrido.

DIAGNÓSTICO FINAL: SÍNDROME DE BLANDIFICACIÓN SOCIAL AGUDA

El caso de Bibendum no es un caso aislado. Es el nuestro. Somos una sociedad que ha sufrido la misma lobotomía. Hemos cambiado al antihéroe con carisma por el influencer con sonrisa de plástico. Hemos sacrificado la autenticidad, con todos sus vicios y sus aristas, por una seguridad insípida y una corrección política asfixiante.

Tenemos miedo de ofender, de ser incorrectos, de parecer demasiado «duros». Y en el proceso, nos hemos vuelto blandos. Predecibles. Aburridos. Como el nuevo muñeco de Michelin.

El viejo Bibendum representaba una época en la que las cosas, buenas o malas, al menos eran de verdad. Una época en la que un neumático era para aguantar hostias y un hombre era para fumar puros y beberse los problemas.

Así que, desde esta humilde consulta, quiero proponer un brindis. Levanten sus copas (con clavos y cristales rotos, a ser posible) y brinden por el Bibendum original. Por ese bastardo con clase. Por el ídolo que no sabíamos que teníamos, y que representa todo lo que hemos perdido por el camino. ¡Salud! Y que le den por saco a la corrección política.

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