Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos que hablar de un grito desesperado, de una llamada de auxilio que resuena en los teatros, en los cines y en las galerías de arte de nuestro país. El mundo de la cultura, ese colectivo de seres sensibles y creativos, ha dicho basta. Hartos de la precariedad, de los vaivenes políticos y de tener que mirar de qué color gobierna para saber si este año podrán pagar el alquiler, han puesto sobre la mesa su solución definitiva: un Pacto de Estado.
¡Un Pacto de Estado! ¡Ahí es nada! Es la artillería pesada del léxico político. La bomba atómica de las negociaciones. Un «Pacto de Estado» es esa cosa solemnísima que se reserva para los grandes temas que definen a una nación: la unidad territorial, la lucha contra el terrorismo, el futuro de las pensiones… y, ahora, por lo visto, el presupuesto para el festival de cine de autor de Villaconejos de Arriba.
No me malinterpreten. La cultura es fundamental. Es el alma de un país. Pero el uso de esta terminología tan grandilocuente es, en sí mismo, una obra de arte. Es la forma más poética y refinada que se ha inventado nunca para decir: «Oiga, queremos que nos aseguren el dinero por ley para no tener que estar mendigando una subvención cada vez que cambian al ministro».
Para que todos ustedes, humildes mortales que pagan sus impuestos, puedan entender la profundidad de estas reivindicaciones, hemos decidido activar nuestro Traductor Simultáneo de Jerga Cultural a Castellano de la Calle.
Frase Cultural #1:
«Necesitamos un Pacto de Estado que reconozca la cultura como un bien esencial y de primera necesidad, blindando su financiación frente a los vaivenes políticos.»
Traducción al Cristiano:
«Estamos hasta las narices de que cada cuatro años venga un concejal nuevo que no ha leído un libro en su vida y nos quite la subvención para nuestra obra de teatro sobre la deconstrucción del yo en un mundo post-industrial. Nuestra obra es tan importante como tu factura de la luz, así que aprueba una ley para que nos la pagues sí o sí, gobierne quien gobierne.»
Frase Cultural #2:
«Hay que proteger el frágil tejido creativo de nuestros artistas y creadores, garantizando un marco de estabilidad que les permita desarrollar su talento.»
Traducción al Cristiano:
«Hay que darle una subvención a mi colega, que tiene una performance muy chula que consiste en estar ocho horas inmóvil en una sala pintado de azul. Es un genio, pero de momento no es un genio rentable. Y tiene que comer.»
Frase Cultural #3:
«Es imperativo fomentar un ecosistema cultural resiliente, sostenible y diverso, que dialogue con la sociedad y fomente el pensamiento crítico.»
Traducción al Cristiano:
«Más pasta, por favor. Para todo. Y si puede ser, sin tener que rellenar muchos papeles.»
Frase Cultural #4:
«Exigimos que el 2% del presupuesto nacional se destine a políticas culturales, equiparándonos a los países de nuestro entorno.»
Traducción al Cristiano:
«Hemos visto que en Francia y Alemania sueltan más guita, y nosotros también queremos. No vamos a ser menos.»
Y esta, amigos, es la esencia del debate. No es que no tengan razón. Por supuesto que la tienen. El sector cultural en España vive en una precariedad endémica, a merced del capricho del político de turno. Pero el envoltorio, la retórica, es maravillosa. Han conseguido convertir una petición sectorial, tan legítima como la de los agricultores pidiendo ayudas para la sequía o los transportistas pidiendo que baje el gasoil, en una cuestión de Estado casi metafísica.
Es la estrategia del artista: no pidas dinero, pide «reconocimiento». No pidas un sueldo, pide «proteger tu tejido creativo». Suena mucho más elegante y es más difícil decir que no. Porque si le niegas a un agricultor una ayuda, eres un mal gestor. Pero si le niegas a un artista un «Pacto de Estado», eres un facha insensible que odia la cultura.
Así que, mientras nuestros creadores lanzan su órdago, el Gobierno, me imagino, responderá con su propia jerga. Creará una «Mesa de Diálogo para el Fomento del Ecosistema Creativo» y un «Comité de Expertos para la Resiliencia Cultural». Se pasarán meses «dialogando» y «analizando». Y al final, quizá, subirán un 0.1% el presupuesto.
Y el mundo de la cultura, un año más, seguirá sobreviviendo. Porque si algo han demostrado nuestros artistas a lo largo de la historia es que son expertos en una cosa: el arte de la resistencia. Con pacto de estado, sin él, y a pesar de los políticos.