Alerta Máxima en Barcelona por Patos Incívicos, Mientras la Juventud Lanza su Propio Ataque Biológico en las Piscinas

Caricatura satírica sobre los patos incívicos de Barcelona y el reto viral de defecar en piscinas públicas.

Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy abrimos el noticiario con una de esas noticias que te sacuden los cimientos de la civilización. Detengan las rotativas. Olviden las guerras, la inflación y la crisis climática. Barcelona, una de las grandes capitales de Europa, se enfrenta a una amenaza que pone en jaque su modelo de convivencia: los patos incívicos.

 

 

 

Sí, han leído bien. Según informa la prensa seria, una horda de anátidas con muy malas pulgas se ha apoderado de los parques de la ciudad, sembrando el terror. Me los imagino, organizados en bandas, con chupas de cuero y navajas de albacete bajo el ala. Seguramente extorsionan a las palomas para quedarse con las migas de pan, organizan carreras ilegales en los estanques y le faltan el respeto a los cisnes, que siempre han sido la aristocracia del parque. El Ayuntamiento, imagino, ya habrá convocado un gabinete de crisis, con expertos en ornitología y mediadores especializados en el dialecto «cuac» para intentar reconducir a esta juventud aviar descarriada.

Es reconfortante saber que nuestras autoridades tienen las prioridades tan claras. Porque, mientras toda la atención mediática se centra en si el Pato Donald y sus secuaces necesitan una orden de alejamiento del estanque del Parc de la Ciutadella, está ocurriendo otro fenómeno. Uno un poco menos fotogénico, pero infinitamente más representativo de la época en la que vivimos.

Les presento el «reto marrón».

Es la última genialidad surgida de esa fábrica de premios Nobel que es TikTok. El reto es sencillo, directo y no requiere de ningún talento especial, solo de un sistema digestivo funcional y una ausencia total de vergüenza. Consiste en que los jóvenes ingieran una caja de laxantes, se vayan a la piscina pública más cercana y, en un acto de rebelión poética contra el cloro y la decencia, liberen a Willy. Defecan en el agua, lo graban y lo suben a la red para conseguir la aprobación de otros futuros genios.

El resultado, como era de esperar, ha sido el cierre de más de 300 piscinas en todo el país. En plena ola de calor. Piscinas clausuradas por «contaminación fecal masiva». Una expresión técnica preciosa para decir que aquello parecía el desagüe de un festival de música de tres días. Los ayuntamientos, desbordados, se ven obligados a vaciar, desinfectar y volver a llenar las piscinas, un proceso que, además de costarnos un dineral, deja a miles de ciudadanos sin un lugar donde remojar sus miserias.

Y aquí es donde la absurdología alcanza su máxima expresión. Tenemos, por un lado, un problema real, asqueroso y que supone un riesgo para la salud pública, perpetrado por seres humanos que, teóricamente, son el futuro de nuestra nación. Y por otro lado, tenemos a unos putos patos que, como mucho, habrán hecho sus necesidades donde no debían, que es, por si alguien lo ha olvidado, lo que llevan haciendo los patos desde que el mundo es mundo.

¿Y cuál de las dos noticias abre los informativos locales con gesto preocupado? ¡La de los patos, por supuesto! Porque es más fácil indignarse con un ánade que con el reflejo de nuestro propio fracaso como sociedad. Es más sencillo legislar sobre el comportamiento de las aves que admitir que hemos criado a una generación que confunde el activismo con el terrorismo escatológico, y la fama con la infamia.

Así que, desde esta humilde consulta, solo puedo hacer una propuesta. Dejen a los patos en paz. Ellos, al menos, tienen la decencia de no grabarlo. Y si de verdad quieren solucionar el problema de las piscinas, la solución no es poner más cloro. La solución es poner más libros. O, en su defecto, poner al chaval que se caga en el agua a limpiarla. Con un cepillo de dientes. Y sin guantes. Verán qué rápido se le quitan las ganas de volver a hacerse el gracioso.

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