EL TOP 5 DE LA VERGÜENZA: LAS PEORES COSAS DEL PUENTE DEL PILAR (Y AÚN ASÍ, VAS A CAER)

Sátira sobre las peores cosas del Puente del Pilar, mostrando un kit de supervivencia para el atasco, los precios abusivos y los discursos políticos.

(La escena: una oficina a las 14:55 del jueves. El aire vibra con una tensión casi palpable. Los ordenadores están apagados, los abrigos puestos. La gente mira el reloj como si fuera la cuenta atrás de un cohete. A las 15:00 en punto, suena una alarma colectiva. Se desata el caos. La gente corre hacia la salida, arrollándose unos a otros. Es la estampida. Es la Operación Salida. Es el prólogo de ese ritual de masoquismo colectivo que llamamos «puente».)

El Bisturí del Absurdólogo: La Autopsia de un Descanso que Agota

Bienvenidos al ranking de la auto-tortura. Millones de personas están a punto de lanzarse a una odisea de tres días que, supuestamente, es para descansar. Una mentira. Un puente es un campo de entrenamiento para la paciencia y la cartera. Y como servicio público, hemos clasificado las peores cosas del Puente del Pilar.

Puesto 5: La Depresión del Domingo por la Tarde

Empezamos por el final, por ese sentimiento tan español de melancolía dominical elevado a la enésima potencia. Es una depresión compuesta: la pena por el fin del descanso, multiplicada por el cansancio del viaje de vuelta y elevada al cuadrado por la inminente llegada del lunes. Es ese momento en el que deshaces la maleta, ves la ropa sucia y piensas: «¿Para esto he gastado 400 euros y he hecho 8 horas de coche?». Sí, para eso.

Puesto 4: La Sobredosis de Banderas en Instagram

El 12 de octubre, Día de la Hispanidad, tu feed de Instagram se convertirá en un monográfico de la Patrulla Águila dibujando la bandera de España en el cielo. Es una de las peores cosas del Puente del Pilar por su predecible uniformidad. Cientos de personas subiendo exactamente la misma foto, desde ángulos ligeramente distintos, con un pie de foto patriótico. Es el triunfo del postureo sobre la originalidad.

Puesto 3: El «Rejonazo» Turístico: Precios de Agosto en Octubre

El sector turístico español, en su infinita sabiduría, ha decidido que un fin de semana de tres días en octubre justifica precios de temporada alta. La casa rural que hace dos semanas costaba 80 euros la noche, ahora cuesta 250 (y tienes que coger el fin de semana completo, claro). Es la ley de la oferta y la demanda llevada al atraco a mano armada. Pagas por una escapada otoñal lo mismo que por una semana en el Caribe, como ya insinuamos en [nuestro análisis sobre el urbanismo de Benidorm] y su modelo depredador.

Puesto 2: La Homilía Patriótica: Los Discursos del Día 12

El 12 de octubre, además del desfile, tenemos el tradicional sermón político. No importa quién gobierne, el discurso es un corta y pega de años anteriores: «unidad», «historia común», «desafíos», «concordia»… Un compendio de palabras huecas que resuenan en el Paseo de la Castellana mientras tú estás intentando encontrar un bar abierto en un pueblo de la sierra que no te cobre 5 euros por una cerveza.

Puesto 1: La Gran Migración: El Infierno en la Autovía

Y el ganador indiscutible, la joya de la corona de las peores cosas del Puente del Pilar, es el atasco. La Operación Salida. Ese momento mágico en el que la DGT te informa de que hay 30 kilómetros de retenciones en la A-3 y tú estás exactamente en el kilómetro 1. Es un microcosmos de la condición humana: la ira, la resignación, la negociación por un carril que avanza dos metros más rápido, la ingesta de sándwiches de gasolinera con la dignidad de un condenado a muerte. Es el peaje que pagamos por nuestra libertad. Un peaje literal y metafórico.

El Veredicto del Absurdólogo

¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué, sabiendo todo esto, repetimos el ritual cada año? Quizás porque, en el fondo, estas miserias compartidas nos unen. No hay nada más español que quejarse en un atasco.

Así que, mientras se preparan para el éxodo, les deseamos suerte. La van a necesitar. Y recuerden, cuando estén parados en mitad de la autovía, maldiciendo su existencia, no están solos. Somos millones. Y esa, quizás, es la verdadera fiesta nacional.

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