Recibimos en la consulta una carta que huele a pánico, a fin de mes y, ligeramente, a ambientador de pino del Mercadona.
Estimado Absurdólogo,
Vengo del supermercado y creo que necesito ayuda profesional. He ido a comprar lo básico para pasar la semana: un poco de pollo, unas verduras, papel higiénico y una botella de aceite de oliva. Al llegar a la caja, el ticket parecía el número de la Lotería de Navidad. He tenido un momento de microinfarto. El aceite estaba en una vitrina de metacrilato con alarma, como si fuera el collar de la reina de Inglaterra. Las bolsas de patatas fritas ahora son 90% «aire puro de los Pirineos».
Doctor, ¿me he vuelto pobre de repente o es que ir a la compra se ha convertido en un deporte de lujo? ¿Necesito un plan de pensiones para poder comprar un kilo de pimientos? ¿La próxima vez tendré que llevar a un tasador para que me valore el brócoli?
Atentamente,Un Ahorrador Traumatizado.
Estimado Ahorrador Traumatizado,
Lo que usted ha experimentado no es una simple compra, es una incursión en territorio hostil. El supermercado moderno ha dejado de ser ese lugar amable donde uno iba a por avituallamiento. Se ha convertido en un campo de batalla psicológico, en un casino donde la casa siempre gana y tú siempre sales con la sensación de que te han tomado el pelo.
Su diagnóstico es claro: padece usted «shock post-ticket de la compra», una dolencia muy extendida caracterizada por sudores fríos, palpitaciones y una súbita e intensa aversión a la cocina. Para ayudarle a usted y a otros valientes que se enfrentan a esta misión semanal, he preparado la «Guía de Supervivencia para el Supermercado en Tiempos de Guerra (Inflacionaria)».
Fase 1: La Preparación (El Plan de Batalla)
Ir al supermercado sin una lista es como ir a la guerra sin fusil. Es un acto de suicidio económico. La lista, escrita en un papel arrugado, es su único escudo contra las tentaciones. Porque los supermercados están diseñados por genios del mal, psicólogos expertos en explotar sus debilidades. La leche y el pan, lo que usted realmente necesita, siempre estarán al final del laberinto, obligándole a pasar por el pasillo de las galletas con triple chocolate, el de los vinos de oferta y el de los cacharros de cocina inútiles. ¡No caiga en la trampa!
Fase 2: El Terreno de Juego (El Arte del Engaño)
Una vez dentro, debe estar alerta. Se enfrenta a las artes oscuras del marketing moderno:
- La Reduflación: Es el truco de magia más vil. El producto encoge, el envase se mantiene igual, y el precio, a veces, hasta sube. Requiere un sexto sentido, una memoria fotográfica para recordar cuánto pesaba esa bolsa de Doritos el mes pasado. Si duda, agítela. Si suena a maracas, es 90% aire.
- El Packaging Engañoso: Fotos de frutas exuberantes en un yogur que sabe a plástico. La palabra «artesano» en un pan precocido. «Receta de la abuela» en un producto procesado en una fábrica del tamaño de un pueblo. No se fíe de las fotos, fíese de la letra pequeña.
- La Oferta 3×2 (o «El Canto de las Sirenas»): ¡Cuidado! Esta es la trampa más peligrosa. Le hará creer que necesita tres botes de kilo de mayonesa. No los necesita. Caducarán antes de que se termine el primero. Esta oferta no está diseñada para que usted ahorre, está diseñada para que el supermercado se quite de encima el stock.
Fase 3: El Objetivo VIP (El Aceite de Oliva)
Como usted bien ha notado, el aceite de oliva ha ascendido de categoría. Ya no es un producto de primera necesidad, es un artículo de lujo. Se encuentra en la sección de «alta seguridad», junto al whisky de 18 años y los perfumes caros. Acercarse a la vitrina del aceite requiere determinación. Un empleado con cara de pocos amigos le abrirá la jaula de metacrilato, le entregará la botella como si le estuviera confiando el Santo Grial y le acompañará hasta la caja para asegurarse de que no sale corriendo. Disfrute de ese momento. Se sentirá importante.
Fase 4: El Juicio Final (El Paso por Caja)
Este es el momento de la verdad. La cajera, con la impasibilidad de un verdugo, pasará sus productos por el escáner. El sonido «bip» de cada artículo será como un latigazo en su cuenta corriente. La cifra final en la pantalla le parecerá un error, un número de teléfono. No lo es. Es el precio de seguir vivo una semana más.
Diagnóstico y Tratamiento
Usted no es pobre, querido amigo. El mundo se ha vuelto absurdamente caro.
Diagnóstico: Padece usted un caso agudo de «realidad económica». Es una enfermedad crónica y, me temo, no tiene cura fácil.
Tratamiento: Resistencia. Compare precios. Vaya a los mercados de barrio. Plante un huerto de tomates en el balcón. Y, sobre todo, asuma la nueva realidad: el verdadero lujo en el siglo XXI no es tener un Rolex, es poder aliñar la ensalada sin tener que pedir un microcrédito.
Atentamente,
El Absurdólogo de Guardia.
