Crónica de un Divorcio Tecnológico: Tu Móvil irá Más Lento Porque Papá América y Mamá China se han Dejado de Hablar.

Caricatura satírica de la guerra tecnológica entre EE.UU. (Tío Sam) y China (Dragón) por los microchips, afectando a un ciudadano.

Desde la consulta del Absurdólogo de Guardia, hoy tenemos que hablar de nuestros padres. No de los biológicos, que bastante tienen con aguantarnos, sino de nuestros padres geopolíticos: Papá América y Mamá China. Como en todo matrimonio mal avenido, llevaban años tirándose los trastos a la cabeza, pero ahora la cosa ha pasado a mayores. Han empezado a repartirse la custodia de los hijos. Y los hijos, queridos lectores, somos nosotros y, sobre todo, los cacharritos electrónicos sin los que ya no sabemos vivir.

La última entrega de este culebrón familiar ha sido de las buenas. Resulta que Papá América (EE. UU.), en un arrebato de celos porque Mamá China (China) se estaba haciendo demasiado popular en el barrio tecnológico, decidió tomar medidas. Le dijo: «¡Pues ahora no te dejo jugar con mis juguetes!». Y con «juguetes» se refería a los microchips de última generación, esos cerebritos de silicio de empresas como NVIDIA que son la base de toda la inteligencia artificial moderna. Le ha puesto una orden de alejamiento tecnológica, la famosa «CHIPS Act», para que las empresas chinas no puedan comprar los componentes más avanzados.

La reacción de Mamá China no se ha hecho esperar. Con la dignidad de una esposa despechada, ha cruzado los brazos y ha dicho: «¿Ah, sí? ¡Pues no necesito tus porquerías! ¡Yo me fabrico mis propios juguetes!». Y dicho y hecho. Pekín ha ordenado que, para ya mismo, más de la mitad de los chips que se usen en el país, sobre todo en los centros de datos que son el corazón de su imperio digital, tienen que ser «made in China».

Es una escena maravillosa. Es la crónica de un divorcio en el que, en lugar de discutir por quién se queda el sofá, discuten por quién se queda el control de la tecnología que definirá el siglo XXI. Papá América le ha quitado la PlayStation a Mamá China. Y ahora Mamá China, herida en su orgullo, se ha encerrado en su cuarto y está intentando montar su propia consola con dos yogures y un cordel.

Y nosotros, los hijos de este matrimonio roto, ¿dónde quedamos? Pues en medio, como siempre, recibiendo los daños colaterales. Porque esta pelea de gallos no es gratis. Esta «soberanía tecnológica» suena muy bien en los discursos, pero en la práctica significa que todo se va a volver más caro, más lento y, probablemente, peor.

Significa que tu próximo móvil, ese que te prometía una velocidad endiablada, quizá lleve un chip chino de segunda división porque los de primera están vetados. Significa que el desarrollo de la IA, esa que nos iba a curar de todo, se ralentizará porque los dos equipos más listos de la clase han decidido no pasarse los apuntes. Significa, en definitiva, que el progreso se va a tomar un descanso mientras papá y mamá deciden quién era el culpable de la ruptura.

Es la lógica del patio de colegio aplicada a la geopolítica. «¡Si no me dejas tus cromos, no te ajunto!». Pero aquí, los cromos son la base de nuestra economía y nuestra vida digital. Y el «no te ajunto» puede provocar una fractura mundial en dos ecosistemas tecnológicos incompatibles: uno americano y otro chino. Un Telón de Acero digital.

Así que la próxima vez que el Google Maps se le quede pillado en una rotonda, que el vídeo de TikTok tarde una eternidad en cargar o que su ordenador suene como un tractor al abrir un simple Excel, no le eche la culpa a su compañía de internet. Piense en Papá América y Mamá China. Piense en su divorcio. Y asuma con resignación que, como en todas las familias rotas, al final, los que pagan los platos somos siempre los mismos.

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